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¿1J6nde está ini bandera cubana, la bandera más bella que exisfe? Desde el buque la ví esta mañana

y no he visto una cosa más triste

Con la fe de las almas austeras hoy sostengo con honda energía. que no deben flotar dos banderas donde basta con una: la mía

Algunos de los grandes diarios hispano– americanos, deseosos de complacer el inte–

rés de sus lectores, enviaron corresponsales

a España en busca de impresiones acerca de la situación española después del desastre. La Nación, de Buenos Aires envió a Rubén Darío. Cuando llegó desembarcaban los sol– dados de Filipinas, vencidos, amargados, y miles de leyendas negras circulaban alrede– dor de sus desgracias El pueblo abominaba de sus políticos. Los intelectuales, en su ma– yoria, culpaban de todo el desastre al tradi– cionalismo español. Uno, Cota, proponía en– cerrar con tres cerraduras el sepulcro del Cid.

Oiro, Unam.uno, escribía un artículo odioso,

titulado: Muera Don Quijote. Otros desa– rrollaban temas contra el espíritu de El Es– corial, contra los toros, contra el heroísmo con penacho, contra las castañuelas. Contra todo lo que profunda o superficialmente sig– nificase españolismo.

De primas a primeras, el gran poeta es– pañol de América cOInenzó a criticar a los

peninsulares A sostener las tesis contrarias,

a mostrarse más español que los españoles, a levanlar optimismo alli donde brotaba, co– mo agua caudal, un largo y amargo veneno de pesimismo. Escribía por entonces: "sin ideales pueblos e individuos no valen gran cosa. Ni Cyrano habría accedido a las aga– ñazas de la debacle, ni quien se quedó man– co en Lepanto habría quedado sin perecer glorioso en Cavite o en Santiago de Cuba".

"Esta triste flacidez, esta postración y

esta indiferencia por la suerte de la Pairia, marcan una época en que el españolismo tradicional se ha desconocido o Se ha arrin–

conado COInO BITI\adura vieja". ·'Creo que

el fuerte vasco Unamuno, a raíz de la catás– trofe, griió en un periódico de Madrid, de modo que fue escuchado su grito: Muera Don Quijote. Es un concepto a mi entender injusto. Don Quijote no debe ni puede mo–

rir/ en sus avatares cambia de aspecto, pero

es el que trae la sal de la gloria, el oro del ideal, el alma del mundo".

Como el rey de Suecia y Noruega llega– se por esos días a España y al arribar a sus costas profiriese un grito inlencionado que

la prensa europea comentó: "¡Viva España!",

el poeta americano le contestó en versos vi– brantes de hondo españolismo. No los poe– tas españoles, que estaban callados de vejez o enmudecidos de pesimismo, sino el ame– ricano optimista, el español del otro lado del mar que no lograba contagiarse. y así sa-

ludaba al rey nórdico en nombre de España:

y pues iras la tormenta vienes, de peregrino

real, a la morada que entristeció el destino,

la morada que viste lulo sus puerfas abra al purpúreo y ardienfe vibrar de tu palabra

Mie111ras el mundo aliente, mientras la esfera ghe, mientras la onda cordial alimente un ensueño,

lmentras haya una viva pasión, un noble empeño, un buscado imposible, una imposible hazaña, una América ocuHa que hallar, vivirá España.

Por ese tiempo escribe también otros

poelTIas en que alienia un tenso espíritu de

opilmismo hispano: Cyrano en España, Le– tanías a Nues1ro Señor Don Quijote, Saluta_ ción del Optimista En este último poema

usando el hexámeiro que usara Pomba con~

tra los filibusteros, pero con mayor dominio de la técnica, y mayor aliento poético, vuel–

ve a expresar sus pensamienios y sen±irnien~

tos sobre la suerte de España y de "sus coros de vástagos altos, robustos y fuertes", de allende el Atlántico.

Rechaza la doctrina de Cota, de Ullarnu_ no y de iodos los pesimistas y anli-tradicio_ nalislas. Afirma su fe en el pasado, de la que debe surgir la confianza firm.e del fu– turo, porque sin tradición no hay fuerza vital:

Abominad la boca que predice desgracias efernas, aborJ.l.inq.d los ojos que ven sólo zodíacos funesios, abominad las manos que apedrean las ruinas ilusfres o que la tea enlpuñan o la daga suiCida

Ouién será el pusilánime que al VigOl .español iliegue

(músculos y que al alma española juzgase áptera y ciega y

Itullida?

No es Babilonia ni Nínive enterrad~ en olvido y en

(polvo ni enil e momias y piedras, reina que habita el

(sepulcro,

la nación generosa coronada de orgullo inlTIarchifo, que hacia el lado del alba fija las miradas an.siosas, ni la que, iras los mares en que yace sepulla la

IAilántida

iiene su coro de vásfagos, alios, lobusÍos y fuedes

No se había escuchado nunca, al través

de los siglos, en lengua castellana, ni en len– gua moderna alguna, expresados con tanta nobleza civica, versos corno éstos de Saluta– ción del Optimista. Si la guerra entre Espa– ña y los Estados Unidos, si el abatimiento es– pañol, hubiese sido el pago falal de lan ines– perados tesoros, habría que dar gracias a los dioses de que Se hubiesen cumplido los fu– nestos augurios. Alrededor de ese poema sagrado tejerán en el futuro sus danzas his– tóricas los pueblos hispanos de allende Y

aquende el mar. El espíriiu del Dios de las Naciones sopló esa vez sobre la lira del más alfo cantor de los hispanos.

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