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c1amación de sorpresa y de placer se escapó de las labias de todas . El Lago de Nicaragua yodo ante su vista y levantándose de él, como Venus del mar, estaba el alto y gracioso cono del Ometepe La oscura selva del trópico cubría los lados del volcán... El observador no se hubiera sorprendido verlo despertarse en cualquier momento La primera impresión de la escena hizo deteneose el pulso, y la Falange apenas ha– bía recobrado de sus efectos, cuando el comando se detuvo con el objeto de preparar el ataque".

A mediodía del 29 de Junio de 1855, mientras la Falange avanzaba sobre Rivas para su primera bata– lla, se le hizo evidente a Walker que había sido trai– cionado La fuerza enemiga que lo esperaba detrás de las borricadas, era mucho mayor que lo que había razón de esperar, y estaba bajo el mando de un notorio general hondureño, Santos Guardiola, que había venido a Nicaragua en ayuda de los Legitimistas Guardiola era conocido -y con razón- en todo Centro América

como l/El Carnicero ll

/

y el terror de su apodo era sufi–

ciente pOi a debilitar la moral de las tropas nicarogüen– ses de Walker A los primeros tiros huyeron sin hacer el menor simulacro de resistencia, dejando a 55 Ame– ricanos frente a más de 500 soldados enemigos En los primeros minutos de lucha, seis de los hom– bIes de Walker fueron muertos -entre ellos dos de sus principales ayudantes, Cracker y Kewen Presionada, la Falange se abrió paso hasta una casa grande desde la que mantuvo al enemigo con un certero fuego de riflería desde sus ventanas El espíritu combativo de los hombres fue enardecido por la ira, pues vieron a cinco de sus camaradas heridos, incapacitados de lle– gar hasta la casa, muertos en la calle bajo el filo de sádicas bayonetas Después de cuatro horas de tiro– teo esporádico, las pérdidas del enemigo excedían las de la Falange en una proporción de diez a una Por entonces, sin embargo, los Legitimistas habían recibido

refuerzos, incluyendo un cañón¡ y con esta ventaja pu~

dieron aproximarse a la ímprovisada fortaleza y darle fuego

La última esperanza de los Americanos que esta– ban todavía en pie era romper las líneas enemigas, y a una señal de Walker, con un grito salvaje, se lanza– ran fuera de la casa por una puerta sin resguardo El movimiento fue tan inesperado y su puntería tan efectiva que las tropas Legitimistas más cercanas se volvieron y huyeron, mientras el resto estaba momen– táneamente paralizado Retrocediendo por las calles de Rivas, rechazando a sus perseguidores con balas mortíferas, los Americanos pudieron abrirse paso a los bosques y, por fin, hasta la costa. Unas pocas horas más tarde, cansados y descorazonados, estaban de nuevo en el Vesta navegando rumbo norte

Curiosamente, la derrota de Rivas no .f!isminuyó sino que reforzó el sentido del destino de Walker. Como muchos otros soldados que salen ilesos del campo de batalla, había ganado una especie de fuerza inte– rior del simple hecho de que estaba vivo cuando tan– tos otros estaban muertos Se ha notado a menudo que la repetida supervivencia de grandes peligros, crea un sentido de invulnerabilidad, un sentimiento secreto de que uno está favorecido por los dioses Después de la batalla sus hombres vieron en él, no desazón ni

temor, sino una confianza y seguridad que nada den. tro de él, pues no había ciertamente nada en tales circunstancias que las justificara. Pasó los varios días del viaje de regresa al Realejo, curando sus heridas reviviendo su moral y preparando un informe par~

Castellón

El principal propósito del informe, que fue envio. do por un mensajero desde el Realejo, era romper el dominio que el General Muñoz tenía sobre el Ejército Democrático Ei General, dedo abiertamente, había actuado de mala fe y él, Walker, abandonaría Nica. ragua con sus hombres, al menos que Castellón inves. tigara las fuentes de la traición que había causado la derrota de Rivas La respuesta fue tal como Walker la anticipara Castellón, aunque indeciso de enfreno tarse a Muñoz, rogaba a Walker no se fuera, sino que trajera sus fuerzas a León, donde los temores de un ataque Legitimista crecían par momentos

En las dos semanas de in fructuosa corresponden. cia que siguió, Walker dio la impresión de estar malhu·

morado, pero tan pronto como sus hombres estuvieron

hóbiles para marchar, pretendió ceder a los ruegos de Castellón y se dirigió a León para enfrentarse definiti.

vamente can Muñaz Nuevos ánimos le habían Ile. goda con el arribo de Byron Cale, quien haCÍ'a poco habí<:l regresada de Honduras, y quien había traído con él un hambre valioso Este era Bruno van Natzmer, un antigua oficial de caballería prusiano, quien conocía Nicaragua tan bien como cualquiera Sus presencias

~tanto de Cale como de Natzmer, hizo a Walker sen· tir menos la pérdida de Cracker y de Kewen Natzmer le confirmó un punta de considerable importancia mi· litar que había comenzada a llamar la atención de Walker El nicaragüense corriente, allnque temía a las Americanas, temía aun más ser reclutado para las e jércitos del país, y tomaría más riesgos huyendo de las pelotones de reclutamiento que de los que correría en una batalla "No hay trabajo que el nicaragüense no pueda hacer", anotaba Wolker, "con el objeto de Ii·

brarse del capotaz de una cuadrilla de trabajadores", Se reía de los generales nicaragüenses por su "ínvete· rada hábito de coger a un hombre y amarrándolo can un mosquete en la mano, hacer de él un soldado". Los únicos naturales del país que a él le importaba tener en su ejército, eran los voluntarios.

VII

Walker estaba comenzando a darse cuenta del activo y amplio temperamento del Centroamericano, con su insístencia en la dignidad y su amor de lo extra· vagante, con su religiosidad y su superstición, con SU

ardiente coraje, y en muchos casos, su fría traición,

Especialmente no había lugar a dudar la hostilidad que yodo hacia el gringo bajo la superficie de la cortesío formal del nícaragüense. Aquella se expresaba en muchas formas, desde la estudiada indiferencia de los aristócratas nicaragüenses a la reprimida burla del guía, cuando, mientras los hombres de Walker caminaban por la selva, fueron bañados de excremento por una pandilla de monos chillones Los monos, dijo el guía muy seriamente, por algún motivo extraño hacen esO 6ólo a los Amerícanos. -

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