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dida la nama que prendiera en 1855 Rafael ['ambo, y en 1905 Rubén Daría, con su Canto a Roosevelí.

·Así, Joaquín Pasos, lanza unas últimas Hechas en su Canio de guerra de las cosas No cree el poeta, y con él muchos otros, que el ciudadano del Norte sirva para la guerra Lo juzgan enervado por el confort, por la buena vida, incapaz de enfrentarse a las es– partanas juventudes de Alemania y ele Italia

y enrnedio del poema trágico y doloroso que eS ese Canio de guerra de las cosas, surge la burla,

Dicen que vais a la guerra.

I Qué vais a ir!

Dicen que padís al alba tOue vais a parlirl

Dicen que sois fuedes, dicen que sois altos, dicen que vais a luchar Dicen que anhelais la lucha,

IQué vál

Dicen que daréis la sangre además

de viejos tubos de dentífrico y de jabón de afeilar

Dicen que vais a acabar con el hambre de los pueblos, pero después de cenar

Dicen que pondréis las cosas

en Su lugar-,

pero hay' mucho lugar sin cosas y rii.uchas cosas sin

Os e'speran esas cosas- (lugar enfurecidas, allá,

y vais El pedir? (Qué val

Allá solo el bronce liembla

y lo hace para. cantar

y voso;1:ros, ya tembláis! Tembláis de miedo a -morir, y dicen que vais a la guerra

¡Qué vais a ir!

a fin de que resuene al través de las edades, allí donde nazca a la liberlad un nombre.

y el gran poeta ecuatoriano, Jorge Ca– rrera Andrade, lanza un exulianie canlo de fe y esperanza, en el que exaHa el coraje he· r6ico y desiruclor de los aguiluchos yankis, cuando sus escuadras poderosas caen sobre las ciudades y los campos de la orgullosa Alemania,

¡Ya van las For1alezas por los cielos de Europa!

Ya avanzan pastoreando sus sombras pOl la tiena. El día mudo y pálido

corre en vano a ocultar torres y chimeneas:

¡Nada les salvará del l'elá~npago súbito, la visita morlal, la llama justicieraI La Cólera de Dios guía a la Annada aérea

IInclina, Nuremberg, las caperuzas de fus viejos fejados m.edioevales! ¡Ahógate M\.U1.Ích en cerveza de olvido!

Viena, Frankfurt, Stufgart: la muerle anda en las

IDe nada sirve, Eiffel, fu mineral de hierro (calles contra los nuevos ángeles I

Hamburgo, como siempre, fu camino es el puedo: ¡busca tu salvación en los barcos que salenl

IOcúltaie Berlín! Tu alarido de espanto Se oye en toda la tierra

No hay sombra proteC±ora para tí, no hay abligo, no hay ~scape posible a tu condena

Ya cruzan las solemnes Forlalezas Volantes atropellando nubes y silencios Cien puebios las escoltan en su viaje Las bendice en secrefo

el corazón profundo de la tierra

Llevan en sus mo!ores domesticado el viento, la libertad girando en las diáfanas hélices y en conserva, en sus botes metálicos, el :h ueno

Peró esto, a esa aÍlura del tiempo, es una excepción:

Roosevelt torna caraderes de caudillo in– iernacional, y no tardan los poetas en can·

larlo. Rober±o Brenes Mesén, gran escritor y gran poeta costarricense, parece haber con– centrado en su poema a Roosevelí el senti– miento del veneraci6n que despert6 en gran– des sedores de los pueblos centro y sud ame–

ricanos:

Llevan la enorme voz del nuevo mundo.

voz de la buena esirella, sus potentes gargantas. Llevan palomas, himnos de las naciones libres. El llanto de las madres luce en su piel metálica, llanto de glafitud del univelso a las naves de Dios

construidas en Amética por las manos humanas

y piloteadas luego por los héroes sen1bradores del alba.

Así el entendimiento entre las dos Amé– ricas parece aseniarse de modo definitivo, de pueblo a pueblo, a medida que trascurre el tienlpo y los políticos del Norie mantienen en la realidad lo que proclaman en sus doc– trinas. Los poetas, auténticas voces salidas de las profundidades populares, siguen fie– les, y el silencio de ellos es el signo del so-siego de esias naciones.

Solamente los poetas al servicio del Co– munismo Inlernacional prosiguen un eterno canto sin eco contra Wall Street, y otros po-

""~ 35-

En las cavernas de las rocas del Tiempo resonará este nombre

1 Roosevelf,

como una invocación a los valles y montañas, corno un conjuro a las olas de los abiertos mares, a fin de que jamás se olvide,

ni en mm ni en fierra, sobre el hClZ del mundo, que si hay hombres y naciones libres, a este Titán de voluntad lo deben.

Tórnese de roca inconmovible el Tielllpo pala guardar su nombre,

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