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Se me dijo que el cuerpo de la vídima de bolpochi se inflama rápidamenie y le apa–

rece una gran mancha que se le riega por

las paríes afedadas, que gradualmente se iornan rígidas El pacienie se vuelve insen– sible y expira en un espedáculo horrendo. No hay remedio, ni siquiera el cedrón o el guaco que se suponen infalibles conira el veneno de los reptiles ponzoflOsoS, que evite

en esíos casos una Inuerte segura.

Tales fueron los daios que me dio el se–

ñor Mencía quien, con los pies descalzos y

su bastón de lTIando, condescendió a acom–

pañarme a la plaza para observar el desa– rrollo de la ceremonia.

Fue encendida la fogata a que anles alu– dí, en la cual el bolpochi ienía que ser que– mado vivo, y que merecía tal fin. En la pro– cesión iban dos muchachos cargando una

vara sobre los hombros, en mitad de la cual,

aiada firmemente de la cola y con la boca cosida para impedir que abriera sus ierribles quijadas, colgaba la víbora. No ienía más de ires pies de largo, cerca de ires pulgadas de grueso en la parle más larga y era de un color negro con manchas amarillas. Con los gestos exaltados de la multiiud, los relaios espeluznantes sobre los efecios venenosos del animal y las rabiosas ondulaciones y cola– zas del bolpochi mismo, estaba yo igual que los olanchanos: lleno de miedo!

El Padre Murillo se aproximó y después

de pronunciar una in'lprecación contra su

majestad la víbora, en el nombre de la Vir– gen y de iodos los sanios del cielo, el objeio de la cólera general fué lanzado a las lla– mas y si algún veneno lodavía le quedaba, fue pueslo a prueba de ial calor que solo una salamandra podría resistir.

Dos nativos habían capiurado la víbora, uno de ellos le tiró su poncho mieniras aque– lla se hallaba calentándose al sol y el oiro la sujeió de la cabeza con un palo de horqueia hasta que se le cosió bien la boca. Ambos recibieron la bendición del cura y después de la ordalía de fuego se hizo una caleda para premiarles. Aseguré la amistad eierna del señor cura al echar yo un peso de plala en la bolsa. Sospeché, y con buena razón, que

su reverencia retuvo, conforme convenio pli–

vado con los indios, buena paríe de lo reco– ledado.

Uno de estos nativos se había hecho fa– maso por capturar y matar bolpochis, cora– les, tigres y otros bichos y era para Olancho lo que San Patricio para Irlanda. El bolpo– chi es conocido en Yucatán donde mora en las ruinas aborígenes El "barber's pole" que menciona Heuderson enlre las culebras

Venenosas de Balice, es, probablelTIen±e, el

coral con airo nombre.

Del coral dice tlyam que si un hOmbro

sufre su nlordida, cae inrnedia±am.en±e, Su.

sangre Se coagula en una masa espesa.

cuando muere se pudre en muy corto tiernY po. El coral es de color rojo cobrizo, co~

anillos amarillos, blancos y negros alredlldor del cuerpo. Es diferente a las otras víboras

y, a menudo, alcanza tres pies de longitUd

El iamagás es apenas menos terrible. Se l~

reconoce por su cabeza achatada y porque

lleva una prominencia, no muy visible, de..

bajo de su nuca. El saikán se supone es el coral con el nombre indígena, éste, no obs. iante, es una víbora distinta y su mordida es a menudo fatal. La toboba es aira culeo bra venenosa, tenida por muchos como más peligrosa todavía que las antes menciona. das. Su picada es necesariamente morlal Es común en Nicaragua y Honduras. Teng~

entre mis notas cinco historias auténiicas de mueríes súbitas que ocurrieron por la mor. dedura de este animal. No es sino de die. ciocho pulgadas de largo, pero muy gruesa para su longilud, de un color negro brillante y muy traicionera. Tiene la cabeza grand~

y emite un sonido corno el chirrido de un gri. 110, esta es la señal que hace huír a cual. quiera. La toboba, se me dijo, es muy pere. zosa y casi torpe duranie el día, y se la pinla como muy solapada, ya que solamente se arraslra entre la caída y la salida del sol y

luego se posa en inadividad temporal. Un dedo mordido, el). el campo o en la selva, es instantáneamente amputado por los campa. ñeros de la víctima.

Con tan aterradora lista de culebras ve.

nenosas, para no mencionar la tamaulipas,

la tarántula, el eScorpión y el ciempiés, se inferiría que Olancho es el nido universal de

repilles venenosos; sin embargo, aunque io–

dos estos animales exisien, con\o en la mayo–

ría de los países interiropicales, no se les en.

cuenlra en tal número corno para constituir

un serio peligro. Existen la boa, y olras grandes pero inofensivas serpientes, pero pa.

ra mi conoci.n1iento sólo pude ver una en la

hacienda de Santa Ursula, en Nicaragua.

El espacio que he dado a las serpientes

venenosas merece terminar con la descrip~

ción del anfídoto más conocido, con el cual

me familiaricé, y que tiene la forma de un bejuco que se adhiere a los árboles con sus delicados zarcillos. Thompson (Pág. 66) re– fiérese al maravilloso poder antitóxico de los polvos de "guaco". Prueba ser, dice, una cura rápida para el veneno de vívoras cuya mordedura asegura la muerte en veinte mi– nutos. La víctima muerde un pequeño tro– zo de guaco, del cual la raíz o las ramas son igualmente eficaces y se aplica la saliva a la herida, y también traga la saliva que ha pro– ducido por la masticación de varias horas, cuando todos los efedos deletéreos desapa– recen. Las aves que se sabe se aliInentan

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