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Pero a mi no, Pero a mí no.

Al Asia, al Asia va el feliz capitán

Ríen, ríen con blancos dienies los filipinos

So long, fruJas de la Nueva Inglaterra:

Un fransporle cargó con la carga de trigo.

El hOln,bre de los campos que a las ciudades baja

eglógico y tranquilo; el hombre que habaja en la farda carreta que en las piedras tropieza, viendo a los rubios bárbaros se llena de :trisfeza.

Pero al miS1TIO tiempo que esta literatu– ra nace y prolifera en los países de Suramé–

rica, crece en Nor±earnérica un movimiento

favorable a la fraternidad continental. Vo–

ces norteamericanas critican las doctrinas po–

líticas y los ideales americanos, y los con– fronlan con las realidades, tan distintas de aquellos.

Por ello se ha,bla del Sueño Americano (American Dreatn) y de la Realidad que los

de Surarnórica conocen corno nadie, pues los han experimentado, ambos, en la propia car–

ne. El pueblo entero de las dos Américas está atento, y más atento aún cuando desde Europa amenazan la solidaridad americana, el fascismo y el comunismo.

A su debido tiempo, como siempre, Esta– dos Unidos, se da un gran líder. Tiene el idealismo y la visión universal de Wilson.

y también la indon1able voluntad y el rea– lismo del gran Teddy, su pariente. Es Fran– klin De]ano Roosevel±.

El pueblo norteamericano lo elige Pre–

sidente con grandes esperanzas en su New

Deal (Nuevo Trato), más sustancial que la New Freedom, de Wilson. y desde el poder,

y en más de tres administraciones sucesivas,

lleva a los Estados Nnidos al más grande po– derío que pueblo alguno haya conocido en la Hisioria. Al mismo tiempo -al fin de–

l11ócrala, no republir.ano- ofrece a Hispa–

noamérica la Política de Buena Vecindad. En Conferencias Panamericanas se acepta,

COIllO cOIllproIlliso internacional, la docirina

de la no intervención en la política interna de los Estados, se prohibe la agresión de Es– tado a Estado, incluso la agresión económica. Cuba recibe su completa independencia, al desaparecer el derecho de protectorado que concedía a los Esiados Unidos la Enmienda Plati. Filipinas recibe el ofrecimiento I des– pués cumplido) de otorgarle la plena sobe– ranía. Puerto Rico es convertido en un Es– tado libre yo asociado.

Así, cuando estalla la Guerra Mundial Y Estados Unidos entra en ella, toda América,

sin. excepción, la declara. Y esta vez son mí·

llares y millares de hispanoamericanos los

que, volun±arian1.ente, se enrolan en el ejér~

CllO norteamericano para pelear en iodos los confinenies.

Mas no sin que todavía persistan, por aqui y por allá, sobre todo en Nicaragua, la muy sufrida, poetas que mantengan encen-

*

y el hombre laborioso de nuestros verdes campos, el que cruzó las verdes marismas de los suampas, comiendo carne cruda y raíces V fruias

para llenar de oprobio nues±ra~; sangrienias luías, el que ha puesto su caile en fados los azares arrastrado por nuestras loculas militares,

viendo a los rubios bárbaros, lleno de odio y de

(miedo,

Se pregunta con ansia mas responde: I no puedo!

y ofrendaba sus dos senos maduros

La cosecha de bucles y el Inás íntimo

(rrigo

Apples, boys? Wheaí, boys?

Tumbada sobre la hierba,

Sucia de nues1ro barro y faligada de besos, One, 1wo, three, cuántos claros luceros I

y canturreaba lánguida "Sfars Spangled Banner!

En los ingenios de los alrededores. Sobre el bagazo tibio -olorosa basura– Mesfizos y Inulatos violaban

Su vientre, pálido así como la luna.

Son alios, de mirada alliva y pies brufales; hablan en lengua extraña rnientras cnlzan poternes por nuestros arruinados parques municipales,

~ al asombro que causan quedan indiferenfes¡ al deber dan más amplio senJido que nosoiros; a veces hacen rudos ejercicios de poiros,

mientras mancha la paz de nuestras fardes blandas un trapo constelado de asuellas y de bandas

Linda era y apetitosa,

y esposa del capitán de ln,arinos Frutas y mieses de la Nueva mglaferra Arrojaba al ímpetu de los mancebos nativos.

Este mismo poeta, en su Canto a los Pro– letarios del Imperio, hace blanco de sus in–

vectivas a las compañías bananeras, luade–

reras, y a las del petróleo y del salitre.

Alfonso Coriés, gran poeta católico, tam–

bién nicaragüense, en su poema Raza, ±ra–

za una magnífica estampa de los soldados extranjeros, y del impacto que su presencia

causa en nuestros campesinos.

Mas no solo los comunistas atacan el imperialismo: nacionalistas integrales, de ex– trema derecha, también lo hacen: Luis Al– berío Cabrales, aprovecha una incidencia de

la ocupación de Nicaragua para herir, en un poeIna, pequeño y fino corno un puñal, los

prejuicios raciales de la sociedad estadinen–

se. Corno en los romances fronterizos -sal–

picados de vocablos y aun frases árabes– lleva vocablos y frases inglesas, y si bien res– pira odio contra el invasor, deja claramente expresa la alracción del elemento femenino de la Ocupación:

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