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« Previous Page Table of Contents Next Page »Al principiar la función Hoy el gremio de La Unión Viene a pedirle a porfía. Que al punto de medio día
En vuestra casa estaréis
y que de allí tiraréis La bomba, fusil o cohete. Que pago tendrá el juguete De María no dudéis
Pues, el Gremio de la Unión Lo festeja con porfía".
Acatando esta petición hicim.os continuas descargas y salvas con pistolas, rifles y mos– quetes hasta entrada la noche. Don Fran–
cisco, cuya satisfacción por tantos visitantes
aumentaba proporcionalmente a las filas que se fOI'n)aban a su puerta, tenía dos mucha– chos indios especialmente desmenuzando pa– pel para hacer los tacos, y para que atendie– ra a todas nuestras necesidades. Estábamos todavía disparando cuando mi buen amigo el Padre Buenaventura llegó y. tomándome por el brazo, me dijo que deseaba que yo le acompañara a dar un vistazo por la ciudad.
Esta noche se llama "Vísperas de la Virgen". Anduvim.os en medio de la multi– tud, cambiamos saludos, y vi mi importancia aumentada considerablemente por mi intim.i– dad con el Padre En todas partes era reci– bido con demostraciones de respeto y afedo. Pero el Padre me llevó hacia las afueras, a la parte occidental de la ciudad, donde en– tramos en una casita muy cómoda y me mos– tró a dos de sus muchachitos 1 "Ah, Padre Buenaventura", le dije, "yo creía que los clé– rigos católicos no se casaban".
"Bueno, hijo, así es", replicó negligenie– manie, y cambiando la conversación me pre– sentó a una muchacha morena, cuyo pareci–
do con los chicos me reveló que ella era la
madre. "Ahora", siguió diciendo el cura, lile
mostraré a usted c6mo vivo. Esta no es mi
casa, pero mi familia aquí reside".
La mesa estaba ya servida y nos senta–
mos a comer una gallina asada, con riel,
pan indio, café y mantequilla. Desde mi llegada a Honduras siempre iuve un apetito de tigre. Los manjares del cura pronto de– saparecieron. Después de éstos abrió él una botella y me sirvi6 un poco de aguardiente del cual, según juzgué, él ya había catado. De aquí nos fuim.os a la "plaza" y hasta cer– ca de la media noche anduvimos vagando entre los grupos de gentes, cuyos rostros se iluminaban con los resplandores de las bom– bas y de las fágatas.
Al día' siguiente, la hija del señor Garay llegó de Tegucigalpa y grandes fueron los fes– tejos que en su honor se hicieron en la casa. Un rebaño de ovejas fue traído al patio des– de la hacienda de La Concl3pción Y seis fue-
ron seleccionados por el propio viejo para la. semana de fiesta. Una bonita vaquilla, que se estaba engordando exprofeso, fue sacrifi. cada, se hicieron pasteles y el júbilo fue ma.. yor todavía Corno la mayor parte de los viejos olanchanos, mi huésped era un epicú. '·eo. Variedad de guisos y sabrosos platos le fueron puestos en la mesa que, por regla ge. neral, él deseaba que yo compartiera.
También poseía el arte, por larga prác– tica, de preparar ciertas bebidas que eran de. liciosas. Entre ellas había una a la cual, in. variablemente, yo le hacía honor. Era he. cha de tamarindo y comúnmente Se servía. por el mediodía, diredamente de los piche. les de barro, envueltos en varios lienzos hú. medos y expuestos a la corriente de aire pa. ra su enfriamiento. La preparación de esia bebida es sencilla. De un tonel con la fru. ta, que parecía haber sido convertida en pul. pa y liberalmente mezclada con el jarabe oro dinario del país, se extraía una cantidad de licor espeso, un poco fermentado, que se di. luía para poderlo beber, y lo que se asenia. ba en el pichel se volvía a meter en el tonel. A esto se le agregaba canela en polvo, pi. mienta gorda y hierbas aromáticas (recogi_ das en las colinas vecinas) para darle me– jor sabor. El licor, sin las especias, Se utili. zaba a menudo durante y después de las fiebres.
El señor Garay era muy aficionado tam– bién a una mermelada de naranja que él se servía en platillos cada noche antes de acos– tarse. Esta preparación contenía un infusión ligera de vainilla y una substancia aromática de propiedades narcóticas, razón por la cual, sin duda, el viejo caballero la comía y gentil– mente deseaba que sus huéspedes participa– ran, a fin de que pudieran dormir a pierna suelta durante toda la noche.
Varios hermosos árboles de tamarindo,
cOl~spicuos por su frondosidad y sus hojas verde pálido, tronco redo y ramas irregula– res, crecían en las calles y en los solares de Juticalpa. La fruta contiene de cuatro a sie· te semillas; las vainas, agrupadas en abun– dancia entre las hojas, aparecen en Noviem· bre y en Enero. ya están listas para su reco· lección.
Este era el primer día de la "función", Temprano de la mañana nos llegó la noticia de que el General Zelaya, con su familia Y hermanos, llegarían a la ciudad antes de la noche. Don Toribio, el segundo hijo de don Chico, llegó anticipadamente con varias mu– jeres a fin de poner orden en la casa. L .. · y yo montamos y salim.os hacia Ma~aca al
encuentro de la cabalgata. Diez millas afue' ra de la ciudad la encontramos pero, con pe– sar mío, el General no venía en ella. La se· ñora estaba todavía gravemente enferma Y
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