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t de cuando en cuando se hincaban y re–

e~tían con verbosidad de loras, selecciones

~el Misal, o se inclin.aban devotamen~e h~-

'a la figura de la Vlrgen, cuyo ropale bn– fl'a nte y holgado y sus ojos de abalorio la ha-ían decididamente lo más prominente en

G sia ocasión. Mas que otra cosa me hizo re–

~ordar las figuras de los mandarines con sus

cabezas rizadas. Desde luego que yo per–

manecí descubierto e hice nli mejor reveren–

cia ante ella.

1\1 anochecer toda la ciudad estaba albo– rozada. Los cohetes y las fogatas se dispu– taban el dominio del aire y alrededor de la laza se podía ver cómo las llamas iban de

~q\l\ para. allá. enviando su luz contra los l'DU– ros ele la 191esla. Todo el que pasaba frente

al edificio sagrado se descubría y varios se

hincaban al hallarse ante sus puedas. Se

erigieron sendos chinamos y mesas de juego,

como se hace en los Estados Unidos duraníe los días públicos. En los primeros se vendía chicha, tiste, chocolate, ponche de aguardien– te huevos, caramelos, queques, fuegos aríi–

Ii~iales, fruías, y estampas de la Virgen, en las mesas de juego se congregaba la multi– tud de vaqueros, fuertes y bien conformados; los colÍadores de caoba; los recogedores de zarzaparrilla, los cazadores de venados y mu–

leros, cada quien con su muchacha vis±osa~

mente ataviada para la ocasión y c01npar– liendo las cordia1es risas estruendosas y las exclamaciones de desencanío. Entre la mu– chedumbre, los indios de los establecimien– tos de Los Indígenas del Este del depada– mento se movian discretos pero igualmente vivaces y amables. Algunos de ellos habían llegado desde La Conquista, San Esteban y de El Dulce Nombre, se hallaban bien vesíi–

dos, eran de buen parecer y en gran canti–

dad los de eatacemas. En ellos podían ver· se ejemplares del arte exc1usivo de las razas indígenas americanas: los nlantos de plu– mas. Muchos estaban confeccionados con rara habilidad, haciendo patente el gusto en la disposición y el contraste de colores, que en vano podían haber intentado artisias más cul±ivados.

Las aves de los plumajes más vistosos de la floresta tropical prestan su contribución para la manufaC±ura de estos m.antos. Uno d,;, los indios, descendiente según creo de la

tnbu de los xicaques, descritos por Juarros,

prometió hacerme una descripción del méto–

do cómo se fabrican, pero mi nuevo conoci– do, a quien en razón de su promesa le había

dado varios puñados de m.onedas de cobre para que los jugara al n'lOnte, perdió parcial– mente su memoria bajo el efecto demasiado fUerte de la botella de aguardiente, y cuan– do terminaba la función, desapareció súbita– r'ente con sus demás compañeros. El man– o <;Iue yo compré al individuo se perdió des– PUes, de mi alforja.

El a ahora que empezaba yo a darme cuenta de la extensa población de Olancho y

de sus capacidades de defensa. Cientos de hombres a caballo se movían ah ededor de la plaza, desplegando una gracia ecuestre

que, en una carga, los haría contingente va–

lioso en cualquier regimiento de canallería en Hispano América. Las calles de la ciudad estaban abigarradas. Es esía facilidad con que se congregan en la ciudad las gentes de las aldeas cercanas de San Francisco, Juíi– quile, Mamisaca, Las Dorillas, San Nicolás, La Concepción, y El Plomo, lo que ha indu– cido a errOl en cuanto a la población de Ju– licalpa. Las ciudades de Manía, Silca, Cul–

mí, Yocón, Talgua, Danlí., Gualaco y olras,

también envían 11.uni.erosas delegaciones a Juíicalpa durante la fiesta patronal, éslas, con los indios del bajo Guayape, aumentan

la población a ires veces su núlTIero corrien–

ie. Los naiivos de lugares distantes de Hon– duras se confunden con los de las aldeas ad– yacenles. NosoÍlos calculamos que durante la función había en Juticalpa mriba de do– ce mil almas.

Las calles ofrecían el espeC±áculo más alegre que se pueda imaginar, realzado por la afición de las m.ujeres en iales ocasiones a los colores brillantes. en lo que las hallé diferentes de las .de Nicaragua. Cinlas y mantones vistosos flotaban en la brisa, en to

das direcciones. Voces alegres se com.bina–

ban con el rasgueo de lás guitarras, la mul– titud se movía de aquí para allá enire los ca– ballos, las mulas y las procesiones, ora rien– do con diferente regocijo, ora confundiéndo·

se en la conversación ruidosa con. la voz na–

sal del cantante y form.ando círculo para pre–

senciar el "fandango" O el bolero, en Jos cua–

les las figuras tinas y las actitudes airosas COl'Dpensaban la Ealia de técnica.

Allá por las diez de la noche la alegría

creció de ITlanera loca. Los festejos son una

l'Dezcla de deporte y de religión, en los cua– les a los participantes co;nstanternenie se les recuerda la suprelnacía de la iglesia por el tañido de las cam.panas llamando a los ejel"– ciclos santos, el paso de las procesiones y el cántico ele los sacerdoíes. Fue brillante la idea de los viejos sacerdotes al introducir la fé católica en estos países, de hacer que cada

día fesiívo concordara con algún evenio re–

ligioso, así que los riios del calolicismo pre–

dominan aún en los momentos rnás alegres.

Durante el día se dejó una hoja suelta en la puerta del señor Garay, de la cual lo

siguienie es una copia, autorizando al pue–

blo para que disparara mosquetes, pistolas o cohetes según le plugiera:

Al Sr. Don Francisco Garay

"Décima,

Deseando que haya alegría,

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