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Los hábitos desidiosos del olanchano han pasado a ser proverbio lUUY conocido en Honduras. llUagínese un nativo echado en su halUaca, que cuelga de las vigas de una choza, a través de cuyos espacios Se cuela el viento fresco de esas regiones paradisía– cas. Arriba y a su alcance cuelga un exube– rante racilUo de plátanos o bananos lUadu· ros. El se lUece despaciosalUente de un la– do a otro, contelUplando las espirales del hulUo de su cigarro ensortijándose en figu– ras fantásticas que tienen por fondo los pi– cos azules de las lUontañas que forlUan el verde valle de su lar nativo. Frente a las grandes decisiones y los resonantes eventos del ruidoso lUundo lUás allá de su país, él ha perlUanecido toda su vida en una igno– rancia feliz. Cuando el apetito le viene, des– prende un plátano, lo ensarta en una vara e inclinándose un poco desde su lujoso nido, pausadalUente lo asa en el rescoldo que arde cerca de la puerta. Cuando esta sencilla operación ha terminado, don Fulano atrae la fruta hacia su hatuaca y la COlUe estirado a todo lo largo en su atalaya.

jo era apenas lUás digna de confianza qUe las leyendas sobre la Edad de Oro de Olan. cho, y decidí desde entonces renunciar a las estilUaciones nUluéricas de las gentes.

Se puede, sin elUbargo, establecer qUe el núlUero de ganado vacuno en Olancho SO, lalUente, es arriba de cien lUil cabezas y qUe el núlUero del que se exporta a El Salvador y GuatelUala no es lUenos de dos a tres mi!

cabezas. El crecilUiento es lUUY grande, pe. ro debido a la desidia de las gentes, cientos de terneros tanto COlUO de ganado ya desa. rrollado perecen de sed o resultan atascados en el fango al querer vadear los ríos en épo. cas de sequía. Se encuentran los esqueletos del ganado a todo lo largo de las orillas de

los ríos, donde con la construcción de un ca~

mino que sólo costaría una semana de ±ra~

bajo, los anilUales Se acostulUbrarían a tran. sitar por él salvándose gran núlUero de ellos. Una de las vistas lUás patéticas en las riveras del Guayape es la de los cueros de ganado lUuerto, aplastados o arrugados, colgando COlUO pergalUinos en los esqueletos y un par. silUonioso zopilote posado arriba, jactándose deliberadalUente al calor del sol o elUitiendo su grito peculiar antes de dOrInir en la no. che silenciosa alulUbrada por la luna. Sólo las pérdidas de la falUilia Bustillo, por igno· rancia y haraganería, llegan a varios cente–

nares de dólares cada año.

"En algunos millones, señor!",

Este relato lUe lo dio, COlUO lo he con· signado, un alUigo en Tegucigalpa, como una ilustración de las costulUbres perezosas de los olanchanos. "Es tan haragán como un olanchanol". "Qué olanchanol" son fra– ses corrientes en Honduras cuando Se rega– Vi que la inforInación estadística del vie- ña a un sirviente que es indolente. Pero,

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"¡Cien mil cabezas!", exclamé, "nó; !na

parece, señor, que usted está equivocado. En cuántas cabezas estilUa usted todo el ga– nado de Olancho?".

ti

eCuánfo ganado", le pregunfé, "sale de

Olancho anuallUente hacia GuatelUala?".

"Quién sabe señor! DebelUos enviar va– rios lUiles, sin elUbargo, porque cuando las grandes partidas salen de las vecindades de Juticalpa, nosotros lUandalUos de aquí y de CatacalUas, cada año, dos lUil cabezas con nuestros fierros, alUén de los Garay, Zelaya, Bustillo, Gardela y de otras falUilias r~cas que

envían más que nosoiros. Deben ser unas

cien lUil cabezas al año las que van a Gua–

temala, señor".

"Tenemos más que suficiente, señor, Con

el pastoreo qe nuestros ganados y con la pre– paración del rodeo o arreo a GuatelUala pa– ra lUeternos con la política. EstalUos al lUargen de las luchas electorales, y apenas nos ilUporta elUitir nuestro voto. Aquí todo está sielUpre quieto".

Nuestro anfitrión era una lUezcla de in– dio y español, herInoso ejelUplar de la tribu industriosa y agrícola de los payas. Vestía un par de pantalones dril de algodón y una calUisa del rniSlUO lUaterial. EncendilUos

nuestros cigarros y comenzamos a in±ercan1.–

biar noticias. El. estuvo de acuerdo con el inforIne general de que éste era un año de gran escasez y encogió los hOlUbros ante lUis insinuaciones de que habría durante el si– guiente año un probable calUbio en la polí– tica, en los asuntos nacionales.

de adobe y el piso de tierra lo podían per– lUiíir.

La población se halla no lejos de la unión de los ríos Real y Guayape, que aquí tiene una corriente fOrInidable capaz de per– lUitir el paso de grandes barcos de río. No vi obstáculo alguno para la navegación en esta vecindad. El Real tiene unos doscien– tos habitantes, la lUayoría descendiente de los indios xicaques, que los historiadores es– pañoles lUencionan COlUO ocupantes de esta parte de Taguzgalpa en la época de la con– quista. La tribu de los Payas es quizás la lUás nUlUerosa de todas. Esta, COlUO las de– lUás poblaciones de Olancho, tiene su igle– sia, su cabildo y su plaza, todo bajo la guía espiritual del buen Padre Murillo. Es el cen~

tro de un pequeño cOlUercio de pieles de ve– nado, bálsalUo, zarzaparrilla y cueros de res. Aquí residen varios de los ricos indios hacen– dados.

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