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Caiacam.as y Julica!pa. Lo vadeam.os sin di– ficultad y eniram.os por la m.ontaña, siguien– do lo que parecia un ±rillo de ganado hasla que ±oda luz, excepto por la de los intersti– cios del follaje arriba, quedó colnplelam.ente velada.

Imaginé que eslo era una guarida con–

veniente para el tigre ITLerodeador, y después

que llegamos a la hacienda supimos que en

estos bosques habían sido destruidas recien– temente varias cabezas de ganado. Antes

de nueslro regreso tuvimos una demostración

ocular de la existencia del 1i gre Era de no– che cuando el brillo de una lejana antorcha

y el ladrido de un perro nos anunciaron que

habíamos seguido el camino apropiado

Punuare es propiedad de los herederos del señor Jesús Ordóñez, de Santa María del Real, o El Real, como se dice abreviadamen–

te cabecera del Municipio de ese mlsroo

n~rnbre. Los tres hermanos residían en la

hacienda y nos dieron la acogida de costum–

bre. Yo era el primer nor±earrtericano que

habian visto y me observaban con gran in– terés y curiosidad. Aquí encontrarnos al Pa– dre Buenaveniura, que había abandonado su propósito de hacer una jornada hasta El Real y Se deleitaba con una buena laza de

café y un cigalTo.

Después de relalar nueslras aventuras

en Olancho Viejo, a la sola m.ención de cuyo

nombre los hermanos se persignaban, nos

metimos en nuestra hamaca y despertarnos

al can±o de los hermosos gallos de lidia que, para pro±egerlos con±ra los galos mon±eses,

se guardaban adentro, en una esquina, en

sendas perchas.

En el palio de la hacienda de Punuare

vi una ave montés, curiosa y domesticada,

llamada chachalaca o nodriza de pollos por el empleo que de ella hacen los na±ivos, en su doble capacidad de nodriza y proteC±ora de los pollitos. Se dice que cuida la nidada mejor que las propias gallinas, ±an±o que a menudo se las separa después de haber in– cubado los huevos, para dar el lugar a la entrometida chachalaca.

Lionel Wafer describe este animal en 1699 corno lo vio en el Darién. Dice: "Es una aVe imponel1±e que los indios llaman "Chicalu-chicaly". Su grito es algo pareci– do al del cuclillo, pero más agudo y más rá–

pido. Es una ave grande, con una larga co–

la que la pone hacia arriba como hace el gallo Dung-hill. Sus plumas son de una

gran variedad de finos y vivos colores: rojo, azul, efe.". Su descripción, aunque hecha hace más de siglo y medio, presenfa a esta

aVe de manera m.uy apropiada. La chacha– laca pelea con bravura en defensa de los po-

lluelos, con gavilanes y airas animales pe– queños.

Los acostumbrados pariales o colmenas se ven colgando en los corredores de las ha– ciendas. Enlre los muchos produC±os de va– lor de Olancho, se encuen±ran la miel de abe– jas y la cera, y en es±os dos renglones el de–

partamento e:Kcede a cualquier oira sección de Cenlro América La colmena consiste en

un ±ronco (generalmen±e un pedazo de la rama donde el enjam.bre inició sus labores en es±ado silves±re) . Es±e ±ronco se cuelga, sos±enido por tiras de cuero crudo, bajo el alero y hay en él un pequeño agujero que sirve de enlrada y salida para sus ocupan– les. Punuare produce una gran cantidad de miel de abeja y de cera, que envía a la costa Norie por vaIÍas rulas. La miel se deposita en pequeñas celdas, de dos pulgadas de lon– gHud, que se ven alineadas den±ro de la col– rnena. Las celdas para las larvas ocupan el centro del panal.

Para formarse una somera idea de lo próspero que podría ser este negocio, bas±a conocer las catorce clases de abejas meleras que exis±en en Olancho. Sus nombres loca– les son los que siguen: El Prie±o, o abeja ne– gra; el Blanco o abeja blanca; el Aluva (casi la mism.a); el Jimerí±o; El chichigua (cuya picada causa escozor cornO el zancudo); El Zopiloie; El Talue±e; El suculile; El Panta; El Panal, El Quema; El Sun±eco Blanco; El Sun– leca PIÍelo¡ el Joverito y El Mirls. Es±e úHi– mo deposita un pequeño nido de cápsulas

con una cubierta cerosa COInO la pez. Estas

cápsulas se llenan de un liquido delicioso que Se emplea, principalmen±e, con propósi– los medicinales. La miel de abejas se ven– de en casi ±oda tienda de Olancho, y aún en Tegucigalpa yo pagué solo diez cen±avos por una bo±ella. Las abejas san pequeñitas y la mayor parle sin aguijón. Durante el día, cuando uno viaja por el país, se pueden ver enjambres de ellas revolo±eando en los ±ron– cos podridos, y poco ±rabajo cuesta llevar ±o– da la cohnena a la hacienda más cercana. Uno de los dueños dijo que desde que alqui– rió su predio, él había vendido suficienie miel y cera para comprar iodos los géneros, manías y adículos de esa clase que se nece– sitaban en su hacienda.

Dejamos Punuare ±emprano de la maña– na siguien±e. Arribamos a El Real a eSo del mediodía. Teníamos carias de presen±ación para el señor Francisco Mencia, Alcalde Pri– mero; para el señor Marcelino Urbina y pa– ra don Nazmio Vega, esle último Síndico Mu– nicipal de la población. Proseguirnos, sin embargo, direC±amen±e hacia la casa del Pa– dre Murillo, viejo amigo del Padre Buena–

ventura., en donde nos sentirnos tan confor–

±ables corno las numerosas pulgas de la casa

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