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Sflore<ó '"1licaragüen<óe<ó
una 'Cumba 'fluatemalteca
I
Tres años hace ello. de OC±ubre de 1885, que la mano inexorable de la m.uerJ:e quebró con un solo golpe una pluma de escritor, un lápiz de periodista, un pincel de pintor de coslumbres, una zumba de festivo decidor,
un punto de satírico, una lima de erílico, un
caleidoscopio de novelisJ:a, un cincel y un bu– ril de historiador y una lira de poeta. Todos estos valiosos instrumentos eran de primera
clase, así por su esmerada construcción como
por su material escojidisimo y estaban mon– tados en el oro de más quilates de nuestras núnas cuasi inexplotadas; en fin, ya los tenía vivamente abrillantados la fama. Pertene– cian todos a un 'solo afortunado dueño, dies– tro manejador de todos ellos, Salomé Jil.
II
Con el osado pensamiento que donde quiera llega, he penetrado al alba del 10. de Octubre próximo en el Cementerio General de Guatem.ala, solemne palacio que habitan los que murieron.
La bella Metrópoli Centroamericana em– pieza a desceñirse el blanquisimo ropaje de las nieblas, cual una hermosa que despierta y descorre suavemente las aromadas sábanas de su voluptuoso lecho.
El vienJ:o fresco de la hora cargado de los perfumes que se forman de las divinales caricias que han cambiado durante la calla– da noche las Hores con las Hores en el suelo y las esJ:rellas con las estrellas en la maravi– llosa bóveda, y enriqueciendo con la abun– danJ:e vida que Se desprende inagotable en aquellos sublimes instantes del renacimiento de la luz, ha llegado a dilatar mi pecho para sostenerlo en forfisima emoción melancólica que embarga el alma contempladora de aquel sitio de nústerios, de pesares, de re– cuerdos, de dudas, de temores, de esperanzas y de hondas reflexiones.
Ya se divisan en el Oriente las rosadas
m.ejillas de la hermosísima aurora, eierna
mensajera del incansable y espléndido sol de la región tórrida.
La lánguida claridad de la primer mira– da de esta encantad01:a virgen ilurnina vaga– mente el exJ:enso campo del CementelÍo.
He ahí que un grupo vaporoso acaba de tranquear la puerta. ¡J)l.Iirad! Es un acom– pañamiento de regocijo. Vienen alli demos–
trando alegría nueve graciosas jóvenes cu–
biertas ligeramente con vestiduras blancas y relucientes, dejando comprender las COrrec–
tas fonnas de la belleza típica; y coronadas
las frentes con lauros de oro y blillantes. Conducen gozos,,"s una artística Corona Fu– nebre de exquisiio gusto.
Vedlas, no Se han detenido delante de este rico mausoleo que sin duda pertenece a personas de cuantiosa hacienda, ni delanJ:e de ese de no menos valor y que segurante es de un individuo que fincaba su orgullo en la vana nobleza de la estirpe, ni delante de aquel cuyos trofeos marciales indican que alli duerme sempiterno sueño algun valienté Capitán, ni delante de aquel oÍlo cuya sun– tuosa portada ostenta la nútra, disJ:infivo del soberbio Obispo. ¡Ah! Ved dónde se de– tienen, delante de un pobre tUl'nulo de pie– dra y cai.
Acercaos y leed la modesla inscripción hecha con simple tinta negra: Dice: "JaSE MILLA y VIDAURRE".
IIr
Cantan, oíd esas voces armoniosas:
"¡Oh fu, hijo nuesÍlo bien amado, cuyo
polvo cinerario confiene eSÍe humilde sarcó– fago, tú cuyo espíritu in:mor±al mora hace
tres años entre los más escogidos del feliz Eliseo; regocijaJ:e, porque la indiferencia de tus paisanos para contigo se ha disipado; esa
negra nube que Se sienta casi sieITIpre sobre
el sepulcro del genio, pero que siempre la
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