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« Previous Page Table of Contents Next Page »go y es de un color pardo grisáseo, pero
algunas veces se la encuentra de colores es–
carla±a y rojo. La mayor parte de la que se recoge se vende en pequeflos atados a los compradores de las ciudades del interior del país, quienes la separan en dos clases. Se forman mazoS que pesan de dos y media a cuatro libras cada uno, doblando las raíces al iamaflo de un pie y luego se aseguran con fibras del mismo bejuco. Es±os mazos se arreglan en bulios de tres a cinco arrobas y, por lo común, se despachan al puerto de mar más cercano. Las propiedades medici– nales de la zarzaparrilla apenas si se cono– cen en Olancho. En las plazas pueden verse a la venia los pequeflos atados, pero sus vir– iudes se dan por seniadas en razón de la demanda de los ex±raflos.
La linaza Se cultiva con gran éxito pero
también se la encuentra en estado silvestre. Se vende al por menor por las mujeres de Ju±icalpa por un puñado de cobres, y parece
que se la usa exclusivamente corno rnedicina.
Al regresar a Ju±icalpa, adonde llega– mos cruzando el Jalán y el Guayape en El Re±iro, volví a encontrarme con el señor Mo– rano y supe que el General Zelaya Se había ido repentinamente a Lepaguare, llamado por haberse agravado su esposa. Ir a oira casa que no fuera la de mi viejo amigo el señor Garay hubiera sido una imperdonable afrenta para aquel distinguido señor y, por
consiguiente, opté por ir nuevamente a su
amplia casa, dejándome don Apolonio a la puerta y saliendo él al galope hacia su resi– dencia.
El VleJO hidalgo, después de oir mis aventuras con gran placer, me aseguró que ireinta años antes El Quebracho fue famoso lugar de diversiones, en donde la costumbre
era de reunirse allí cada verano varios ami–
gos; se levaniaban pabellones a orillas de la laguna y todo el mundo se entregaba hasta saciarse a sus pasatiempos favoritos de la caza y la pesca. El no había ido allá desde hacía muchos años y parecía encanlado de que yo le diera pormenores. Este fue oiro de los lugares que prometió obsequiarme si regresaba al país con una colonia de nor– teamericanos. Cuando le pedí que suscri– biera la donación respectiva :me con±esió:
"No, no, hijo", ustedes los americanos
son muy propensos según sé a lisonjearnos
pero nunca cu:mplen todo lo que pro:meten.
'Regrese usted con una colonia industriosa y, si todavía vivo, no necesitará de doculTIen±os
para iener ustedes esas ±ierras".
"Pero", le dije, "si usted suscribe un
docu:mento condicional con:migo ahora, él servirá para inducir :más fácilmente a las personas buenas e industriosas de que hablo
para que vengan a Olancho". El viejo Sólo repitió su frecuente expresión:
"Déjeme ver a Olancho próspero una vez :más, antes de que yo muera, y después me reuniré con mis aniepasados coniento y
feliz" .
Al ver yo que durante la enfermedad de la señora no habría probabilidad de asegu. rarme la atención del General Zelaya en Lepaguare, resolví quedar:rne unos pocos días más en Ju±icalpa a fin de preparar el viaje y enlonces con el Padre, que me lo habí~
propuesto varias veces, sali hacia la famosa ciudad india de Ca±acamas situada poco más o menos ireinia y cinco millas al noroeste de Ju±icalpa, aunque por la ruta que pensába. mos tomar sería no menos del doble de esa dislancia.
Mieniras el cura concluía sus arreglos
hice varias excursiones cortas a los varios ca.
seríos que rodean Ju±icalpa. Don Sebastián Ayala, el Jefe Polí±ico o Prefecto del Depar. iamento, quiso que le aco:mpañara a su mina de plata Palo Verde, a unas diez millas hacia el oeste. Este señor fue antes empresario y :me declaró que tenía un conocimiento total de las posibilidades mineras de Olancho. Dejamos el río Juticalpa a nuestra izquierda y toma:mos hacía el gran Valle Arriba, que limita por el norte y el este con las pintores· cas montañas de Ju±iquile.
Se sabe que la mina, que por muchísi–
tnOS' años ha estado abandonada, en oiros
±ie:mpos daba vastas cantidades de plata que la familia dueña enviaba, cuatro veces al año, a Trujillo de donde Se embarcaba a Es– paña para inversiones. Yo obtuve muestras del mineral de este lugar y dan tes±imonio de contener plata virgen. El señor Francisco Verde me proporcionó después tres muesíras de broza encontradas en esíe lugar, en Yo– cón cincuenta millas al noroeste de Ju±ical– pa, y en Junquillo entre Ju±icalpa y la aldea co:mercial de Jano. En Junquillo también se han hallado muestras de brozas de cobre y se sabe que existen allí en tales cantidades que tiñen la tierra de verde, lo que muesíra su riqueza interior. El conjunto, cobre, bro– za y piedras. contiene oro. El señor Verde me aseguró que "ioda la región alrededor de Yocón está saturada de plata y que eS rara la piedra que se recoja en cualquier dirección que no tenga algo de ella". Cerca de El Quebracho hay también una mina de plata pero no tengo medio para aseverar su riqueza. Me propuso visitar con mis infor– mantes los varios lugares que me indicaron pero, por su faHa de puniualidad y en la ún'
posibilidad de poder cumplir con cada CoW'
promiso hecho, me ví obligado a acepía.r cum grano salis las afir:rnaciones de mis arru– gos.
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