Page 125 - RC_1965_02_N53

This is a SEO version of RC_1965_02_N53. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

Si me pierdo que me busquen Junto al sol del mediodía, Donde nacen las morenas De la hermosa Andalucía".

La letra cantada con el lloriqueo nasal jan' peculiar en los cantantes hispanos, era

cor~ada por Vícfor, cuya alegría por el re– greso era exacfamente igual a la de Roberlo. Antes de recuperarse de su entusiasmo mu–

sical varias veces cantaron una canclón muy

cono/cicla y casi nacional llamada "Mañani–

ia, Mañanita".

En Lepaguare, el General esperaba nues–

iro .regreso. Aquí perm.anecirnos por unas semanas. La señora estaba nlejorando po–

cO a poco y"para mi satisfacción, atribuyó su convalecencia a los "remedios" que le había dejado en mi úIfima visita. Yo tenía mi cri–

terio sobre este asunto, pero por razones ob–

vias no lo manifesté Otra vez, acompaña– do por el General o sus hermanos, anduve visitando todas las propiedades de los Zela– ya y todos los placeres de oro más conoci– dos, y tornando notas al finalizar cada viaje. Me faIfa espacio para describir cada lugar, con oro, que visilamos. Exploramos Almaci– gueras, San Nicolás, Barros y afros, fados fa– mosos lugares en Olancho. Dar relatos de esjos lugares sería repelír lo que ya he es– erijo sobre afros. Lo más interesante de es– jas ,excursiones fue la visifa que hicimos a El Espumoso, un rápido y remolino de El Guayape, que está a medio camino entre El - Murciélago y la aldea de Alemán. En los

viejos tielTIpos Se vieron las excavaciones

más ricas de fado Olancho. Todavía existen señas de viejos trabajos y aún se puede ex– traer oro fino de la tierra y de la arena en

cada pie cuadrado. Sin maquinaria, o con

los 'métodos que ahora se emplean en Cali– forriia y Australia, este oro no puede reco–

ger~e con ganancia, al menos que, corno su–

pongo, existan vastos depósitos abajo de don– de Se han hecho varios infentos úIfimamenfe. Los viejos han sido agofados con estas exca–

vaciones.

El señor Cacho, Ministro de Hacienda de

Honduras, organizó una vez una compañía

para que trabajara en El Espumoso, que su– Ponía ser el depósito más rico del mundo. Se cree que el oro arrastrado desde arriba d

n finas partículas se ha deposifado debajo e la caída de agua por el hecho de que,

f~nque se han encontrado considerables can– h

acles en las márgenes de arriba, nada se _a obtenido más abajo. La empresa del se– nOr Cacho, lo inismo que las de otros cuya ate .. h nCl~>n se ha enfocado hacia este lugar, se

v~l <!,sueIfo, como siempre, debido a las re– s" uC1ones. En 1849 se le otorgó una conce–

~on al Sr, A. J. Marié, cuyo plazo para co-o enz,!r había expirado mienfras intentaba rganIzar Una compañía en los Estados Uni-

dos

l

el General juró que no habría inconve– niente en lo futuro. No obstante, posterior–

menie encontró l~azones para cambiar su

opinión.

Las vías de acceso a El Espun\"so desde Alemán o desde la barra de El Murciélago,

arriba, son pintorescas y variadas. La sole–

dad es completa. No hay señales de activi– dad humana o de habitaciones, ni siquiera el hUluo de algún campamenfo que indIque la presencia de un ser humano. Marcha–

rnos sobre cerros que lTl8 recordaron las sie–

rras de Massachusefts, pobladas con una gran variedad de árboles y de arbustos, se– parados por faldas y llanos engramados.

Un escollo bajo, coronado de cedros, caobas,

hule y robles impide el curso del Guayape,

que corre aquí entre muros de roca, doscien–

fas pies arrojándose denfro de una profunda hoya, que pareciera excavada por el mismo

torrente, a se:rnejanza del Merritnac, en las

vecindades de Franconia.

Nos paramos cerca de la orilla a con– templar en silencio la caída de las aguas es– pumosas. Para un californiano no era difí– cil imaginarse una compañía de hombres barbados y fuertes construyendo, como lo esfán haciendo ahora, un canal para desviar las aguas del Guayape muy arriba de El Es– pumoso y dejar en seco y accesible el tesoro

de abajo. "Esianca.r el río" se llama en Ca~

1ifornla el procedimiento que a menudo se aplica aJ río y todo lo que con él se relacio– na después de una temporada infrucfuosa, pero que, si la tradición dice verdad, no se– ría el caso de aplicar a El Espumoso. Las di– ficuIfades, de desviar el río o de conducir las aguas por canales de descarga arriba de la caída, son muy grandes y probablemente ja– más Se intentarán. Las riquezas de El Espu–

IUOSO, pueden ser materia sólo de conjetu– ras, y se podría hacer la prueba con bucea– dores experirnentados y de manera más eco–

nómica que por una desviación.

Después de varios días por la acostum– brada demora española, una mañana, des– pués del desayuno nos sentamos alrededor de la gran mesa de cedro de la sala, y co–

menzamos a estructurar nuestro ian discu–

tido contrato. En la cabecera de la mesa se

sentó Don Francisco, bien rasurado, con sus

grises y buclosos cabellos peinados para la ocasión. También Se puso su luejor fraje. Sus hermanos José Manuel, Santiago y José María ocuparon dos lados de la mesa, L. y yo el otro lado. Era evidente que los tér– minos del contrato habían sido pacienlemen– te discutidos durante mi ausencia en Cala–

camas, porque no era una consideración tri–

vial sino grave la de disponer de las propie– dades de los Zelaya, que venían desde fiem– pos inmemoriales. Las cosas marcharon len– famente.

-181-

Page 125 - RC_1965_02_N53

This is a SEO version of RC_1965_02_N53. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »