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Las mujeres. limpiamenÍe vestidas, con chales de colores chillanÍes, se hincaban dan– do el rostro hacia el altar y murmurando muy quedo sus rezos, produciendo ese ron– roneo peculiar que se oye en las muchedum– bres. El sermón fue dicho por el ÍalenÍoso y joven Padre Cubas y fue ateniamenÍe escu– chado por iodos. Como Olancho es una aris–

tocracia democrática, todas las divisiones so–

ciales se olvidan a la puerta de la iglesia y ricos y pobres se arrodillan lado a lado.

El incienso que se usa en las iglesias es produCÍa de un pequeño árbol que crece en las sabanas de Olancho y por lo común se encuenira cerca de los arbusÍos de la goma arábiga. Se recoge crudo, en pedazos de co– lor amarillo pálido; se parece al maíz Íosia– do y se expone para la venta en Tegucigalpa y Juticalpa. Su perfume es muy graio y se USa para fumigar los cuartos de los enfermos en las grandes ciudades de Centro AInérica (1) . El es10raque, o resina del Siyrax Offi– cinalis, también se queIna en las iglesias.

Varias clases de estas resinas se encuentran

en Olancho. Todas son conocidas con el

nOIl1bre genérico de "incienso". La iglesia

de Juticalpa no tiene sino una cosa de valor, cual es una cadena de oro sólido, recamada de pedrería y que, según supe, fue el regalo hecho por el salteador de caminos Guijano, en su lecho de muerte, a fin de que Se dije– ran oraciones por la salvación de su alma.

Concluídos los servicios religiosos el res– io del día se dedicaba al placer y al holgo– rio. Al volver a la plaza me enconÍré con veinie jinetes, varios de ellos hijos de ricos hacendados. La corrida de toros no se lle– varía a cabo sino hasta el siguienie día; así que, juntándome a ellos, cabalgamos por la pequeña ciudad; mis acompañanies que ra– ramenie visitaban Juiicalpa, aprovechaban su tiempo para ver Íodos los deportes posi– bles. Hubo carreras a caballo, en las que los participantes, enlazando sus manos y a ioda velocidad, corrían de lado a lado y de cuatro a seis de frenie. Una procesión de máscaras puso a la ciudad en apuros con sus bromas locales y nuestra comitiva cambiaba agudas bromas con iodo grupo de caras bo– nitas que enconÍraba. Las mujeres iban en procesión, llevando en hombros a la Virgen. vestida con el ropaje visioso de una bella

campesina, por cuyo servicio esperaban re–

cibir su especial ayuda y proÍección en even– Íuales dificultades.

Al aÍardecer, la escena de las noches an– teriores se, r,enovaba pero con un Íriple en– iusiasmo. Una iransparenie iluminación re– preseniaba a un ioro de iaInaño natural, lle– vado a través de las calles con acompaña– miento de instrumentos de cuerda y de vien-

(1) Se retiele al Copal.

Ío y de una mulHiud de gente. Más tarde este toro se colocó en una de las numerosas fogatas donde desapareció en un remolino de humo y llamas (11.

Al día siguiente el foque del fambor el ruido de los jinetes nos despertaron a teJ prana hora. A las diez de la mañana el pri. mer toro fue soltado en la plaza, donde es. taban dos picadores e igual número de hOtt\. bres a caballo con lanzas. Todo Juticalpe se hizo presente en la plaza. El balcón del segundo piso de la casa del señor Gardela es. taba lleno de damit"s de las mejores fatuí. lias, ataviadas con alarde de lujo y el balCón de abajo se hallaba repleto de mujeres del pueblo, no menos lucidas. La fuerte barre. ra de roble construida para la ocasión esiabe abarrotada de gente, que Se encaramaba en todo lugar concebible para poder ver desde allí el desarrollo de los eventos.

Los toros habían estado vendados y sin alimento desde el día anterior y se hallaban ahora bramando de furia. El primero, así que se le quitó la venda y ya libre de las bao rras, salió rápidamente y iroió imperioso y

desafianie por toda la plaza. Los ioreros es. iaban en guardia. De súbito el animal dio una rápida vuelta hacia el hOInbre que se hallaba más cercano, que lo esquivó; quizo refugiarse en un iriángulo de posies gruesos que había en el ceniro de la arena, pero ano fes de que pudiera llegar a ellos el toro lo había derribado pesadamenie contra el SUe. lo. El animal, enfurecido, le insertó los cuero nos debajo del cuerpo, lo balanceó un mo– menio y lo lanzó al aire como un cohete. Los otros lidiadores corrieron a distraer la aiención del animal, mieniras el herido era conducido fuera. Tenía rotas varias cosli. llas y un brazo, además de algunas lesiones internas, murió al día siguiente.

Este comienzo inforfunado enfrió mo– meniáneamenie el entusiasmo, pero el he· cho fue olvidado luego y el iormenio de los animales continuó. El entreteniInimenio de

una corrida de toros, a menos que se conduz~

ca en la escala de las grandes exhibiciones de Cádiz o Madrid, pronio empalaga el gus– to de los extranjeros. La cereInonia de en– sillar y moniar el toro exhibe una iemeridad y un derroche de valor para los que uno na está preparado. Un jineie arroja su lazo a los cuernos del ioro y. pasando el exiremo de aquel a iravés de las barreras, el animal eS halado Inientras muge y lucha, hacia el cerco, en donde se le tiene firIneInenie cabe– za abajo Inieniras Se le coloca enciIna la "al– barda", se acortan los esiribos y se monia un

"vaquero" atolondrado, que no vacila ni un

momento. Se suelta entonces la gaza y allá salta la beslia loca, retrocediendo, corcovan·

(1) Es el llamado Toro·Fue2:O

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