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Todo un volumen de narraciones simila– res podría escribirse para ilusirar la anligua y la presente riqueza mineral de Olancho. Las aquí apuntadas son exageradas y las he repetido al pie de la letra para que el lecior pueda formar su propia opinión sobre su ve– racidad. Las mejores vetas de Olancho se agotaron hace siglos, pero no puede dudarse de que existen depósitos que explotados con– venientemente darían gran lucro.
Pocos días después de mi arribo a Lepa– guare, con don Toribio fuimos a un lugar que queda cerca de la junta de los ríos Almenda– res y Guayape, donde tenía lugar una pesca con chilpa!e. Al llegar al río hallamos un pequeño grupo de nalivos leunidos en las márgenes del pequeño arroyo, ocupados en extender juncos y una red de ramas en una serie de caídas y rápidos arriba de los cua– les sé sabía que exislían gran cantidad de
peces, especialmente cuyamel, que pesan
hasta quince libras cuando están completa– mente desarrollados.
Otro lugm del Guayape, llamado Alaja– gua, fue una vez propiedad de una anciana viuda, quien empleaba muchos trabajadores en el lavado de oro. Se dice que se sacó de este lugar una libra de oro por hOlnbre por
muchos días sucesivos; pero lln día, siguien–
do el filón de abajo de un risco de rocas y tierra, éste se hundió pereciendo cinco hom– bres. Vino el cura y después de la exhuma– ción de los cadáveres maldijo el lugar, que se distingue por dos rocas picudas, y desde entonces nadie se a trevió a trabajar allí.
Se informa q~'e hay muchas y muy ricas minas en las márgenes del Río España que vacía sus aguas en el Guayape. Estos luga– res fueron trabajados antigu81nente por los españoles, de lo cual deriva su nombre el lío. El oro está muy profundo razón por la que no se irabaja ese sitio excepto en las anti–
guas excavaciones.
El Retiro, ya descrito como situado en el Guayape, se dice había sido antiguamente trabajado por un hondureño nativo llamado Pedro Herrera. Para impedir que los traba– jador.es le defrau?-,:,;an, además de pagar sus
salarlOS les pernuho el uso de sus instrumen–
los l' et privilegio de t¡-abajar por sí mismos
dos días por semana. 1.08 cuairo días res–
tantes se los reservaba él para sí mismo y
se asegura que él había recibido de dieci~éis
a veinte onzas de oro cada sáhado por la no–
che. Pero, agregó mi infonnan±e, por su la"
vado negligente, ellos siempre perd1an can– tidades en la arena.
cis~o le ofrece adelantarle el capilal nece–
sarlO.
el Culmí, hacia el Norie. l.os curas en aque–
J1~s nías sabían de los escondites de oro. To·
da vía roe dijo, llenen minas de oro escondi–
das ~ue ningún ruego los hará descubrir. Bay una mina de oro cerca de Juticalpa, con–
fnuó mi infonnan±e, con su nombre abori–
~en de Jotejiagua, en la montaña de Zapote Verde. Esia mina, como los datos más vera–
cee' lo aseguran, fue anies Inmensamente
;'duciiva Ha sido objeto de búsqueda por
~uchos años y se hall encolllrado evidencias
de viejos 1rabajos e implen,en1os pero no la
mina.
No omitiré dal cuenta aquí de lo que TIle elijo mi viejo amigo, e~ señor ,Garay, en Juli– calpa, sobre los deposItas aUrIferos de su ha– cienda El Panal, al Norte de Lepaguare y cer– ca de la froniera con Yoro. En 1836, estaba mi informante ocupado en herrar ganado en su hacienda y allí se enconiró con el señor
Levari, un médico español que, habiendo fra–
casado en unas empresas de exploiación de minas de plata en .M:éxíco, había venido a Honduras a resarcirse de sus pérdidas. El doeJor estaba ocupado en trabajar una m.ina de oro no lejos de la hacienda. Por mina de
oro se quería decir que en uno de los arro–
yos de aquella vecindad se había descubier– to un depósito del meJal precioso y él tenía unaS pocas máquinas rudimentarias traba– jando para separar el oro de la tierra y la
arena.
Pero este éxito ian halagüeño estaba
deslinado a terminar porque la maquinaria
se había colocado en un lecho de arenas mo– vedizas y a la semana se había hundido. Las operaciones gradualmente cesaron y el Docior Lavari se fué al río Mangulile en don– de después de trabajar pOl dos años regresó a España llevando consigo muchas libras de
oro. Pero en la semana antes mencionada
se había sacado cerca de una libra de oro fi–
no de la maquinaria, oro que el narrador
afirma ayudó a pesar. Los restos de la ma– quinaria todavía pueden verSe en El Panal, en donde como lo asevera el viejo Don 1'ran-
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El señor Garal' visitó los 1rabajos y al hallar que el empresario era un hombre sin– cero le otreció los fondos necesarios por ade– lantado, y también ubicarlo donde, si él te–
nía más interés por el lrabajo en las minas
que por el de la ganadería, podría hacerse rico en una iemporada. Lo llevó a la Oue– brada de El Panal y un día de lavado con
bateas produjo dos onzas de oro. Después
el dociar pasó toda su maquinaria a este lu– gar y aprovechó los servicios de otro espa– ñol llamado Butanzos, que era su capataz. Pasados muchos <.lías se logró completar las instalaciones y el resul1ado de pocas horas de molienda, filtrado o lo que hacía la má–
quina, fuelon dos Ollzas de oro fino.
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