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Nor couni fhe:m iheir lords bui ihe fellows in trade
Then ihink strange ihings are come to light, Whereof bui few eyes have had a foresight"
Versos que en castellano dicen poco más
o menos:
"Cuando la Nueva Inglaien a conturbe a la Nueva
(España, Cuando Jamaica sea señora de las islas y el mar; Cuando España esté en el riñón de toda América,
y la ciudad de México sea todo lo que Madrid.
Cuando América no envíe afuera su tesoro
y: lo emplee en casa para su placer; Cuando el nuevo mundo invada al viejo;
y no se crea su amo sino compañero en fratos:
Entonces extrañas cosas vendrán a luz Que muy pocos ojos habrán previsto
En este poema vaticinador hay un verso que define con anticipo la historia politica de los Estados Unidos con respecto a Hispa–
noamérica::
"When New El1gland shall frouble New Spain",
En efecto, cuando ya la Nueva Inglate– rra se había convertido en el naciente y po– deroso Estados Unidos de América, y cuando la Nueva España, es decir México y todas las naciones de habla hispana, se habían inde– pendizado y trataban de organizar sus go– biernos, conturbó esta organización la in– fluencia ideológica y diplomática de Wash– ington.
Bolivar, San Martin, Sucre, O'Higgins, Iiurbide, los máximos libertadores de Hispa. noamérica, lucharon por organizarla confor– me a las peculiaridades de cada región, co,,– forme a la idiosincracia y grado evolutivo de sus pobladores. Otros libertadores de Se– gunda fila, Santander, Córdoba, Guadalupe Victoria, Santana y demás, soñaron y lucha– ron por organizarla conforme en un todo a la ideología norteamericana de gobierno. Y la Nueva Inglaterra, Washington, apoyó a estos últimos con natural calor y a veces de modo diplomático directo.
Ya desde mucho antes el genial politico Jefferson había ideado la unidad de regíme– nes politicos de América, teorizando en el sentido de que los regímenes monárquicos
europeos, de por sí tiránicos, eran contrarios
a los in1ereses de las dos Américas, antici– pándose en cierto sentido a la Doctrina de Monroe, que resultó como un corolario de la doctrina de Jefferson. Decía éste: "La Amé– rica, la del Norte y la del Sur, tiene una se– rie de intereses distintos de los de Europa, particular y propiamente suyos. Ella debe tener, por tanto, un sistema propio, separado y aparte del de Europa. Mientras esta últi-
ma labora por llegar a ser el domicilio del despotismo, nuestro propósito debe set, segu– ramente, hacer nuestro hemisferio el de la libertad". (1} Gran número de ideólogos hispanoamericanos hicieron suya esta doc– irina de Jefferson, y luego la de Manroe, y
lucharon y algunos hasta murieron, por ellas.
Cuando Iiurbide independizó México y
luego se coronó emperador, comenzaron lu–
chas intestinas jefeadas por partidarios de las doctrinas norteamericanas. Y es ya muy
conocida la decisiva influencia que en la nUe–
va organización republicana de México tuvo el sagaz diplomático de Washington, Mister Poinse±±.
Centro América se dividió, como el pro– pio México, y surgieron los partidarios de
anexarse al Imperio Mexicano, y sus contra–
rios. El Estado de El Salvador, guiado por un sacerdote católico, y prócer de la Indepen– dencia, Don Matias Delgado, llegó al exire– mo de proclamar su anexión a los Estados Unidos para librarse de la anexión al Impe– rio Mexicano. Para este sacerdote pesaban más las doctrinas republicanas que otras con– sideraciones de índole sociológica, como el habla común, la común religión y la analo– gía de costumbres centenarias. Esa anexión proclamada no pasó de ser simbólica y sin– tomática porque los Estados Unidos estaban muy alejados del Estado centroamericano que por boca de sus próceres locales deseaba ser una estrella más en la naCiente constela– ción norteamericana. Los Estados Unidoll no habían conquistado todavía costas sobre el Pacifico, y El Salvador era una pequeña y lejana faja territorial sobre ese Océano.' El acto había sido extremadamente romántico, peto indicaba hasta qué extremo las doctri– nas jeffetsonianas influían en 10$ politicos
ceniroamericanos.
El caso de Bolivar es más patético aún. Libertador de varios Estados, diver$os entre sí, extensos, alejados unos de otros, de dis– tintas idiosincracias y grados de evolución, vaciló entre varios regímenes, intentó la mo– narquía, ideó la presidencia vitalicia, creÓ el senado hereditario, buscó el apoyo de In– glaterra y de Francia, pero siempre se mos– tró contrario a la imilación del régimen nor–
teamericano,
Desde 1810, antes de asentada en defi– nitiva la independencia, decia en su discurso de Angostura:" las leyes deben ser rela– tivas a lo físico del pais, al clima, a la cali–
dad del terreno, a su situación, a su ex±en–
sión, al género de vida de los pueblos, refe– rirse al grado de libertad que la Constitu– ción puede sufrir, a la religión de los habi–
tantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su corrtercio, a sus costumbres,
a sus modales He aquí el código que de– bemos consultar y no el de Washington".
Pero al código de Washington, como a la Esfinge, consultaban obsecadamente los intelectuales colombianos, acaudillados por
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