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« Previous Page Table of Contents Next Page »¿,us±ed? -exclamó doña Tomasa, es±upefac– fa-o ¿,Es verdad lo que escucho'? ¿,Habla usted de veras'?
-Tan de veras -replicó el enamorado repentino-, que si usted consiente en ser mia, quiero que ahora InisIno lo sepa la ca– sa, el barrio, la ciudad entera. ProcedaInos a correr las diligencias, y para que en todo haya perfeC±a igualdad entre nosotros, usted correrá con los gastos del matrimonio reli– gigoso y yo con los del civil.
Tan confundida estaba la setentona con aquel foriunón inesperado, que ni Se fijó en lo ventajoso de la distribución de los gastos, pues el generoso don Canuto se reservaba lo que no costaba nada.
-Si usted habla seriamente -dijo doña
Tornasa-, es otra cosa. Bueno es pensar–
lo. . Un amor tan repen±ino ... , la diferen– cia de edades ... , usted ve. ,¿qué dirán'?
-¿,Repentino, dice usted'? Si desde que la vi, conoci que usted era la mujer según mi corazón. ¡Diferencia de edades! ¿,Y qué son ocho o diez años, que será lo más que usted me llevará'? ¡El qué dirán! ¿,Y quién hace caso de las hablillas del vulgo'? ¿,De qué Ina±rimonio no Inurmuran'? Conque, decida– se usted, y le prometo hacerla feliz.
-Pues si usted toma tanta determina– ción .. , yo le advierio lo que debo advertir– le. En verdad que soleInos parecer más gran– des de lo que somos .. Yo no le negaré a usted que desde que lo vi, senti un no sé qué
en el corazón, una cosa extraña, inexplica–
ble, que si hubiera yo sido más joven, ha– bria pensado que era amor.
En este camino las cosas, fácil es consi– derar que la conferencia concluyó jurándose los dos aInantes ser el uno para el otro, y sa– lieron cada cual por su lado, a dar las dispo– siciones para el matrimonio. Don Canuto queria que la boda se celebrase con mucha sencillez, sin pompa ni fiesta alguna, pero doña Tomasa fue de contrario parecer. Dijo que esas cosas no se hacian más que una o dos veces en la vida, y que era justo que no paSaran como un hecho cualquiera. Tan±o dijo la señora, ofreciendo, por otra parie, que el gasto corria de su cuenta, que al fin hubo de consentir don Canuto, pero con la precisa condición de que él habia de encargarse de las compras de todo lo necesario para la fiesta.
-Como quieras, Canuto mio -dijo la tierna y enaInorada novia-, y entregó al futuro cien pesos para los gastos, lo que no dejó de considerar éste en sus adentros co– mo un gran despilfarro.
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Preparativos para la boda
Doña Tomasa Malabrigo dió parte a ±o– da la genie de su casa de qUe se disponia a
tomar estado. La hermosa Gabriela recibió la noticia con una estrepitosa carcajada, lo cual pareoia a la tia una gran déscoriesia de
la sobrina, pero se consoló de aquella b u r 1 a con la reflexión de que habia en ella su punti±a de envidia. Los '. huéspedes dije– ron a la patrona que les parecia
resolución nl.UY
prudente, y cuando doña Tomasa volvió la es– palda, imitaron a Gabriela en lo de las car– cajadas. Las domésticas se rieron también a hurtadillas y declararon que su señora cho– cheaba. El vecindario comentó la gran no– ±icia durante cuatro dias, ridiculizó al no– vio y a la novia, y nadie dejaba de admirar– se de que un hombre joven e inmensamente rico (pues esta idea se les habia clavado en la cabeza), se casara, por más que fuese su– cio y feo, con aquel Matusalén con faldas. Llegaban estas hablillas a oidos de los novios, pero las escuchaban como quien oye llover y hacian sus preparativos para la bo– da. A fuerza de ruegos, logró doña Tomasa que don Canuto resolviera cambiar de traje para el dia grande. Para esto lo que hizo fue que el úl±imo del mes se constituyó en una casa de prés±aInos y reIna±ó por veinte reales un pantalón de casimir que habia sido de un azul oscuro, tan usado y descolorido, que ya no se sabia de qué color era, y una levita de antepenúltima moda, por la que dió cinco pesos y que se las apostaba en lo vieja y en lo traida, con los pantalones. Lo que no quiso COInprar por nada fue sombre– ro, diciendo que con arreglar un poco el del ±io clérigo, quedaria mejor que si fuese
nuevo.
En seguida procedió el económico don Canuto a hacer las compras de comestibles y bebidas para la fiesta, que Se compondria de almuerzo, comida y baile. Para el pri– mero mandó hacer tres libras de chocolate con cacao de Guayaquil, azúcar mascabado y nada de canela, pues dijo que irritaba los intestinos. El pan, declaró que era mucho más saludable fria, porque el caliente pro– ducia indigestión, y compró baratos los reza· gas de las panaderias. Para los tamales es– cogió dos gallinas flacas en el gallinero de doña TOInasa. La comida correspondió al almuerzo, y para darle algún aire de cosa de
"extranjis", ajustó con los cocineros de dos
hoteles que le vendieran las sobras del dia anterior. Compró dos cajas de vino torcido, por mitad de precio, y asi fue lo demás. Lo cierio es que haciendo cuentas del empleo de los cien duros que le habia dado la seño– ra, resultó que le sobraban cincuenta y cin– co, de los cuales sacó lo necesario para las donas que debia regalar a la novia.
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