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« Previous Page Table of Contents Next Page »gan de las ramas robustas hasta el suelo, presentando un encaje de verdes hojas y en– redaderas entremezcladas con manchas ro– jas y violeta que indican la presencia de :!lo– res raras y sin nombre. El cacius, que :!lore– ce de noche, y el pasa1:le moteado como el ala de una bella mariposa, combinaban sus colores con la exuberante hoja de aire, vién– dose todo el panorama como si fuera a tra– vés de un cristal ahumado. Las ceibas, de proporciones gigantescas, con los jardines colgantes de las parási:las en sus ramas, mos– trando en lo a1:l0 mantos de verdor muy arri– ba del alcance del hombre. Entre las raíces, a largos trechos, notaba, mientras los cruzá– b,amos, las huellas de caminos que condu– Clan a corles ahora abandonados y en cuya vecindad toda la madera útil ya había sido aprovechada. Hasta el mismo Corfe Sara, según me expresó el señor Ocampo, estaba ya terminándose y, sin duda, al momento de escribir, ha sido ya abandonado. En el de– partamento hay doce codes.
Sin duda alguna, Olancho es, entre las regiones produciivas de caoba en Centro América, la más impodante, porque sus tie– rras de aluvión y las márgenes de todos sus ríos tienen bosques inagotables. Este árbol crece con una exhuberancia majestuosa por sobre todos los demás y, con excepción de las palmeras, es el más a1:l0 del reino vege– tal en Honduras. Sus ramas se exfienden a lo ancho y a lo a1:l0, revesfidas con follaje perenne y, además de ser un adículo impor– tante de exportación, su madera sirve para muchos usos en la vida, tales como material de construcción y para la fabricación de mue– bles para el hogar. (1)
A todo lo largo de la costa desde el río Motagua hasta el Cabo Gracias a Dios, los ríos están bordeados por bosques de caoba y, aunque no en iguales canfidades, los que desaguan en el Pacífico también abundan en bosques de esta madera preciosa. El Ulúa, el Chamelecón y sus a:!luentes, el Limón, el Aguán o Romano, el Tinto o Negro, el Gua– yape o Patuca, y el Wanks, que desembocan en el mar Caribe, son todos campos de ope– ración en el corfe de la caoba que, aumen– tados en los ú1:limos treinta años, apenas han dejado una marca en la selva ilímite pro– duciora de ésta y otras maderas de valor. Algunos de los lugares más asequibles son
(l) "E, uno de loa árbole~ mas bellos y mo.jestuosos Su tronco al·
canzlI con frecuencia una. lonititud de 40 pies y un dlárnotlo de 6. y !la divido en tant03 bra:<:o9. tornldos, y Quoja la I!ombru de 8U brillante follaje lIobl'e una extensión tan llnlpllo, que ¡><leos 901\ 103 monarCllS dél mundo
vegetal Q.ue pucden superado en magnificencia La eaoba honduréña 8al0
en lrans de dos R. cuatro pies por lado y do 12 ti. 14 pies do largo, per() algunas dé la; trozas Aon mayores aún Al igual t'\U(' el pino. crece mejor
en un suelo seco y rOd)SO, en Il1gA~ abiert03 La más ucccsible que se encuenlra en Honduras crece
('11 U<.>rras bajo.." y humedas, siendo inferior a
la que 8alé de Haiti y de Cuba Pero la caoba hondurefia tiene ID ventaja de asimilar mejor el pegamento y, por e:st.3 raron, sir\'e de mejor base para
un enchapado milI! tino En unA ocasión, un 6010 nrbol dio tres troZ()S de 1ú
ple:J de largo y 8S pulgadas por lado". Lib. Ent. Kno"/l. vol. on Timber.
T.rc:ea and :Vmitll.
todavía bosques vírgenes, intactos, y sin du da así seguirán por muchos años. En ei Ulúa, Mr. Follen, Cónsul Americano, ha Ue vado a cabo, según supe, los más grande~
corles en el país, en razón de que el GObier
no le ha dado concesiones valiosas, por Cier–
tas consideraciones especiales. Mucha de l~
madera se embarca directamente a los Esl a . dos Unidos, aunque también va en cantida_ des considerables a Belice, en Yucatán, y
ayudan a completar los grandes cargamen, ios que por muchos años han ido desde aquel puerto hacia Europa. Desde hace cinco años
en conexión con el señor Fernández, dos in:
gleses han eslablecido codes de caoba en el Aguán, siendo transportados los produclos en balsas a la barra del río, de donde Son cargados, según se dice, en barcos de dos. cientas toneladas.
También hay establecimientos en el río Negro, los del Wanks han sido obstruídos en los últimos años por las balsas llevadas por la corriente, que se han acumulado en la boca del río. El comercio de la caoba en el Wanks fue primitivamente de tanta impor– tancia que se abrió un canal navegable des– de el río principal al pequeño atracadero de Gracias a Dios, a través del cual las balsas eran conducidas para su embarque. El ca– nal, se dice, ha sido rellenado con los depó. sitos de aluvión del río.
En la costa del Pacífico de Centro Amé· rica, que rodea la bahía de Fonseca, el trá· fico de la caoba ha sido ensayado con éxito regular desde el establecimiento del comer– cio con California. Balsas de caoba se traen desde las tierras bajas por los ríos Goascorán y Choluteca. se llevan remolcadas a la isla del Tigre por bongos a través de la bahía hasta el aserradero del puedo libre de Ama· pala, donde son aserradas, pero en canfida– des limitadas. Cerca de Acajutla, puerlo de mar de El Salvador, hay bosques de caoba y de otras maderas preciosas, que en este fiem– po están llamando la alención de los capita– listas de San Francisco, pero el tráfico de la caoba en el lado del Pacífico de Centro Amé–
rica requerirá todavía IUuchos años para con~
varfirse en renLunerativo y perIUsnen±e, no
habiendo mercado seguro para la madera y
no se han hecho intentos, como los de Costa Rica y Nicaragua, para embarcar a Europa maderas de brasil y de campeche.
En la costa del Caribe constituye el ne– gocio más lucrativo, y es la fuente principal de ingresos de la República de Honduras, Los derechos de exportación son insignifican– tes y se cobran por empleados que fácilmen– te se dejan sobornar, así que ni la décima palie de los impueslos se recauda. Necesa– rios son para el éxito de este negocio, capi– tal, una gran inteligencia e industria. Un corte o benque, a menudo emplea duranl e
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