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« Previous Page Table of Contents Next Page »La brisa matinal soplaba fresca y graia lle– vándose consigo a los mosquiios y jejenes. Aquí y allá un cocodrilo Inovía los junquillos de la orilla y el canio de las aves acuáticas se elevaba claro en el aire, haciéndoIne re. cordar las aniInadas Inañanas otoñales de Nueva Inglaterra, cuando rifle en mano pa.
cientemente recorríamos las ciénegas escu~
chando esie mismo y agudo canto con una euforia que el más dulce irovador sería ca. paz de despertar.
LlegaInos "al punio propuesio" ¡ el pa. ir6n tiInoneó hacia una orilla cubierta de yerba dondl'l amarró. y procedió a elevar el másiil, que era una vara que ocupaba iodo el largo del bongo. Los obenques fueron fi.
jados y una inmensa vela enarbolada a lo "pierna de jamón" en las poleas. Tan prono io COInO fue asegurada la vela, la vieja pira. gua COInO si esiuviera avergonzada de su pa. chorra del día anierior empezó a cabezear y tirar de sus aInarras. Antonio se precipiió a la proa paieando todo lo que enconiraba y en su apresuramiento puso su pie sobre el esi6mago del enferIno¡ la tripulación corria de un lado a otro, saltando corno monos, la vela dio un tremendo iirón, se zafaron las esiacas de aInarre y con un griio de iodos los de la tripulaci6n al cual uní el mío, que no era débil, el viejo "Almiranie" se deslizó hacia las aguas revuelias del ancho golfo, co– InO si fuera a reInolque de una locomoiora. Me quedé asoInbrado de su velocidad. Ani– Inado breven1ente por el bullicio, el enfermo asoInó su rosiro por sobre la borda y vió con desn1ayo hacia el horizonte de agitadas olas, hacia el cual nos dirigíamos corno una fle· chao El "A1Iniranie", con viento fresco go· bernaba mal y Anionio lanzó Iniradas rece· losas hacia el Inar afirITIando hallarse arre– pentido por no haber seguido en El TeInpis– que Inis consejos de agregar una o dos tone– ladas de lasire.
Rafael, el olanchano, nunca había visto anies de ahora agua salada. El pobre muo chacho se peg6 convulsivamente a la borda
y clavaba su mirada inquisitiva en ITIi y en el bongo aliernaiivaInenie. Yo, ciertaInen· te, me pregunté cómo Se comporiaría ial des· pliegue de lonas duranie una ieInpesiad; Pero el aire confiado de Anionio disipó mis dudas y, satisfecho de que todo estaba co· rrecio, Ine acosté, pero con el sordo presen– timiento de que dorn1ir no sería tan fácil en el golfo si la brissa continuaba. Nos preci– piiamos hacia adelanie y a la media hora
~os hallábaInos fuera del estero y surcando hnnernenie la grande y verde expansión de aguas de la Bahía de Fonseca.
'media doaen« de criatUl"BS semidesnudasi Ji.
vidas por las éaleniuras y amontonadas en derredor de la llama, que brillaba en sus ros– iros escuálidos dándoles la apariencia de es– pedros Contestaron a Ini saludo con el uni– versal: "C6Ino esiá, señor!" mieniras de un cuario adyacente apareci6 un oficial sucio y
de aspecto somnoliento, quien se anunci6 co–
mo el Comandanie, Primero examinó Ini eInpapado pasaporie del Minisiro, y luego, iOInando la linterna, deienidamente Ine ins– peccion6 de pies a cabeza, profiriendo un gruñido satisfadorio en conclusión,
Bajo otras circunstancias hubiera yo guardado Ini coñac escondido, pero necesi– iándolo por hallarIne eInpapado. lo pasé des– pués de echarIne un sorbo, al COInandanie, quien colocando la botella en su boca ingi– rió cerca de la miiad de un solo irago, devol– viéndoInela con un suspiro de satisfacci6n y al InisIno tiempo de pesar. Me obsequi6 un cigarrillo de papel y orden6 al soldado que me escoHara de regreso hasta el boie. Le pregunté su nOInbre, que él Ine dió con una
sonrisa de agradecimiento, pero como no te–
nía yo donde escribirlo se me ha olvidado. Innecesario era que Ine caInbiara de ropa mieniras lloviera, de Inanera que envolvién– dOIne en el poncho Ine deslicé en la cabina, mieniras los nativos en silencio levantaron el ancla y el bongo continu6 su deriva hacia el golfo.
A las once de la noche caInbi6 la Inarea y anclaInos de nuevo. La tripulación se en– ir6 a la cabina, iom6 un trago de aguardien– te y a los cinco Ininutos todos, excepto el en– ferInO y yo, esiaban profundamente dorIni– dos, a pesar del ruido de la lluvia en el te– cho, del retumbo de los truenos y de la at– mósfera sofocante del pequeño albergue Cuando desperié era ya pleno día y nuestra vieja chalupa se deslizaba perezosamente con el naciente reflujo. Una brisa suave so– plaba del Suroeste y Antonio prometió subir la vela cuando hubiéramos adelaniado una milla Inás. En este punto el Estero Real se bifurca y descarga en la bahía de Fonseca por dos bocas, siendo la Occidental la Inás utilizada por segura. El aspedo de la re– gi6n había cambiado al aproxiInarnos a la bahía. Los densos bosques que habíaInos pasado el día anterior eran ahora terrenos bajos de aluvión, fOrInados de pantanos y
cortados en numerosas islitas. A lo largo de las márgenes crecían aHos y exuberanies pasios, las aguas esiaban agiiadas por !os brincos de los peces que nuesiros COInpane– ros dijeron podían cogerse en variedad infi– niia. Hacia el Esie, las distantes montañas de Choniales, envueHas en la neblina maña–
nera, espiaban arriba del horizonte I y una U¡----S;re la erupc.i6n del Cosl¡:üinll. que principi6 el 20 de Enero de 1S3i
1 ba 'a extensión de tierra cubriendo y
110 en 1836 como dice el autor, puede eonsulta1'8e: varios pactes oflda1et arga y J , dados al Gobierno de Honduras, publicados en la RiVlita del Al'chin 7 ,. gradualmente hacia el Oesie se nle indicó la Biblioteca. Naclr.nal de Hondura" t. IV pp 242 a 2M La obra de Vfe\Of
era el gran volcán Cosigüina que en su últi- Miguel DíllZ titulada Conntodone. lerJ'estre.<I en la América Cenlral Glla
) 6 () tetl\ala, fJ n, pp 181 a 160; Y la Biografía de JoS"e Trinidad Reya pol".u. fila erupción de 1836 t 1 se despedaz 2
m6n Rosa Tegucigalpa, 1906, pp l'J y
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Y se extinguió después de sembrar el terror (2T
LaeruJ)ci6n de tipo convulsivo 15010 compnrabte a 1.. d.l Craeatoa. dio
en todo Centro América y parte de ~1éxicc" orl¡-en
8 los actuales faraBon" del Golfo N del E
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