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Vicente Sánchez, es el Alcalde Primero La mayoría de las casas Henen techos de teja y

varias de ellas están sólidarnen±e cons±rui–

das. Su población consiste principalmente

ele indios cOnversos y civilizados quienes, des–

de iiem.po inmemorial, gozan de la reputa–

ción de ser ciudadanos industriosos y fruga–

les. Ocupando una pade de uno de los la– dos de la plaza se halla el pequeño cuartel, con un cañoncilo de balas de cuatro libras y un centinela de aspecto desgarbado. Unos doce soldados al mando del Capitán Pedro Muñoz integraban la guarnición. Yo lleva–

ba una carra de presen.±ación. del Padre Bue– naventura para el señor Vicente Salgado,

uno de los Regidores del pueblo, quien me

recibió en su casa, cercana a la plaza, con la

tradicional hospíialidad. Es este el último eslablecimiento que se halla hacia la boca del Patuca. Las aldeas del Dulce Nombre, Río Tinto y La Conquista son mm'os villorrios, como los que acabamos de describir.

La caSa del señor Salgado, que era la más grande del lugar, había sido reciente– menle entejada y se eslaba blanqueando con esmero Enframos a un patio empedrado y

desm0l1tam0S recibiéndonos una india

gl'ave aspecto, esposa del Regidor, quien me ofreció una meüenda de queso y chocolale y daba órdenes a Víctor con lada la verbosi· dad con que lo hieie] a una an'la de casa del Norte. La noche pasó en la discusión sobre

temas del día con mi anfitrión, que era un

ejemplar de indio casi puro. Se rió de bue– na gana cuando le conlé la aventura con el puma y dijo que con una piedra o un leño yo fácilmente hubiera podido hacer que el

animal peleara, tarea que, corno yo le obser..

vé, preferí dejarla para otros. El viejo me

ofreció una CBIna de cuero brillante, y con un "pase buenas noches" y un saludo Goriés,

me dejó para que yo pudiera descansar.

Durante el día me fuí de paseo por la

ciudad, que los indios consideran rnejor en

todos respectos que Juticalpa Yo no estaba preparado para una escena de íanía prospe– ridad En el mercado había expuesta una gran variedad de legumbres y de frutas, y

ladas las operaciones comerciales necesarias

al sostenimiento de la población se condu·

cían ac±ivelmen±e.

Aqui y allá apareda uno de los mient–

bros de las tribus menos civilizadas, que e111–

plean su hempo en el gran río pescando o navegando en sus frágiles pipaníes hasta el

Mar Caribe. Varios senderos conducen al

Guayape y a los puntos donde ello ocurre se les llama ".."nbarcaderos". Pequeñas plan–

taciones de yuca, maíz, fabaco, arroz, pláta–

nos y frijoles se ven diseminadas en profu– sión por varias millas alrededor de la ciu– dad, que es el centro de un comercio consi– derable.

Hay quizás seis mil habitantes en el cír. culo de veinte millas alrededor de la ciudad de Catacamas. que en Juticalpa adquieren la mayor parte de sus artículos extranjeros

pero ahora están estableciendo un comerci~

creciente con el mar, vía Río Paluca. Pocos

descendientes de los españoles viven aquí

Las autoridades, en su rnayoría, Son indio~

que ejerc-en y aparentem.ente mantienen una

supervisión de los asunlos .locales, siguiendo

en cierio modo las prirnilivas formas emplea.

das por las tribus ITIás civilizadas pero, en

realidad, Catacamos abrazó el cristianismo hace muchos años y Hene decorado el iníe– rior de la pequeña iglesia con estampas y

esculturas de sanfos bastante burdas.

Difícil eS iInaginar una raza más pacífica

y más hospitalaria El rumor de que un americano del Norte se hallaba en el pueblo

indujo a varios de los más inquisitivos a en~

frar en la casa, en donde pasé varias horas meciéndome en una harnaca de cabuya, fu~

Inando cigarros y platicando con estas gen. tes sencillas Ninguno tenía la más remota idea de los Estados Unidos, excepto de que esíaba en el Nade, y que sus gentes eran muy bravas. Mi rifle les despertó gran cu.

riosidad y cuando hice varios disparos a un

blanco, a peiición suya, dieron gritos de

aprobación, aunque la puntería no fue de lo mejor. Muy pocos habían visío antes a un americano del Norte.

Por la noche el Padre Buenaventura lle. gó de El Real por haber terminado el asunto que lo llevó allá más pronl0 de lo que él es· peraba. Me írajo una carla de L . que pero lnaneda en Juticalpa, en que me daba por·

menores de una revoluci6n que había esia–

llado en Yoro, y de la invasión de Honduras por los guatemaltecos al mando de Guardia–

la. Los rumores, exagerados, me indujeron

a renunciar mi propuesta visil:a a la confluen~

cia del Guayape con el Guayambre.

A la mañana siguiente nos dirigimos al Gúayape. Después de ir a medio galope, duo

rante pocas horas, sobre un llano muy arbo–

lado llegarnos al rio, que aquí sigue las curo vas de una cadena de montañas en lado Nade. El Guayape, ahora enriquecido por aguas del JaJán y varios aIras lributarios, si·

gue su curso hacia el m.ar con la quieta roa·

jestad de un cauce profundo y navegable. En el denso follaje de una islita, que aquí lo divide en dos brazos, esíaban posados cente·

nares de pericos en ruidoso concejo, sin per~

iurbmse lo más mínimo por nuestra súbita salida de la Inaleza a la orilla del río. Les di un sonoro saludo y entonces todo el grupo levan:ló vuelo 0,iíando coléricamenle por la interrupción y varias guacamayas agrega·

ron sus roncas voces a la confusión. Las ban..

dadas de pericos luego dejaron rezagadas a

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