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« Previous Page Table of Contents Next Page »En la noche previa a mi padida, un gran
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tes del descubrimiento de América. Colón halló que su uso era común enire los indios de Cuba en 1492, y en 1565 Hernández de Toledo envió una plania de tabaco a I:spaña, como "una planta del Nuevo Mundo que po–
see extraordinarias virtudes" Las semillas
se siembran por lo general bajo la sombra de un árbol y se las trasplanta cuando ya están un poco fueries I:l cultivo comienza en Noviembre. El método del carie y de la cura de la hoja es una burda imitación del que se emplea en las Indias Occidenlales
El tabaco de Santa Rosa, en el dep81±a– mento de Gracias, es el más apreciado en
Centro Amélica., excepto el de Sonsonate, EJ
Salvador. Es fueníe de ingresos para el Go– bierno, que tiene el derecho de venderlo al mejor postor y, por supuesío, goza del mono–
polio de su comercio Con un cultivo apro–
piado, el fabaca de Honduras podría alcan–
zar una reputación que nuIlca logrará bajo
el presente orden de cosas De aquí que ha permanecido casi desconocido para el mun– do, pero a últirnas fechas los puros de Sanía Rosa ya son célebres en toda la costa de Ceniro América. En la Hu±a del Tránsilo se
impone a un alfo precio, y un cargarnenlo
fue embarcado a San Francisco desde la ba– hía de Fonseca. Desde la invasión del de– par±amenlo de Gracias por los guaíemaHe– cos, el cuHivo del íabaco, como el de oíros producías, ha decaído grandemeníe
Eníramos en JuHcalpa la íarde siguien–
±~, algo cansados del trajín, pero encantados
por las nuevas facetas de la vida cenlroame–
ricana, costumbres y panora:rnas que Se re–
velaron en nuestra inspección.
y esíuve olr.a semana en Juticalpa. Es innecesario dar deíalles de la rutina de las pequeñas fiestas a que fuí invitado cuando
se supo mi de±errninación de pal"til", y de las
visitas de coriesía que se me hicieron por faníos buenos migas Uno de ésíos lTIa rogó
que vinieran los aznericanos del Norfe a OIan–
cha anies de que lo tornaran los ingleses;
airo prometió revelar los placeres más ricos del departamento cuando yo regresara con
una colonia; otro expresó sus deseos por que n1.e quedara por unas pocas semanas más para examinar una veta de oro cerca de la
aldea de Agalia a unas cuarenia millas al Noroeste de ,Ju±icalpa, en donde el oro podía
verse al romper los pedazos de cuarzo; y uno
más a quien, por haberle presfado ayuda médica en las serranías de El Salio, una vie–
ja n"1ujer en compensación le había ofrecido
indicarle un lugar en donde el oro podía
"rasparse", lo averiguaría y me escribiría al
Norte sobre el particular. Innecesario es de–
cir que jamás volví a saber del "empresario"
o de su rrri.na.
balle y cena fueron dados en el hogar del Se– ñor Garay, en honor de mi visita. A las ocho de la noche no manos de cincuenta ju±ical_ penses Se habían reunido La casa estaba alumbrada con candelas de sebo. Un con. junio de guitarras e instrumentos de viento ocupaba la esquina del salón; rompió el bai_ le la Niña Teresa (la heroina de la historia de amor a que anles rne he referido) con Un joven calavera de Julicalpa llamado Alejo Ul·meneta. Siguieron canciones y solos de guitarra. Después de cada canto, la alegre esposa de Don Santiago Zelaya venía hacia
mí, se inclinaba y n1.e dada:
"Ahora, ¿cómo le parece a Ud la musr– ca?" a lo cual, desde luego, replicaba siem_
pre con rni mayor encomio
Una reunión con gentes de corazón sano
y de sencillos deseos fácilmente anima a reir,
y así lo hacía al oír] as cárnicas canciones de
Urmene±a. Un vivo aprecio por lo humorís_ ±ico y el amor a la alegría es ciertamente un disiintivo de los olanchanos
Después del baile Se quedaron varios
amigos y, seri~lnente, se pusieron a discutir
las perspeC±ivas de Olancho
i y al partir reci–
bí. la especial comisión de traer, a tni regreso
del Nade, varias figuras esculpidas y cua· dros para la iglesia, un reloj para el templo,
una bOTIlba, varios relojes de plata, un pa~
que±e de píldoras y olras medicinas, semi– llas, fuegos artificiales para la próxima fun–
ción, varias casacas azules, armas de fuego,
cuchillería, unos diez candelabros para colo– car velas en la iglesia, y una infinidad de
aba~icos, cintas, moldes, y rniriñaques pala
las damas, COll iodo lo cual, se lna aseguró,
haría un gran negocio conviniendo que des~
de ahora comenzarían a COlnprar cueros, zar~
zaparrilla, cuernos, sebo, vainilla, oro en pol–
vo y productos valiosos de toda clase. .
"Esperaremos", dijeron fodos, "la llega~
da del buque de vapor que venga por el Guayape, Don Guillermo, y cuando usted lle–
gue derrtos±raremos a todos sus amigos CÓ~
mo se les recibe en Olancho".
A la mañana siguiente cabalgué por las canes y después de cambiar calurosamente e] "Adiós!" con iodos, nuestra comitiva salió hacia Lepaguare. Rober±o estaba loco de conienlo de volver a su querida Tegucigalpa, y cuando a la vuel±a de Zacate Verde se per– dió de vista la ciudad, dirigió apóstrofes a
las bellezas de su ciudad naiiva con un can~
to bien conocido, del cual son estas dos eS– trofas:
"Si :me muero, que me entierren
Jun±o al sol del mediodía, Donde nacen las morenas De la hermosa Andalucía.
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