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« Previous Page Table of Contents Next Page »pitán Morey. Me dijo que había gastado dos
meses en procurarse los documentos necesa– rios para ilnpor±ar su maquinaria, y por al– gún error, corrió el riesgo inminente de que
se la confiscara el Gobierno. El Capitán Moore hablaba de Dunlop, el autor de "Tra–
veIs in Central Ameríca", con quien tuvo
agradables entrevislas en 1846. Dunlop se refiere a él corno el único extranjero que ha– bía intentado trabajar modernmuente las rni– nas de plata en Ceniro América. Sobre las
minas se cuentan las más ITIaravillosas his–
lorias, algunas de las cuales forman la base de leyendas similares a las relacionadas con el famoso Lago de Parima, "El Dorado", o sea la búsqueda de la ciudad de oro. Las
:más célebres minas del Estado, la mayor par–
te de las cuales han venido a menos, son las de Guayabillas, Malacate, Mairena, Goloal, Tabanco, Gatal, El Plomo, Opoteca, Cuyal, San Mar±ín, Caridad y El Corpus. De la últi– ma mencionada que está situada en al de– partamento de Tegucigalpa dice Juarros: "El
Corpus era la mina más rica del reino. Pro–
ducía oro en tal cantidad que excitaba la sos"
pecha en cuanto a que fuera realmente oro,
y se nombró un tesorero en aquel lugar con el solo propósito de recibir el quinto del rey" (1) . Estas doce minas, son brillantes ejem– plos de la riqueza minera del Estado, y cada una de ellas es tema de relatos sin cuento
para cuya transcripción se requeriría un vo–
lumen de gran tamaño.
Pe las viejas tradiciones mineras, la que
menos pariicipa de lo fabuloso es tal vez la célebre mina de Guayabillas, todavía consi– derada por las viejas gentes como la mina de plata más rica que se ha conocido en ±o–
do Centro América. Mi amigo el señor Lo– zano, que tenía predilección por su conforta– ble hamaca y por su buen oyente, se refirió a menudo a esta mina y de él oí relatos que corroboraban lo dicho por muchos otros.
Esta mina está situada dentro del área del mineral de Yuscarán y fue descubierta en 1771 por un "vaquero" Juan Calvo, quien, subiendo una pendiente rocosa, hizo despren– derse una gran peña que, rodando estrepi– tosamente montaña abajo aró la tierra reve– lando, para su estupor, filamentos de plata regados entre los iniersticios de las rocas, co– mo delicadas raíces fibrosas. Tuvo el sufi–
cienfe discernimiento para pensar que nada
le aprovecharía el hacer público tal descu– brimienTO aunque hubiera hecho un denun– cio, e informándose del método usado enton– ces por los propietarios de minas de plata, en una olla de hierro derritió grandes canti– dades del metal sin importarle seguir la veta dentro de la rnontaña. "Pero", dijo el na-
(1) "El COl pus. lllinelal el IIlÚS famoso que ha teni,10 el Reyno: pro– duxo tanto 010, que se llegó a dudar si lo era, y 86:0 para el cobro de los quinientos se estableció caxa Real en este lugal" JUalrOS, Historia de Gua~
tentala, l' 88.
rrador, "es±a prosperidad súbita era dema siado para Juan Calvo". La vanidad PUd' más que su prudencia y un día en Una fiesl~
dejó ir ciertas palabras, provocando la aten ción de sus compañeros, que desde hacía al' gún tiempo eslaban celosos al verle vislos a ' mente trajeado, con aires enfatuados y co~
mucho dinero para jugar Le siguieron
e~ secreto se descubrió. Pronto pasó la pro: pIedad por compra o de otra manera a ma nos de la rica familia Argeñal, que inmedia: ±amente comenzó a trabajarla. QUe imnen, sas cantidades de plata se sacaron de esta mina por muchos años sucesivos, lo testifi. can la tradición y la rápida población de Su vecindad inmediatamente después de su des. cubrimienlo ¡ pero que "$ 12.000 000.00 Se sao
caron en cincuenta años" es difícil de creer
No obstante, la historia poslerior y las vasta; sumas que Se sabe han sido extraídas des. pués de que se trabajó la segunda vez, casi garantizan la veracidad del relato aUnque éste sea prodigioso.
Se asegura que los Argeñal, después de la independencia regresaron con otras fami. lias leales a España y que sus propiedades
una vez confiscadas, se dejaron perder. L~
revolución, no obstante, fue incruenta en
Cen±ro América y no había razón para que aquellas familias que eran leales a la corona temieran la violencia del pueblo. No tue si. no hasta 1838 que el Sr. BenneU, capitalista
inglés, tuvo éxito con sus socios al adquirir
la posesi6n parcial de la mina de Guayabi Ilas. En aquel tiempo las galerías y Socavo nes estaban casi obstruidos con tierra y ripio, para remover los cuales fue necesario hacer grandes desembolsos. La empresa fue dir; gida bajo un plan adecuado a la conocida riqueza de la mina.
De Cornwall se trajo un grupo de mine
ros, cuyos descendientes aún viven en Hon duras; se aprovecharon los servicios de sa
bios y la mina se reabrió, después de un año de trabajo no remunerativo, bajo los auspi cios de naiívos y extranjeros. Difícil es es!; mar, desde aquel período, la extraordinaria producción de la mina. Cerca de veinte per– sonas viven ahora en Tegucigalpa que son propietarias de pequeñas participaciones en la empresa y por ellos supe de los dividen dos semanales de la producción. La broza
de esta m.ina, que se dice ser la m.ás rica en
Honduras, Se halló cubierta con plata virg~n
cuando fue descubierta hace más de medIa siglo. La fundición Se hacía en inmensas hornos construidos cerca de los ±rabajos. El
Gobierno, parcialmente interesado en la eI1l
presa, favoreció las operaciones. Los SOciO~1
tanto nativos corno foráneos, Se hicieron rl
coso Los relatos de "los buenos tiempoS de Guayabillas" todavía circulan en HonduraS 1 su antigua reputación, calificada como fab u losa, fue nuevamente ganada. Se exporl a
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