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« Previous Page Table of Contents Next Page »el sol, a lás aguaS del gran esfero, que aquí abandonado foda esperanza de impedir que corre de Norfe a Sur. Salirnos de la forfuosa se mojara y sólo confiaba en la fuerte envol– ensenada por cuyos laberinfos habíamos es- tura de lona que tuve la precaución de po– tado zigzagueando y entramos a una zona ner a mis baúles. Nadie que intente viajar aparentemente de doscientas yandas de an- con Centro América debe descuidar esto, por– chura Y de suficiente profundidad para ad- que prueba ser durante muchos días la úni– rniiír el paso de barcos de gran tonelaje. ca protección para sus ropas y papeles. Co– Hacia el Sur, el estero sin disminuir de an- mo la marea estaba todavia en menguante, chura se perdía enfre una sólida espesura de llevados por la corriente continuarnos pasan– verde frondosidad, sobre cuya cresta las azu- do por los esteros de Nacascolo y Palo Blan– les aliuras de El Viejo, aunque a muchas le- co hasta que a las nueVe de la noche nos ha– guas, se destacaban contra el cielo crepuscu- lIábamos frente a una pequeña y lúgubre lar. Cuando se puso el sol, un enjambre de estación militar conocida con el nombre de mosquitos salió del bosque y nos impidió Playa Grande, el puerto más al Norte de Ni– dormir La fiebre del señor Dárdano se hizo raragua. Antonio tenía la esperanza de que violenta, Y como úliimo recurso le administré podría escabullirse en la obscuridad y esca– píldoras y polvos que me diera mi amigo el par de la molestia de ser interrogados y has– Dr S., una hora antes de salir de Chinande- ta de ser registrados. Cómo pudieron ellos ga. Hecho esto, lo acosté en el fondo del divisarnos, a no ser por la luz de los relám– bongo y encendiendo un cigarro, me tendí pagos, no podía yo imaginármelo, pero al en una especie de farima y entre los ata- estar frenfe al embarcadero oírnos una voz ques de los mosquitos traté de gozar de la fuerte que nos ordenó anclar, por no permi– quieta belleza del panorama. La vegetación tirse el paso de ningún bote durante la no– lujuriante colgaba en festones umbrosos a lo che. Antonio gritó contestando que "un Co– largo de ambas orillas del estero, expandién- misionado americano, con despachos de Cas– dose en cortinajes verde obscuro sobre los ár- fellón para el Gobierno de Honduras" se ha– boles, impenetrable valla de cuyas hojas las lIaba a bordo. Aunque empapado y tem– más bajas besaban la superficie de las aguas blando de frío no pude reprimir la risa ante
y las más alias graciosamente enroscadas la agudeza de Anfonio, mas el embuste de colgaban a cien pies de aliura. A veces, nada sirvi6 y un momento después lleg6 la mientras nos deslizábamos silenciosos con la orden que a]O.eJáramos No había remedio I
marea, se abrían ante nosotros pequeños eJa- así que el patrón ech6 fuera de borda el hie– ros, revelando emparrados frondosos, ahora rro, remedo de ancla. y obediente a la voz obscureciéndose con la proximidad de la no- cuyo dueño fodavía no habíamos visto, subí che. Plantas parásitas, orladas de vistosas al bote que Antonio acercó hasta noso1ros flores. prendían en las ramas. las que asu- desde el extremo del embarcadero, llevando mían formas fantásticas, ora pareciendo ar- conmigo una bofella de excelente coñac, que cos sólidos de algún almenado castillo. ora creí serviría para evitar molestas demoras. simulando antros y cavernas.
La lluvia todavía caía con un encono y vio-La noche llegó lentamente anunciada lencia verdaderamente tropicales. Un mue– por la amenaza, fodavía lejana, de un chu- lle desvencijado, hecho de varas de caña se basca. Antonio ajustó más el toldo sobre la extendía a la orilla y buscando mi camino cabina y se prepar6 para el diluvio, fortale- en la obscuridad había exaciamente ganado dándose mientras tanto con un gran sorbo apoyo en los palos resbaladizos y me incli– de la botella de aguardiente, tónico que él naba para alcanzar la mano de un guerdia guardaba cuidadosamente envuelio en una que con el mosquete brillante, cuando mi vieja camisa, debajo de una de las tablas del pierna falseó y en un instante estaba yo a piso. Una iras otra, las brillantes constela- diez pies bajo de agua. Este fue el único ciones en 10 alio se obscurecieron por las nu- intenfo que hice para sondear el Estero Real bes negras que se acumulaban en el hori- y, estoy seguro, que no llegué a fondo. Un zonte, de tal modo que al acentuarse la ne- apagado gorgoteo y una sensaci6n sofocante g:-ura nuestro bongo parecía hallarse en me- de obscuridad y frío es todo lo que recuerdo, "!'0 de un lago interior, del cual no había sa- hasta que entre las fuertes voces del marino lIda. Una racha de viento precedió a los y el chapoteo de la lluvia me hallé agarrado truenos terribles y a los cegadores relámpa- al extremo de un palo resbaloso que me ten– s¡os, y el drama se abri6 con la caída de cor- dió el guarda. Un pequeño esfuerzo y héme
t~,:as de agua haciendo del esfera una exfen- aquí de nuevo en el muelle, calado hasfa los S10n de siseanfes burbujas. La tripulación huesos y maldiciendo en alta voz a todos los bec.ogió los remos y se acurrucó temblorosa oficiales nicaragüenses. El soldado profirió !,Jo la choza, el viento fiero echaba la llu- un lacónico: ¡caramba! y me condujo por Vla por entre los intersticios de su calamito- cerca de veinte yardas hasta una pequeña
So fecho como si fuera a través de una del- cabaña de adobes rodeada de charcos de gada tela. Pronto estábamos empapados, yagua y con una flamante hoguera en el sue– el enfermo cubriéndose con una miserable 10. Un cuero extendido de través por el lado
~apa gemía lasiímeramenfe en la obscuri- del vienfo servía de puerfas a esfa vivienda ""d.. En cuanfo al equipaje, ya había yo miserable. en donde se hallaban de cueJillas
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