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lla fue a inierponerse enire

Consistían éstas en un VIeJO vestido ver– de, otro negro de lana y otro blanco de gasa muy ajada, para la ceremonia. Dos pañolo– nes, uno amarillo bordado de colores, olro

de tul negro y un chal de raso morado con flores de los matices más vistosos. Las alha– jas eran tres anillos de oro tumbaga, un co– llar de perlas falsas, un camafeo, en el cual lo de la cama estaba muy demás y una pei–

neta de hechura antigua de latón, con pie– dras que imitaban diamanies.

Tales eran las prendas con que dispuso el generoso don Canuio adornar a doña To– masa, que lo recibió todo muy contenta y alabó el garbo y sobre iodo el buen gusio de su novio. Hizo, por supuesto, el gasto del

:matrimonio religioso, y se quedó creyendo,

o fingió creer que don Canuto hacía los del civil.

Asistieron a la fiesia unas ochenta o cien personas, pues doña Tomasa esiaba bien re– lacionada. Pidieron preslado un piano, y io– cando la guitarra uno de los huéspedes, se completó la orquesia.

Las jóvenes decían que don Canuto era un ionto, pues pudiendo haberse casado con la sobrina, que era muchacha y bonita, car– gaba con aquella vieja horrible. Las viejas, por el contrario, opinaban que don Canuio había dado pruebas de ser hombre de juicio, prefiriendo una señora madura, arreglada y

juiciosa, a una niña frívola, que Dios sabe

qué dolores de cabeza le habría dado.

Doña Tomasa creía haber puesio pica en Flandes, pescando a los setenta un marido hombre de bien, muchacho, no feo, y cocido en pesos. Don Canuto, por su parfe, no es– taba menos safisfecho, creyendo hacer un

:magnifico negoc.io~ pues se casaba con ~ una

mujer más rica que él, y tan vieja que no po– día durar mucho. El uno y la otra conside– raban aquel consorcio como una verdadera ganga. ~Quién creernos acertaría? Contes– taremos con lo que dice aquí la gente, "El corrido lo dirá".

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Grave enfermedad de Don Canuto y

revelación de un secreto

Don Canuto y doña Toma–

sa vieron 1e–

vaniarse su luc

11a de miel en una a:lrnósfera serena y des– pejada. Em–

pero, ires días

después de ce– lebrado el ma–

friznonio, una

ligera nubeci– el asiro <;le los

amores y los felices cónyuges. Sucedió que habiendo procedido el avaro a plantear su plan de economías, los huéspedes comenza_ ron a sentir hambre y calcularon que aquel régimen dieiético acabaría con ellos anies de

una semana. Amenazados de morir de ina–

nición por una parte, y obligados por oira a

aumentar las mesadas, no enconlraron más

arbitrio que irse de la casa. Y 10 peor fue que algunos de ellos se olvidaron, al partir de liquidar sus cuenias, con 10 que perdiÓ doña Tomasa más de 10 que habría ganado en seis meses con las economías y Con el aumenio de las pensiones.

El único huésped que no se movió, re– sistiendo al hambre y conviniendo en pagar el recargo de la mensualidad, fue el eslu– diante de medicina. Sus razones iendría pa– ra ello.

Pero no fue ése el único quebranto que iuvo que sufrir Delgado en aquellos días. Una "ropera" a quien había dado cien pe– sos a usura, de la manera que él solía hacer esos negocios, se alzó, y el fiador que ienía se presenió iambién en quiebra, dejando a don Canuto sin la menor esperanza de co– brar aquella suma. Esfa grave pérdida lo hizo renunciar a los negocios de banca. Al vencerse las obligaciones que ienía en la ca– ja, las cobró, sin querer prorrogarlas, y juró

no volver a dar un peso ni al uSursurncorda".

Pero no fue aquello lo peor. En esta irisie vida, un mal, corno dice el proverbio

es bien venido cuando viene 8910, y es muy

raro que no se presente acompañado, o se' guido inmediatamente de oiros. Así fue que ya por el desagrado de aquellos quebrantos, ya por causas físicas desconoCidas, don Ca– nuio cayó enfermo, declarándose a los tres días de cama una peligrosísima y aguda pul– monía. Lo primero que hizo el avaro al sen– tirse malo, fue prohibir ierminaniemenie a su esposa que llamase médico.

-Yo entiendo algo de medicina -dijo-¡ h<¡ ejercido la profesión, y sé lo que SOn esas cos\"s. Entre el doctor y la botica se irá en cuatro días 10 que fenemos. Es necesario que obre la naiuraleza. Para ayudarle, dén– me unos sudores de "güisquil", y apliquen– me al cosiado, corno cáustico, una hoja de "chichicaste", que eso no cuesia nada yade– lante.

Fue necesario conformarse con la volun–

tad del enfermo. Por desgracia, la naturale– za, de quien aguardaba él su curación, pa– recía impoiente para sobreponerse al mal, que hacía progresos alarmanies.

En aquella situación, el futuro Docior So–

carra, sea por un sentimiento de caridad, sea

perque tuviese ya fOrmado un plan que puso en práctica, ofreció a doña Tomasa sus Ser– vicies profesionales, advirtiendo que asisiiría a don Canuto por amistad y sin que le cos–

fase un ceniavo.

Informado de esia generosa oferta, hubo de co;nseníir Del~ado en ponerse en manoS

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