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« Previous Page Table of Contents Next Page »séguida d!' media docena de adoradores, de quienes n9 hacía !,l ;nenor cfiso.
Al siguien– ±e día doña Tomasa lla– mó aparíe a don Canuto, y con muchos circunloquios le dijo que 1 a s buenas cuemas ha– cían los buenos amigos; que durante su au– sencia se le había guardado cuario, que no se alquiló a otro, pOl;" no ponerle sus irastos en la calle; que por tanto, le parecía que pa– gara la mitad de la pensión convenida al
principio, esio es, cinco pesos mensuales; ya
que mientras estuvo fuera, no había dado lección a loe muchachos. Su ausencia había sido de ires meses, y por cons;'guiente, debe– ría pagarle quince pesos.
De espaldas se fue Delgado al oír aque– llo. Dijo que lo qUe se le cobraba era un ex– ceso, que el cuario, p. todo rigor, valdria doce reales; que él era un pobre; que h""bía gas– fado enormemente en aquel viaje, sin ganar un cuar±illo, y que aunque quisiera, no ten– dría cómo pagar quince pesos.
La patrona se sonrió con malicia al oír llorar miserias a su huésped, lo que cOnsislía sencillamente en e;¡:ue tenía vehemen±ísimas sospechas de que aquel pordiosero del vesti– do charolado y la 'capa raída, era un ricazo
d~ primera marca. A~ trasladar la caja, les llam6 la atención lo que pesaba, qUe no po– día ser, dijeron, s610 el hiE¡);rp de que estaba consíruid.. ; y agregándose a esto una u otra sombr.... qtlEl había np±ado a don Ca~u±o, aca– bó la Malabrigo p~r creer que aquella liaja encerraba Un grai;í, caudal. Como sucede si!!lmpre, le suponían diez o quince veces más dé lo que tenía en, realidad. La as±uía vie– ja, oídas las razone~ del huésped, le dijo que no se conformaba y que tratarían de eso otra
vez.
Don Canuío veía a la hermosa Gabriela a todas horas y le parecía cada vez más he– chicera, aunque de vez en cuando no tan inocente como la pintaba la fía. Has±a cre– yó el malicioso Delgado sorprender una u o±ra mirada extraña eníre el esíudian±e de medicina y la doncella, lo que le daba muy mala espina. Sin ,embargo, Gabriela se mos– traba muy fina y zalamera con él, y cuando el inexperio joven le dirigía alguna frase un poco equívoca, se sonreía y bajaba los ojos, que velaba el pudor. Todo esío encantaba al pobre don Canuto, que poco a poco se iba sintiendo enamorado hasta los tuéíanos.
Una noche estaba tendido en BU cama, vesfido, repasando en su imaginaci6n acalo– rada laB gracias de la joven, cuando de re– pente Se abrió la puería del cuarío con vio– lencia, y Gabriela, medio despeinada, con la
bata. suelta y más Jinda que nunca en aquel "deshabillé" estrepüó en la habitación, llena de temor, y cerrando la puerié!, dando vuelo ta a la llave que estaba preñdida en la ce– rradura.
-Defiéndame usteel -exclam6 temblan– do-, del estudiante de medicina que me persigue.
Diciendo así, arrojó la llave por la ven– tana que daba a la calle, y con un soplido apagó la luz, .dejando el cuarío en finieblas.
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Entre la espada y la pared
No había trans–
curido un minu–
±o desde la inva– sión del cuario de don Canuto por la hermosa Gabriela y desde que ésta apagó la luz, dejando al héroe de la presente historia a oscuras y lu– chando entre el temor y la emoción que tan extraña avenTura le causaba, cuando se abrió con estrépito la puerta que daba a la vivien– da de las criadas, se iluminó el cuarto y se precipitó en él un grupo de personas de arrt· bos sexos.
A la cabeza del pelotón iba doña Toma– sa Malabrigo, erizado el cal:\ello, echando fuego por los ojos, y atmada ·de una escoba. A su lado estaba la cocinera 4e la casa, cón un hachón de acote encendido en la manO; en segundo término los huéspédes, con espa. das 'y revólveres, y por último.,oiras dos cri..– das con palos, y ~os hijos de la patrona.
La atribulada doncella, G'l ver aqueUa terrible aparición se levantó de la cama ele don Canuto, donde se había sentado, y pues– ta de rodillas, y las manos junfas, pedía per– dón a su irritada tía. Don Canuto veía a dofia Tomasa, a Gabriela, a los huéspedes, a los criados y a los chicos, con aire de tonto, y no aceriaba a pronunciar una palabra.
Entonces la respetable señora, levantán– dose sobre la frenie los anteojos que se ha– bía puesto exprofesamente, por la solemni– dad del acto, y enarbolando la escoba, se en– car6 con el confuso don Canuío, y excalmó con voz enronquecida por la cólera:
-¡Seductor infame, dno le bastaba a us– ted negarse a pagarme lo que me debe, que– riendo privarme del producto de mi trabajo; sino que además pretende mancillar el ho– nor de mi familia, aírayendo a esta impni– deníe y encerrándose con ella en altas horas de la noche (eran laB ocho), en su propia ha– bitaci6n y a oscuras? dEs éste el modo de pagar los beneficios que me debe? dCómo
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