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« Previous Page Table of Contents Next Page »cía. ¿CÓtnO no lo han lapidado a Usled que– rido Rubén? Le juro que lo tnerece. ¿Có–
mo, Usted, nuestra gloria, la más alta
\TOZ de
la raza hispana de América, clatnando por la conquista ?
En realidad no clamaba por la conquis– ta. Deseaba ardientemente lo que sietnpre Hispanoatnérica ha deseado: la vida frater– nal, el respeto a los destinos culiurales de atnbas Atnéricas. El odio ha surgido por las
afrentas recibidas. Pero apenas se tiende la m.ano, se acude rápidamenl:e al gesto ami–
gable y se olvidan rencores. Esta es la cons– tante de nuestras relaciones de pueblo a pue– blo con los Estados Unidos.
Cuéniame, oh Raza, que la Dea un día le hizo sentar a orillas del sendero; que en tus faldas cayó el óbolo ariero, que ame la diosa de la faz sombría cogió iu cinturón el extranjero.
Me dicen de tus yácigas impurasJ que hay llantos de Inujer en fu pestaña, que llevas feIneniles vestiduras,
y has puesto a hilar los Hércules de España.
Yo no debo creerlo No lo creo La América libénirnB que hoy veo l-odilla en fiarra, se levantarlÍ
Habla, Profeta y dile: "Lo que ha de ser será", Tú que miras la ola y sabes donde vá.
Los poetnas de Medrano recuerdan el
Estos poetnas los publicó tnás tarde, co– tnO lo veretnos, en un libro titulado El Alma Adolorida de la Pairia.
Mientras esto ocurría en Nicaragua, en
los Estados Unidos se efectuaba una campa– ña electoral que sería de grandes consecuen. cias para el porvenir del Continente. Un partido, el Demócrata, sostenía la tesis del respeto al derecho de los pueblos débiles: Cada pueblo, libretnente debía decidir sus deshnos. Un profesor universitario, Wood–
row Wilson, emocionaba a las masas norte.. arnericanas con su New Freedoln, Nueva Li.
bertad, y en Hispanoatnérica, el eco de esa catnpaña tendría grandes resonancias. Wil–
son triunfaría y aunque ya en la Presidencia, tropas norteaznericanas desembarcaron en
Veracruz y en la República Dominicana, los
poetas nicaragüenses, ya mencionados, no
callaron sus líricas alabanzas al Mesías del New Freedom, al Profeta de la Nueva Liber– tad. Santiago Argüello dió a las prensas El Alma Adolorida de la Patria, pero en larg9 prólogo explica el por qué de su acritnonía con la Nación del Norte, por aquellos días
pasados, lnUY distintos de los presentes, en
que Wilson :lotna las proporciones desmesu– radas de un Moisés que trae las nuevas ta– blas de la ley.
Antonio Medrano -poeta y político– escribe larga Qda a Wilson, y lo dá intnedia– tatnente a las prensas. Ya ha estallado la guerra -la pritnera guerra mundial- y con–
ira el avance gennánico, más que Francia,
se alza COtnO salvador de la Hutnanidad Es– lados Unidos, con su Apóstol a la cabeza. Ya más antes, Rubén Daría ha pasado por Nue– va York, ator=entado y afligido ruznbo al cetnenterio natal, predicando la paz y la ar–
monía para los aznericanos todos:
Paz a la mInensa AInérica Paz en nombre de Dios.
y pues aquí está el foco de una culiura nueva que sus principios lleva desde el Norie hasta el Sur, hagaInos la Unión viva que el nuevo triunfo lleva:
The Sfar Spangled Banner, con el blanco y azur
Puse entonces en mis cantos el fuego de la ira
y eInpuñé como un látigo lB5 cuerdas de la lira
Negro esiaba el Poniente, volví al 0110 la vista,
y en nombre del Derecho maldije la Conquista
y en los azules picos de las montañas mías
Reposaron su vuelo tus águilas bravías
Jardinero de zarzas, cuUivador de orligas,
Cubrí las sendas anfe las hordas enelTligas
Después de esta Conferencia Panatneri– cana los Estados Unidos no vuelven a etn– prender ningún aclo agresivo con el objelo de obtener terrilorios. Pero en 1909, por tne–
dio de una noia en erirema vio] enta y con–
tninatoria, obligan al Presidente Zelaya, de Nicaragua, a abandonar el poder. El gesto favorecía a los adversarios del Gobernanle.
Una' revoluci6n, al aITlparo norteamericano,
iriunfa, y Adolfo Díaz -un proam.ericano-, totna la Presidencia. Poco después -en 1912- este tnistno Presidente, sintiéndose incapaz de debelar una revolución que ya atacaba la capital de la Hepública, pide el desatnbarque de marinos "para proteger las
propi~dades norÍearnericanas" ·-que no exis–
tían-. Estos desetnbarcan y iras breves
combates, aliados con tropas nicaragüenses
gubernativas, restablecen la paz. Este aclo
no ruva repercusíones continentales corno los
otros. Le restaba eco la siluación interna de Nicaragua; cuyo propio gobierno patrocina–
ba la intervención extranjera.
pero en Nicaragua surgió viva la pro– testa: poética y política. Antonio Medrano -que más tarde fuera candidato a la Vice– Presidencia de la República-, escribió poe– tna tras poetna. El mismo, en oda posterior, describiría así su aclitud, dirigiéndose a Wilson:
Santiago Argüello, al miStno tietnpo que en sus versos apostrofa a las huestes de la
intervención, con acriInon~.a y dolor se dirige a sus compatriotas intervencionistas, y a los
indiferentes pueblos de la América Española:
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