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WiUiam Walker

en 1857 (de un antiguo grabado).

hacerlo" La borrachera de soldados en servicio ero castigada más duramente que en el Ejército de los Es– tados Unidos Cuando su propio hermano, el Capitán Norvell Wolker, se emborrachó en vísperas de una ba– talla, Walker públicamente lo degradó, y en el punto más desesperado de sus infortunios militares era ca– paz de advertir a sus hombres que tenía la intención "de ver debidamente castigada, social y legalmente, la intemperancia que haCÍ'a que el ejército cayera en desprecio y en descrédito" El mismo no necesitaba de la bebida. Para él el peligro era su mejor vino, lo hacía abrasarse en entusiasmo.

Su juventud en Nashvílle fue penosamente buena

tn New 0r1eans sofisticado, donde la viva tradición criolla era fuerte, los chicos bien mantení<:m queridos, yacían con esclavas, seducían coquetas y dormían con viudas alegres, pero en el drculo de los Walker en Nashville aun hablar de tal libertinaje era imperdona– ble Habían, por supuesto hombres en Nashville que hacían concubinas de sus esclavas, pero no era muy probable que se encontraran entre los Discípulos de Cristo, la rígida secta a que perteneda la familia de Walker En tal ambiente, la única oportunidad de experiencia sexual para un muchacho adolescente era el ser seducido por alguna atrevida joven enamorada Mas, ¿qué joven se había de entusiasmar con un mu– chacho que era bajo, delgado, cabeza larga, pecoso, huraño, inclinado a los libros y extremadamente sen– sible?

Sin duda alguna, antes de llegar a la varonfa él

tuvo alguna experiencia sexual¡ pues vivió por un año

como estudiante de medicina en París Mas

J

si como

no parece improbable, sus amigos lo llevaron una vez a un burdel, se habría asqueado de la experiencia Jamás había tenido en el pasado ocasión de experi–

mentar la desvergonzada desnudez, la conversación

obscena y la aventura sexual fortuita Uno se le pue–

de imaginar, después de su inesperado encuentro Con

una son¡ ¡ente prostituta parisién envolverse en su ca–

pa, perderse en la osb"I.Jridad de la noche, caminar so– bre las calles empedradas del Barrio Latino, disgusta– do, perturbado, sin querer admitir su propia frustra–

ción, pero determinado más que nunca a mantener

sus ideales caballerescos

Al llegar a los veinte años, aunque se habia eman– cipado del fundamentalismo religioso, el patrón ascé– tico quedó firmemente grabado en él Había dise–

cado más de un cadáver, conocía la fisiología del sexo,

le atraían las mujeres, mas el sexo

J

el amor y el ma– trimonio se unían en su mente en un eslabón román–

tico con una concepción de la belleza virginal y acon, gojada que necesitaba de él paro rescatarla y defen–

derla Fue entonces, en New Orleans, que conoció

a Ellen Galt Martín -cuyo nombre equivocadamente aparece como Melen Martin en la mayoría de los es– critos sobre Walker- y encontró la belleza, la virgi– nidad, y ia congoja Ella era un aña más joven que él, de 23 años, agradable, inteligente, pero sordo-mu– da La vista de la belleza separada de todos los so– nidos de la vida, debe haberie despertado los impul– sos protectores, y hacerio sostener su escudo ante Ellen y por su esfuerzo personal mantenerla libre de las aña– gazas del mundo cruel Se enamoró perdidamente de ella.

El único retrato existente de Ellen, un cuadro es– tilizado, sugiere un encanto considerable una frente

alta/ negros ojos indagadores, una cara viva en forma

de corazón, rasgos firmemente moldeados y una deli·

cada sensualidad en su figura, cuanto permitían juz– gar los enaguas y calzones de la época Hay una ac– titud alerta en ella que, de acuerdo con otros testimo–

nios, demuestra que era excepcionalmente bien infor

H

moda y sumamente interesada en los asuntos del mo– mento Después que un ataque de fiebre escarlatina a la edad de cinco años la privó de la voz y el oído, sus padres la I,nviaron a una escuela, cerca de Filadel– fia, que se especializaba en la enseñanza de niños li–

siados A su regreso a New 0r1eans reveló una men– te despierta que lé permitió compartir en la vida social de las Martin, que era una familia acomodada y pro– minente Ellen según un recuerdo de familia, "acos– tumbraba ir a los bailes y fiestas, llevando una libreta y un lápiz, los que usaba para intercambiar agudos do–

naires con sus muchos enamorados".

En 1848, cuando Walker la conoció, sus herma– nos se habían casado y ella se quedó viviendo con su madre viuda, Clarinda Glasgow Martin, en una coso grande, elegantemente situada Entre sus amistades estaba un joven abogado y rico, Edmund Randolph, que como venía de una conocida familia de Virginia (su abuelo había sido Procurador General de Wash– ington) tenía entrada dondequiera, y Randolph, que

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