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(1)-}l;stados Unidos y EUlopa, por JOlge Roa. Pág. 169.
(2)-Cartas del Libertado: Colección Lecuna Vol. Il Pág. 365 (3)-Idem. Vol. IV Pág. 60. (4)-Idem. Vol. V Pág. 226.
ma literario de más de un siglo, siguiendo los lneandros históricos de los dos pueblos que el destino quiso habitaran las grandes
extensiones arrtericanas, no habrá ya .quien.
tenga razón para sostener que la poesía his– panoalnericana está desvinculada de sus tie– rras y de sus pueblos. Quizá no exista lite– ratura alguna que hunda sus raíces lnés hon– damente en la historia y en los sentimien– tos populares, que la hispanoamericana. Así COlnO la naturaleza y la influencia telúrica
smnergen a los novelistas en su corriente po–
derosa, así la historia se apodera de los poe– tas y los arrastra consigo, a los grandes y a los pequeños. No Se puede hablar ya de to– rres de lnarfil, porque nadie en Hispanoalné– rica, ningún poeta de consideración, dejó de tener por lo lnenos un mOlnento en que su voz no se juntara al coral solelnne de las multitudes. El coro cívico nace desde los prilnitivos días del Descubrilniento, sigue en los tristes días de la anarquía y se alza po.– deroso en los tielnpos de la reorganización y de las nuevas luchas por conservar la in– dependencia, en peligro apenas conquista-da. '
¿Qué avatares nos esperan? ¿Volvere– mos a preguntar al Destino con la interro– gación de los cuellos de los cisnes, como lo hiciera Rubén Darío? Debemos afirmar que la política de los Estados Unidos parece só– lidamente basada en sus variadas experien– cias. Pero que, por desgracia, no parece ocu– rrir lo lnismo de parte de Hispanoamérica. Ya estén apareciendo, por una y otra parte, grupos idealistas :muy peligrosos, qUé invo– cañdo principios de perfección democrática desean la intervención norieameriéana para derrOCar dictadurás e instaurar gobiernos po–
pulares ..
Hispanoamérica ~o parece haber madu– rado políticamente. Su inestabilidad es evi– dente y oscila de la dictadura a la anarquía, aunque no con la intensidad del siglo pa– Gado. Como en los días en que se dio las espaldas a Bolívar y a los otros grandes li–
beriadores, parece que los ideólogos y los
den'1.agogos, aman, más que a sus patrias, las
ideales creaciones de sus cerebros.
El peligro, pues, parece surgir de noSo– tros. Mas hay una firme esperanza: los di– rigentes de Noriealnérica han comprendido, al fin, que su régimen político no es un artí– culo de exportación, y que Se puede hacer daño a los pueblos del lnundo, en particu– lar a los de la América Española, pretendien– do ilnponerles lnodos de vida politicos y so– ciales que no corresponden a sus propias na,– turalezas, o no corresponden a su estado de evolución.
Después de abarcar este amp¡io panora–
-36-.
*
De Briaso!, Dolan, Bah Gray
el bandido, el desilusionado, el vago, el buscador de
(iesoros
Los que quedaron colgados de los árboles y me-
lciéndose
bajo los hediondos cóndores negros y la luna, o tendidos en los llanos con un coyoie solo y la luna el rifle junio a ellas,
o en las calientes calles empedradas llenas de grnos,
o blancos como conchas en la cosía .
donde las mareas los están siemp16 cubriendo y
(descubriendo. Los que sufrieron todos esas peligros y aún viven
(todavía Los que se quedslon pala casarse después y vivir
en esa Herre. fen paz,
y estarán sentados esía farde recordando} pensando escribh ialvez un día sus memorias,
y su esposa que es de esa tierra} y los nietos juntos
Mis compañeros e11 aquella expedición con Williarn
IWalker,
Aquiles Kewen, el alÍs!ócrafa que cayó peleando
611
Chris Lily, el boxeador, (Rivas
degollado borracho una noche junto a una brillante
(laguna, Willisln Sfocker, Bill, con su cara de phafa, y huen
(muchacho, que se cas6 allá después y vivía junto al lago de
(Managua
En una cabaña solitaria en la froniera,
yo, Clinton Hollins, sin preiensión literaria, me entretengo en escribir mis memorias
y mis pensamientos de viejo retroceden:
Las cosas que hace cincuenfa años supeclierol1
Hispanoamericanos que he conocido
a los que he aprendido a QU61 ar
y aquel color tibio, dulzón, verde, de CenhoBlnérica
deres ya para siempre desaparecidos, dome– ñados por el propio pueblo norieamericano, víctima a su vez de ellos como el hispano–
americano.
En 1956, cuando el centenario de la Gue– rra Centroarnericana contra los Filibusteros de Walker, al conmemorar los hechos pasa– dos, hubo ya poeta que cantara a esos mis–
mos Filibusteros con canto muy distinto al de Pombo y de Irribaren. Ya no son medi– dos todos con la misma medida acerba de la pasión guerrera, ya no son todos "las heces pútridas del libre Septentrión". La voz poé– tica se hace verdaderamente histórica, hu–
mana; las perspectivas, de tan lejanas, se
acercan, y el canto adquiere una tonalidad nostálgica, llena de una honda y humilde comprensión. Ernesto Cardenal, poeta nica– ragüense, traductor de poetas norieamerica– nos y que actualmente vive enclaustrado en
un convento norleaIl1.ericano de cistercien–
ses en Kentucky, escribe su poema: Un nor– tealnericano se pregunta por Nicaragua:
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