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Sin duda que las afirmaciones fueron "ageradas como son, probablemente, todas fas que legaron a mi conocimiento en cuanto los placeres auríferos, pero después de des–

~ojarlas de la bruma de las viejas leyendas de la natural tendencia en Centro América

~ aumentarlo todo, queda algo de naturaleza cierta para calificar a Olancho corno una re– gi6n mineral solo inferior a California y Aus– iralia.

No puedo valorar las minas de plata de Olancho con exactitud porque todas mis re– ferencias son de oidas, pero tengo la convic– ci6n de que vale la pena que los capiíalisias le presten su atención ya que puede hacer–

se que rindan ganancias remunerativas.

Sobre las minas de cobre puedo hablar con más seguridad porque se hallan en todas las paries centrales de Olancho y han sido laboradas públicamente durante un siglo. Las del Valle de Ulúa, al noroeste de Lepa– guare, han producido enormes cantidades. Ya en 1712, trenes de mulas cargadas con cobre se enviaban de Juticalpa a Tegucigal– pa, en donde la broza y el metal se fundían "por el oro que contenían" (1) . Cerca de Yoc6n se encuentran pedazos de puro cobre como los del Lago Superior, en los cuales el porcentaje de oro es notablemente grande.

Hay también minas de jaspe cerca de la aldea de Silva, Inás bien una especie de cuar– zo amarillo, pardo y verde que los nativos lo llaman jaspe y que yo me inclino a decir que es el mineral verdadero de ese nombre. Yo no vi ejemplares de él, pero muy frecuente–

mente oí lnencionarlo cuando conversé con

los nativos sobre los recursos naturales de Olancho. El mármol azul y blanco, de una calidad muy fina, existe en las montañas de Yoro, en el depariamento de este mismo nombre. Estas canteras nunca han sido tra– bajadas y, probablemente, permanecerán virgenes por edades a menos que se desarro– llen bajo los auspicios de una raza superior en diligencia e industria que la que ahora puebla Olancho. En Lepaguare hay, asimis– mo, indicios prometedores' de la existencia de Un mármol de magnifica calidad.

Mientras estuve en Juticalpa supe de un gran pedazo de piedra imán que se halló en las cercanas montañas de Jano en donde se asever6 podia obtenerse en cualquier canti– dad. Supe que esta piedra imán tiene la sorprendente propiedad de repeler tanto co–

rno airaer al acero cuando esfá en su eou–

iacl0, lo primero emana de un lado y lo segundo del otro. Una aguja suspendida Por un hilo en un vaso de agua se aproxima o Be retira mientras el imán Se vuelve en las

~

\lIt! (1) CUA. de (tindfci6n no hubo en la Villa dé Tegucigalpa hastl), en el

JI

Uo

CUarto del siglo XVIII. V Our6n. La Provlncha de Tegucigalpa,

manos del operador. Muchas personas me aseguraron ser esto verdad y yo lo anoto pa–

ra fuiuras referencias.

Se dice que en Olancho se ha descubier– to hierro y que el cinabrio existe en varios lugares. Tengo razones para creer esto por

las descripciones que se lne hicieron en lar–

gas conversaciones durante las cuales me

em.peñé en preguntar a mis informantes y las aseveraciones sielT\pre fueron las mismas.

Todavia me inclino más a creer en la indis– putable autoridad del caballero de más cien– cia en Honduras, Don José Maria Cacho, ex– Ministro de Hacienda de la República. En una caria que él me envió desde los Llanos de Santa Rosa (2) el 23 de Febrero de 1854, me pedía una descripción del método de trabajo que se usaba en la mina de azogue de New Almaden, California, porque él habia localizado varias minas de cinabrio en el Departamento de Comayagua.

La mina dI;) Palo Verde está ahora sote– rrada con piedras y tierra. Grandes y año– sos árboles rodean los viejos trabajos, y durante la época de las luvias la tupida ma– leza posiblemente esconda a la visto todo el lugar.

De lo que pude saber en relación con la riqueza mineral de Olancho, gradualmente llegué al convencimiento de que, con el co–

mienzo de una rnineria "legal", tal corno se

pradica ahora en California, el pais enviaría, cantidades de oro en tal proporción que crearia una conmoción igual a la que des– pertó el furor minero en California durante 16s últimos diez años.

Los Zelaya me aseguraron que para, cuando yo regresara ellos estarian listos pa– ra escuchar mis propuestas.

El cura habia hecho ya sus arreglos y

con Jni viejo criado, Victor, tomamos el ca–

mino de Catacamas. Se trajeron los caba– llos y dejando el patio salünos al trote, recibiendo los corieses saludos de Don Fran– cisco cuando pasamos frente a su casa. Hi– cimos una parada en el camino para tomar un poco de chocolate ricamente preparado y, por último, viramos hacia el pequeño po– blado de Telica, situado bajo las faldas nor– teñas de las montañas de Jutiquile.

Entre las plantas silvestres que me mos– tró mi acucioso acompañante eslaba la "rubia" cuyos tallos, como vi después. atra– viesan el camino en muchos lugares. Los indios del Bajo Guayape venden esta planta y la de xiquilife para fines tint6reos. Esta, "rubia", creo es igual a la de Holanda y Nueva Zelandia de la cual se importa anual-

(2) Asi se llam6 antiguamente la actual ciudad de Sta ROsa de Copán.

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