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muchacha delgada y bonita de blillan±es ojos y con el rostro encendido por el ejercicio era

01' el momento la her01:,a principal en. ,;,s±e Pequeño ballel de la vIda real. Dos Jove–

~es el preferido y el rival aspirante, con ca–

ras

I

serias representaban en la variedad de sus :movimientos y aci5±udes las pasiones del

amor, de los celos, de las esperanzas y de la

desesperación; se encontraban con la "coque_

ta" ya fl-íamen±e o de manera exal±ada, con

de~dén o iernura sosegada, terminando con un gran final, en un remolino de embriaga– dora aleglía. Todos los danzantes, en turno,

lomaban la precedencia llenando los otros la pantomima con deialles menores. En el con–

junio, ~i es n'lenos al:-activo que el l,:Jolero de

movimIentos ian refInados, el fandango de Olancho es ian agradable y vivo como aquel.

An±es de que el baile lernLinara Se nos

unió un hombre bonachón, alegre, de unos

Ireinla años de edad, quien, después de dar–

noS la bienvenida a la hacienda, le llamó la atención Íamiliarmen±e a su viejo amigo

Don Apo1onio, por sorprenderle lan inespe–

radamenie cuando su despensa no estaba tan

generosamente repleta con,o era usual. El había sabido, desde hacía varios días, de mi llega.da a Julicalpa, y ahora, por la primera vez, supe que ese joven que hablaba era uno de los hijos del señor Garay, y qUé El Que– bracho era una de las tantas haciendas del viejo Creso.

Nuestro apeli±o, algo aguzado por la

caminata, no es±aba para escrúpulos en

cuanto a la calidad de la comida que se nos

podía dar. Era basiau.l:e ordinaria y consis–

tía en una sopa chapucera, en la que sus in–

gredientes parecían ser: un balde de agua, media docena de plátanos y un gran pedazo

de carne de res. Don Gabriel Garay no era,

como su viejo padre, un epicúreo An±es de retirarnos a descansar por la noche, vi un

par de rapazuelos devorando lentan,ente al– go que ellos extraían a puñadas de una vieja cacerola en una esquina del patio. Era una

masa de carne cocida, cuyo oJor me fue ex–

cepcionalmente agradeble. Al inquirir, ha– llé que era la carne de un armadillo que ha– bían matado en la vecindad el día anterior.

No lardó en haber un lercer comensal del delicado plato. La carne era muy gustosa

y ian delicada como la de ga11ína.

Es corrienie en algunas paries de Olan–

cha, especialmenie hacia la costa, cocinar es–

idOS animales enferos, sin separar la carne

el ~aparazón con que la Naturaleza los ha

hrovls±O. El proceso consiste en cavar un

Ueco en la tierra poniendo una capa de pie– fras calientes en el fondo. El animal se co–

~ca sobre éstas y se cubre con otra capa de Ptet ras planas sobre las cuales se enciende

~ uego. Estofado y laqueado con pedazos e grasa, como un bistec a la iialiana y sa-

zanado con hierbas aromáticas, el gas±r6no– mo n,ás exigenle lo calificaría como un pla–

JO exquisito. El armadillo de 01ancho ca" lnÚnmel1±e es como de veinte pulgadas de

largo, de un color castaño obscuro y con~e

precipitadamente a esconderse cuando se ve

en peligro. Los indios lo cazan frecuente–

menle para alimento.

A la n1.añana siguiente me enconlré con

un viejo vaquero de Cuhní, aldea poco más o lnenos a veinlicinco millas al Norte de Ju– ticalpa, que ocupó mi atención por una hora hablándome rápida y casi ininteligib1emen– le de los días antiguos de Olancho, como se 10 couló a él su padre, que había muerto a

nna avanzada edad hacía varios años. Si

me hablara en Table Mauntain, o en Carson's Flat, o en MOlmon Island, o en Bidwell's o en cualquier otro lugar de CalifOlnia célebre por el oro, donde el valor de lo extraído se contó por millones, no hubiera vacilado en

hacer públicas las aseveraciones de este vie–

jo olanchano, pero pOI razones obvias yo pre–

fiero que ellas queden, al menos por el pre–

sente, enire mis breves notas. Los "hechos" son suficienlemenie interesantes sin fener

que recu1rir a las leyendas exageradas de un indio jubilado y gárrulo.

Cmnplienqo una promesa hecha la no– che anterior, Don Gabriel nos proporcionó

dos viejos rifles ingleses con las municiones para cazar aves; equipados en esa forma, sa– limos hacia la laguna en busca de caza. Apenas habíarnos enirado en las malezas

cuando una bella ave llamada "Pico Navaja" voló pesadamenle y, bajando inmediaiamen– te, cauió con la velocidad de una gallinita de agua por entre las cañas. El tucán de Olancho (que también se le llama "feliz") tiene un pico aguzado con el que recoje in– sedas y gusanos de los pantanos. Los mo–

viIyuen±os de este visroso personaje fueron

dernasiado rápidos para permitirnos que lo

tiráramos.

Seguimos adelante y al separarnos para después aproximarnos desde dos diferentes

puntos, vimos una manada de aves acuáti–

cas que nadaban en la laguna. Don Apolo–

nio lne advirtió que tuviela cuidado con los

lagartos, como se llaman aquí los cocodrilos. Esluve alen±o para verlos, pero aunque las

cañas se movían l'Ylucho a veces no tuve una

demoslración ocular de su presencia. En la parte arriba del lago oí decir que se ve a me– nudo el tapir o danta, como aquí se le nom– bra. Esle anirna1 me fue descrito a menu– do y lo considero de gran tamaño. Dicen que arrasa todo a su paso por los bosques

cuando se ve perseguidOr que nunca pelea,

que es ±ola1mente inofensivo y que le encan–

tan los lugares umbrosos y apartados. En

el Bajo Guayape se me mostraron huellas de un tapir, donde este animal había bajado a

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