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« Previous Page Table of Contents Next Page »Asimismo vemos en fodo el hemisferio un inclemen±o alentador en la adopción de medidas de autoayuda, medidas que, quizás más que cualquier oiro faefor aislado, seña· lan el caráC±er genuino y perdurable del pro· greso logrado bajo la Alianza. Todos los países han mejorado la administración de sus sisfemas fribufarios y nueve han adopfa· do importanfes leyes de reforma imposiliva. Doce países han sancionado leyes de refor· ma agraria. En general, los presupuesfos para la educación en la América Lalina se han aumenfado en casi un 13 por cienfo por año y 5 millones más de niños asisfen a las escuelas. Quince países esfablecieron pro– gramas para la consfrucción de viviendas en base al sistema de esfuerzo propio y ayuda mutua. Nueve países sancionaron leyes pa– ra. asociaciones de ahorros y préstamo y
ocho países establecieron nuevos bancos par– ticulares u oficiales de fomento.
suHado de ello, una contribución al desarro. 110 económico y social de la América Latina mayor que la realizada anferiormenfe.
Si analizamos a los propios países de América Latina, ya podemos ver la clase de resulfados concrefos que esperamos que en el futuro se produzcan cada vez en mayor medida. Los elevados índices de desarrollo en Venezuela, México, América Cenlral y en ciertos olros países, se han visfo acompaña. dos de una nueva confianza en la esfabili. dad y viabilidad de las econort'Úas de esfos paises, confianza ésta que se expresa en foro ma concreta por la afluencia crecienfe de in. versiones extranjeras. Por ejemplo, los in. versores de los Esfados Unidos esfán invir· tiendo ahora en la América Lalina a niveles que representan el doble de las inversiones realizadas en 1963.
Si bien se han producido algunos reve– ses, y para ser realistas debemos esperar que
se continúen produciendo, una evaluación
global de los úlfimos ires años sólo puede conducir a la conclusión de que se ha presfa– do un buen servicio a la causa de la libertad política y del progreso social en fodo el he– misferio.
Los programas financiados por la Alian· za confribuyeron a la construcción de más de 23.000 aWas, de más de 220.000 vivien· das, de unos 4.800, kilómefros de carreferas y de más de 1.000 sistemas de distribución de agua potable y de alcantarillados, cuyos servicios benefician a unos 15,000.000 de per– sonas. Asimismo, esfos programas confri– buyeron a la creación de unas 900 coopera– tivas de crédito, representaron el otorga– miento de más de 200.000 préstamos de cr~'
dito agrícola y, en este último año, ayuda– ron a alimenfar a más de 23 znillones de personas.
PerInÍtaseme pasar breve revista a nues– iro progreso reciente. En mi propio país el Presidente Johnson, a principios de este año, colocó al deparlamenfo de la América Latina en la Secretaría de Estado y a la división de la América Lalina de la ATD bajo la dirección única del Secretario de Estado Adjunfo, Se– ñor Thomas C. Mann, funcionario que com– bina su extraordinaria competencia personal y prudente respeto hacia las realidades po–
líticas y económicas, con una clara visión y
comprensión profunda de las necesidades hu– manas que la Alianza procura satisfacer. Esta conjunción de nuestras aefividades de la ATD y de nuestras normas políticas y eco– nómicas respecto a la América Latina, bajo la dirección del Secretario Adjunfo, señor Mann, ya ha producido resuHados imporlan– fes y concrefos. En los primeros seis me– ses de 1964 concedimos más présfamos bajo la Alianza para el Progreso que en fodo el año 1963, obligando fodos los fondos que a fal fin asignara el Congreso. Lo que es más importante aún, la nueva y mejor coordina– ción de nuesfros esfuerzos en la América La– tina frajo como consecuencia una mejor ca– lidad en los proyeC±os aprobados y, como re-
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proporcionar las insfituciones financieras de desarrollo el cual conslliuye a la vez, una de sus mejores garanfías de un futuro viable y valedero.
Por lo fanio, el esfímulo al desarrollo de los mercados locales de capital es una de las formas más fruefíferas en que fales institu– ciones pueden confribuir aún en mayor gra– do a maferializar la extraordinaria labor económica y social que nos hemos propues– fo realizar en el marco de la Alianza para el Progreso.
El objetivo de esa Alianza, como muy bien nos podemos repetir a menudo, es ali– viar con la mayor rapidez posible las penu– rias de millones de personas de este hemis– ferio que, a pesar de esfar a un paso de un mundo de abundancia que los rodea y que pueden ver y hasta palpar, pennanecen en– cadenados a la sórdida pobreza que les legó el pasado. Ninguno de nosoiros se ha enga– ñado jamás respeefo a la magnifud o impor– fancia de la labor que nos aguarda. Hemos sabido en fodo momento que los errores co– mefidos en el curso de siglos no pueden re– dimirse en pocos años. Sabemos fambién que debemos esfar preparados para hacer frente con renovada deferminación y mayor paciencia a las dificulfades que inevitable– menfe se presenfarán cuando la impaciencia general y creciente de satisfacer necesidades que no se atienden desde hace mucho, se re– bele confra lo que con frecuencia parece, y casi siempre confinuará pareciendo, un pe– queño progreso inferminablemenfe lenfo e infinitesimal.
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