This is a SEO version of RC_1965_02_N53. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »la. estación de treinta a cincuenta hombres, a quienes se les. r:aga semanalmente y Se les
auple con provIsIones en conserva y h'anspor~
facias sobre caminos que al efecio se hacen,
o llevadas en canoas a muchas leguas en el
interior.
En tiempo de escasez, estos suministros se traen en pipantes desde los puedas marí–
iírn os , o río arriba, en barcos anclados en las barras, viaje que, flecuenlemen.te, .l:orna un
mes de ida y regreso. La mayoría de los caries que se han hecho en Honduras están ba.jo los auspicios de firmas inglesas y euro– peas. La manera de corlar y enviar la caoba a. los rnercados es casi la misma en toda la zona. del Caribe. En Belice, Tabasco y airas
estaciones más frecuentadas se han introdu– cido procedimienlos lTIodernos, pero el mé–
todo que ahola se sigue en el Guayape, Ja– lán y Guayambre tal vez servirá para ilus– trar el que se emplea en Honduras, o al lTIe– noS en su parte oriental que es hasta hoy lan
solo un campo de operaciones lin1.i±adas.
La rutina de las estaciones permite sólo seis meses del año para el negocio. En los primeros días de diciembre el dueño de un
corie comienza a reunir sus trabajadores, mu–
chos de los cuales son negros de Jamaica,
cuyas cos±urrtbres y proporciones físicas los
adaptan peculiarmenle para tales ilabajos. Para entonces han gastado las ganancias de
la anterior Tem.porada en canúsas vistosas,
en bandas rojas y en los demás artículos de
vestuario para ellos y para sus mujeres, o a
menudo las han dejado en las mesas de jue– go de monte, Todo lo que no les servirá en el bellque se queda en casa ya que los tra– bajadores laboran casi desnudos.
Los cories son conjunfos iemporales de
cabañas techadas con paja y colocadas tan
cerca de un río como rrLejor lo pern1ita el
lugar. La mayoría de los cortadores se ad– quieren en Juticalpa y el bullicio de los pre– parativos aninla aquel lugar por unos pocos días antes de su pariida, cuando acompaña– dos de varias mujeres (iortilleras), los gru–
pos se marchan a sus respectivos benques
r
bajo la guía de un maderero o un buscador, quien es en general seleccionado entre los
~e más experiencia e inteligencia enfre los
]amaiqueños.
Las cuadrillas del señor Ocampo se sub–
dividí.an en grupos de ocho a diez individuos
cada uno, con un jefe; las mujeres trabajan
Como cocineras, reciben sus raciones selUa–
nalmente del mayordonco del carie y se les paga un pequeño salario por sus ocupacio– ne;<. Se han hecho intentos para imporiar maquinas moledoras de maíz para así elimi–
nar las mujeres, que, según parece, no limi–
;rn sus lalentos a las labores culinarias, sien-a fuente inagolable de peleas y celos entre
los bravos y los negros, que rivalizan por conseguir el favor de las tor±illeras. En Ga–
leras vi cerca de unas doce de estas máqui
nas. arrinconadas COrrLO chalarra inúfil: ha–
bían sido sumariamente expelidas de los COl'–
fes de caoba por una protesta unánime, sien–
do las más exaltadas las propias rnujeres con– tra este ataque a sus privilegios de tiempo inmel'norial¡ y la toriilla, con su procedinlien– to laborioso y a paso de tortuga, Se volvió a eslablecer entre el regocijo triunfaníe de sus defensores.
Cuando la cuadrilla llega al cm'te proce– de de inmediato a construir nuevas chozas o a reparar las viejas, mientras los buscado–
res, que se convier.ten en hombres irnpor±an–
tes, van a los bosques y después de una lar–
ga discusión seleccionan el lugar más a pro~
pósÍlo para los benques. De su opinión de–
pende, en alto grado, el éxito de una íempo– rada. El lugar debe combinar, ían bien co– mo fuere posible, la proximidad a un río, con la facilidad para construir caminos; los ár–
boles deberán ser nUITlerosos para evitar una
segunda construcción de vías durante la tem– porada y estar situado de tal manera que evite el desc'ombro de mucho árbol. Un lu· gar así, que reuna íodas estas facilidades, es raro enconh arlo y la aperiura de carninas para la salida de la madera después de bo– tada, es generalmente una parte considera· ble de la labor. Los buscadores van provis– tos de un caracol que tocan de cuando en cuando para que sus compañeros lo contes– ten. Los caminos se construyen direciamen–
te al río, el caracol les sirve como guía, por–
que entre estos bosques enormes y silencio–
SOB, la densa maleza presen.ta una barrera
impenetrable al paso del hombre o del ani– mal. Creo que el señor Ocampo goza del privilegio exclusivo de coriar caoba en esta
región y, por consiguiente, no tiene compe– lidores o rivales, corno pasa en Belice y en
otros lugares de la zona del Caribe. Para botar un árbol se construye un andamiaje (1) alrededor del tronco y como a ocho pies del sU,e10 y se designan dos hombres para cada arbol. La madera del tronco se pre– fiere a la de cualquier otra parle. pero las ramas, generalmente, dan la clase más apro– piada para la confección de los trabajos más Iínos. El espectáculo de la caída de un ár– bol de caoba es uno que no se puede olvi– dar. Al desplomarse de su sólida base, el gigante de los bosques lropicales cae con es– trépito sobre los árboles vecinos quebrándo– lo todo con sus brazos extendidos, abriendo un inmenso claro en la espesura, Diferente a los pinos, este árbol raramenie se raja o quiebra, ya que su gran resistencia le per– mite arrollar todo obstáculo cuando cae.
Común es la aseveración de que la vida
(1) En In Coota Norte le llamaban balichú al nndllminje.
-153 -
This is a SEO version of RC_1965_02_N53. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »