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« Previous Page Table of Contents Next Page »ron vía Belice, grandes cantidades a Ingla–
teda, donde la fama ~e la mina fue pronto conocida. A los trabajadores se les pagaba "aciendo éstos largas filas y se ocupaba del mediodía hasta la tarde todos los sábados pa– ra hacerlo. He aquí una ilustración de peso de lo que vale el capital, la labor y la técni–
ca extranjeros en Honduras. "Pero"
I
conti–
nUó mi informante, "la fatalidad del país no ¡Jodía tolerar tal anomalía en la historia de Bonduras, Ferrara, instrumento cruel del anido aristócrata, ascendió por fraude a la
~residencia; la propiedad fue confiscada; los ricas fuerop asesinados o extrañados, toda la gente respetable y honesta fue proscrita; y todos los negocios trastocados y arruinados.
Al morir en Guatemala uno de los más fuenes propietarios de Guayabillas, la pro– piedad cayó en manos de su hermano, un abogado marrullero de la más baja índole
en el pariído de Ferrara. Hasta aquí la mi– na de Guayabillas había estado relativamen– te exenta de los desafueros del partido servil, gracias a' la influencia de los extranjeros, es– pecialmente de los ingleses y de algunos miembros del citado partido interesados en la propiedad. El abogado de Guatemala, Don Felipe Jáuregui, defraudó a los herede– ros de su hermano; y sabiendo que a la ter– minación de la administración de Ferrara se– ría compelido a devolver la propiedad, re– solvió sacar mientras tanto las mayores ven– tajas.
Una de las secciones de las Ordenanzas de Minería prohibía la remoción de las co– lumnas naturales de roca y broza que sopor– tan los techos y arcos de las minas. En la de Guayabillas se encontraron y tal como las dejaron los viejos propietarios, formadas por sólida broza y de un inmenso valor. Un so– borno del rico Jáuregui indujo a Ferrara y a la mayoría de las Cámaras a que se deroga– ran estas Ordenanzas, de iíempos inmemo– riales. Otros dueños, convencidos por los ar– gumentos aparentemente plausibles del as– tuto abogado, estuvieron de acuerdo; los pi– lares se echaron abajo y en cuairo meses, se me dijo, produjo medio millón en plata pura, pero en la siguiente época de lluvias los te– chos cayeron y la mina quedó arruinada. Las grandes galerias quedaron obstruídas con piedras, maderos y lodo; la maquinaria se destruyó y los propietarios extranjeros, d!,spués de disputar en vano caP Ferrara, tu– Vleron que abandonar la empresa, desalen– tados. Para reabrir la mina de Guayabillas se hubieran requerido unos diez mil dólares y Se juzga que la inversión hubiera sido bue– na ya que la mina estaba dando buena pro-
J
dáUcción .cuando fue destruida por el rapaz Uregul.
La llegada de mis documentos, larga– mente esperados, con lisonjeras cartas del
Presidente Cabañas y del señor Cacho, per– mitió ultimar mis preparativos. Después de un formal "Adiós" a mis amigos, que me en– caminaron fuera de la ciudad hasta el pie de las montañas de Lepaterique, seguí el cami– no real que sobre las cordilleras va hacia el Pacífico y con las usuales demoras y peculia–
res aventuras de un viaje en Centro América,
llegue a Choluteca. De aquí, después de de– tenerme por cuatro días y diciéndole adiós a mi fiel Roberto, que me rogó encarecida– mente que lo llevara conmigo al Norte, arri– bé a Amapala donde renové una intimidad cordial con mi gentil amigo el señor Dár– dano.
El rumor de que Walker (1) pensaba alistarse con unos pocos partidarios en la causa de Castellón, habia creado aquí cierta ansiedad. Mr. Byron Cole, mi compañero desde San Francisco hasta León, llegó al si– guiente día y nos referimos mutuamente nuestras respectivas aventuras. Ninguno ha– bía sabido del otro desde que noS separamos en León, el año anterior. Todas las cartas se extraviaron y no estando acostumbrado mi enérgico amigo a la vida ociosa de Nica–
ragua, unió sus simpatías a los dernócra±?-s,
regresó a San Francisco con sus contratos de– bidamente firmados y sellados por el Gobier– no a fin de que consiguiera la cooperación del segundo Miranda; había regresado a Ni– caragua y se hallaba ahora tranquilamente esperando que estallara lo que tan diestra– mente había proyectado.
Mientras tanto Chamorro, sólidamente sitiado en Granada, todavía se' sostenía fren– te a las fuerzas de Castellón, al mismo iíem– po que el pueblo, cansado con la prolonga– ción de la guerra, estaba listo a tomar el bando de cualquier partido que pareciera po– der darle fin. Masaya, Managua y Rivas y todo el Sur de Nicaragua habían vuelto a ser tomadas por los Legitimistas o partidarios de Chamorro. Honduras, atacada por Guatema– la, había retirado sus tropas de Nicaragua para proteger su frontera Oeste. El Salvador y Costa Rica actuaban temporalmente como pacificadores; y Guatemala, simpatizadora de la causa de Chamorro, ocupada con sus usuales invasiones a Honduras, se había con– tentado con tener espías en León, otorgán– dole secretamente toda ayuda a los serviles. Tal era el panorama político de Centro Amé– rica en el verano de 1855.
El único medio de comunicación entre la bahía de Fonseca y la costa Sur eran unas pocas lanchas anticuadas dignificadas con el nombre de goletas y que sólo ofrecían la oportunidad de ir por mar de puerto a puer-
(1) 'VelJs no escunde su flanea simpatía y su entusiasmo por las empresas nefandas de Wll.lker en Nicaragua, al grado que parece Que pre.– tendo compararlo con el precursor de la independencia sUlamericana Gral.
Francisco Milandn
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