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la liberlad morada,

y freno la ambición y la ley templo

Muer±o Bolívar en desengaño y soledad, proscrito San Martín, desterrado O'Higgins,

asesinado Sucre, fusilado I±urbide, comienza

una larga era de conmociones civiles que se prolonga sin descanso ni ±regua, y sin encon–

±rar base ni para el orden ni para la libertad, hasta fines del siglo diecinueve. Larga his–

toria que Rubén Daría describe en su poema "A Colón", escrito en 1892 en el IV Cen±e–

nario del Descubrimiento:

"Desgraciado Almirante Tu pobre América, iu india virgen y hermosa de sangre cálida, la perla de tus sueños, es una histérica, de convulsivos nervios y frente pálida

Un desasrroso espírifu posee iu Herra: donde la tribu unida blandió sus mazas,

hoy se enciende entre hermanos perpétua guerra, se hieren y destrozan las mismas razas

Duelos, espantos, guerras, fiebre consiante en nuestra senda ha puesto la suerte triste: Crisfóforo Colombo, pobre Almirante, ruega a Dios por el mundo que descubriste

*

Mien±ras eslo acontecía a Hispanoamé– rica, los Estados Unidos empr.endían su po–

derosa organización: compraban a Bonapar–

±e -por mano de Jefferson- la vasta Lui– siana y la poblaban de nuevos y florecientes Es±ados, obtenían la Florida de España, lo– graban de Ingla±erra el Oregón, y acercán–

dose a México, en anarquía, lo vencían rápi–

damen±e en 1848, y por tratado y venía ob–

tenían California, Arizona, Nuevo México y Texas. De este rápido avance amenazante, y de la d~rrota mexicana, no se encuentra

eco alguno en la poesía hispanocamericana. Parece más bien que los países del Sur, al me–

nos los centroam.et'icanos, vieron con buenos

ojos que surgiera en el Norte una fuerza que

contuviera, corno en efecto coniuvo, los de–

signios de Rusia, que ya dueña de Alaska pugnaba por apoderarse de California: una

fuerza que conminara a detenerse en sus pla–

nes de conquista a Francia y España, y es–

pecialmente que fuera una esperanza para

librarse de las garras de Ingla±erra.

Por 1848 Inglaierra ocupaba un lercio

del territorio de Nicaragua, la isla de Alua– pala en el Golfo de Fonseca, las Islas de Co– lón en el Atlántico hondureño, y man±en5a en zozobra a los pequeños gobiernos del Is±– TIlO con las arrogantes pretensiones de sus

cónsules, que eran en estas tropicales tierras verdaderos procónsules romanos.

De tal modo que, cuando en 1849 Esta– dos Unidos envía su primer diplomático a Centro América, el competente Squier, estos

pueblos lo reciben corno a un libertador. Desde Gua±emala a San 'José de Cosía Rica las capitales abren con júbilo sus puertas, y

los poetas ±oman sus liras civiles para en±o_ narle loas. En Nicaragua, la nlás maltra±a_ da por Ingla±erra, su viajf' fue triunfal. Has– ±a los más pequeños pueblos por donde pa–

sa lo agasajan, aunque desee guardar el in~

cégnito. Así en la villa de El Viejo, por ejem– plo. Squier dice en su notable libro sobre

su viaje a Centro Arnérlca: IlYo había creído

que mi visita a El Viejo era desconocida, fue– ra de la familia que nos hospedaba. Yo ha– bía estipulado que nuestra incógnita sería rigurosamente guardada por nuestro anfi–

trión. El estaba por eso muy apenado cuan–

do me anunció que a la rrtañana siguiente

la Municipalidad de la villa estaría allí para

presentar sus respetos al Minis±ro Arrterica_

no. No había aira al1ernativa sino aceptar

y hacer creer que estaríamos rnuy compla–

cidos. Puntualmente, en el momento que el reloj señalaba la hora, una banda de luúsi– cos precedidos de una docena de hombres que disparaban bombas, emergieron del Ca– bildo en dirección a nuesira casa. Iban se– guidos por el Alcalde y el Cura de la ciudad, el primero con sus rojas bandas y bastón con empuñadura de oro, y el último con su ropa de gala y sombrero de copa; después de ellos venía una muchedumbre de hombres, mu–

jeres y niños. Los músicos tocaban con ener–

gía digna de mejor ocasión y los hombres

de las bombas rnBI1±enían una incesante des–

carga. Los músicos, la Municipalidad y los sacerdotes, cOIl un seledo ,grupo de promi– nentes ciudadanos, entraron en la sala. El populacho tenía que contentarse con mira" por iurnosdesde las puerías y ventanas

abierias". .

"Después del cambio de saludos y de una muy hermosa bienvenida del primer Al–

calde, nos dijeron que los músicos estaban prE?Pé¡.r'é.ld:0s con un.a canaió.n. c()mpues±a eXR

presamelfle para mí, y pedían permiso para can±arla". El título de la canción era largo

y elocuente: "Canción con que la: Munici–

palidad de la Villa de lOl Viejo, en unión de

los señores presbíteros Don Relnigio Salazar,

Dean de la Santa Iglesia Catedral y el doctor Don José María Guerrero y Licenciado Don Evarislo Hacha, felicitaron al Señor Minis±ro

Plenipotenciario de los Es±ados Unidos del Norte, en su llegada a esta Villa el 5 de Sep– tiembre de 1849".

En esos misrrtos días, el por entonces me–

jor poeta de Nicaragua, Francisco Díaz Za–

pala, publicó un poema titulado: "A la Ban– dera de los Es±ados Unidos", que en parte decía:

Todo bajo tu imperio tiene vida Portenfosa bandera esclarecida Yo te saludo de eniusiasmo lleno,

y henchido de placer y de esperanza,

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