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laS espléndidas criaiuras que floiando en :f

azul del cielo parec\an comeias.

El nombre regional del macao en Hon– d ras es guacamaya, en Nicaragua lapa.

E~a ave ~10 difiere .de la ?e Méxic,=" excep~o

n que ilene un plCO mas pequeno y mas e ucio. Sus colores son espléndidos y bella– agen:l e dis:lribuidos; el pecho, la cabeza y el r

mo son de un rojo brillan:le, las alas con

lumas amarillas, azules y rojas, seis de las

~nales s.on fuertes y corias y las cinco r;,sian– les débües pero anchas y cuando es:lan en pleno crecimien:lo lienen ca:lorce pulgadas de largo Cuando vuelan las );,n:lan apreiada–

:rn en1e . Una gran convenClon de guacama-

aS que a veces se ve en los bosques, Un–

Yarle un singular aspecio al follaje de los

~randes guanacas±es, en cuyas ramas nevan a cabo sus reuniones generahnenle. Pasan

grilando incesan:lemenie, subiendo de un la– do a o:lro, colgándose de su pico ganchudo hasta que el árbol parece adornado con ga– llarneles vivísimos COlUO en un día de gala, En la cosia existe la especie de un hermoso

co101 verde, según supe; son más elegantes

que sus sobrinas irisadas, pero ambas son

pálidas anje la magnífica guacamaya azul, una de las aves más raras en el país Supe que en Manto había varias domeslicadas, pero nunca pude ver una. Se sabe que és–

fas evitan contacto con los demás mien'lbros

de la familia de las guacaxnayas y que les encanla vivir en la vecindad costera del lío Leán, que se encuenira enire Tnljillo y Omoa.

De las plurnas de las diferentes varieda– des de guacamayas, del soberbio "quetzal" (pájaro de una exirema rareza), del verde– rón, del pavo real, del papagayo, de la urra–

ca, del pájaro colorado, del ruiseñor, de ]a

oropéndola y de varias ohas aves, entre las que debo mencionar las varias clases de los colibríes, los indios de Olancha, especialmen– le los de la tribu de los Payas, hacen artícu– los de vestir, iales corno birretes, capas, fa– jas y chales para los hombros y el cuell", además de adornar con ellas sus carcajes y olros arJículos hechos de pieles. El único ejemplar que pude obtener de este trabajo fue el que compré a un indio en Juticalpa

durante la "función". En airas épocas esíos

ariículos se traían a Juficalpa para su venta,

pero úllimamente ya no se observa esta cos–

lumbre.

El Guayape, en la vuelta donde estába– mos, presentaba la apariencia de no tener rocas en su lecho. El fondo, hasta donde Podíamos alcanzar a verlo, era de arena ±o–

~almenie. Se habían acumulado varios le–

:lOS y ramas de árboles, dando vueHas y ba– anceándose por su propio peso contra la ¡uerza de la corriente. El Padre Buenaven– ura los empujó con el pie y todo el montón Se fUe despacio flotando en la corriente del

río. Los lugares iranquilos del río abundan en ricos peces. El panorama era de soledad selvática y de tranquilidad Desde la cum– bre de las montañas hasta las profundida–

des urnbrosas de los bosques vecinos no oímos más sonido que el borboteo del río,

o el grito lejano de los pájaros en la orilJ a

opuesfa Corno a cien yardas arriba de no– sotros, vimos una bandada de patos nadan–

do cerca de la orilla y contra la corrienle pa–

ra estar quizás a distancia segura de nuestro

grupo Varias espátulas (Platalea Ajajal y

garzas azules y blancas perm.anecian silen– ciosamente contemplando las aguas y, a ve– ces, emitiendo un grilo ronco, aislado, COIllO

si es1u vieran furiosas por nuestra iniromi– sión. Un remolino, circulando por un rno– menio en la corriente profunda, nos mostró un gran barbo, o quizás un cocodrilo, que ex–

ploraba su camino lÍo arriba.

Esiuve en contemplación hasta que las sombras alargadas nos advirfieron que de–

bíamos parJir. Regresamos por un camino

que cruzaba el bonito Valle de Sania Clara, hacia Lepagume, igual a los anies des?rHos Su alfombra verde p.ra ahora un honzoflte

ohscuro con las forrnas del ganado apenas

discp.rnibles a la luz mortecina de Occidente.

El estado iurbulento de las cosas en Te– gucigalpa hizó que apresuráramos nuestra partida de Cajacamas. Tuve tiempo, sin em– bargo, para hacer un viaje a las fuentes de

un pequeño arroyo que desagua en el río de Ca±acamas, donde hice varios disparos a unos venados, hiriendo a uno y llevando a casa

los cuarios traselOS de otro. Ll método de

cazaI venados en es1a sección de OIancho es

"acechándolos" po, medio de un b u e y amaestrado. El cazadol camina hacia la ma– nada de venados yendo al lado opuesto del

buey, y así se aproxima éste a los animales

hasta que están a distancia de tiro. En el

canlino, de regreso a Ca±acamas, cuando di–

mos vuelta a un ángulo del camino, hallé mi camino interceptado por una bandada de

grandes y pesadas aves, parecidas un poco a los pavos silvestres, con los que las confun–

dí al principio. Se levantaron y volaron len–

iarnenÍe cuando nos acercarnos y, si no hu–

biera sido por un fulminante defectuoso, hu– biera agregado a mi colecci6n algo de su plumaje. Los nalivos las llaman "quebran– tahuesos" por la fortaleza de sus alas que,

como las del cisne, según se dice, tienen po–

tencia suticiente para quebrar el brazo de un hombre.

En esie VlélJO ObSOI vé, talubién por pri– mera vez, el marfil vegetal que, sin embargo, crece en fodo Olancho El fruto del árbol es

un montón de substancia áspera y dura, cu–

bIerta con cientos de pirámides puntudas, de

la cual las nueces de marfil vegetal salen co– mo las ciruelas de un budín. Esias nueces

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