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sensación de los huesos adoloridos y el amo– dorrado recuerdo de los caminos obscuros y fangoso!> y de los "greasers" (1) hostiles, éso unido al súbito disparo del arma, nos hi–

zo iznaginar una sorpresa del enemigo. Sal– tamos iodos, para encontrar que nuestro ami– go sólo había querido gozar a nuestras costi– llas. Un tanro respuestos por el cario sueño, nos dirigimos al cuartel, donde encontramos al Comandante con su plácida sonrisa de cos– tumbre. Cuando entramos nos lanzó una mirada siniestra indicándonos claramente de dQnde había salido el aviso de nuestro pro– yeciado viaje a León. Estaba yo a punto de hacer a Un lado toda formalidad y echarle en cara la traición, que casi había resultado en nuestra captura, cuando el Docior pavis echando espuma como jabalí entró al apar– tamento. Aunque estábamos furiosos, gus– tosamente le dimos campo a la verborrea su– perior de nuestro amigo, cuyas gigantescas proporciones y conocida ferocidad de carác– ter lo h6.bían hecho objeto de temor y de ser– vil ad.qúración entre los nativos. Por espa– cio de cinco minutos el airado Docior tronó

e~ el cuado, y era curioso ver las caras de asoml;>ro de los guardias, atisbando y escu– chando las maldiciones que echaba nuestro campeen. Fue en vano que el amedrentado Comar¡,dante nos adulara ofreciéndonos ciga– rros/ su perfidia era patente. La úl1ima ad– vertencia que le hizo el Docior cuando sali– mos. l¡i acompañó con un movimiento signi– fíCél:tivo tocándose la garganta de oreja a oreja, al cual el Comandante no cOntestó si– no con una sonrisa torva.

Siguiendo el ejemplo del pueblo, y te· !'lÍendo a nuestro arriero pendiente del pago,

cl.ejamqs la ciudad al día siguiente y al lle– gar a la. Bahía de l~ Virgen, devolví al Juez <!:l;lshing, los despachos que me había confia– do, quién al relatarle 1;lrevemente los inci– dentes del viaje, me dijo que él había calcu– lado vétnos de regreso dos días antes. Al medio día siguiente avistarnos de nuevo San Juan del Sur y nuestro pequeño grupo dió un grito de alegría cuando al salir de los montes vió anclada en la bahía una goleta bonita y de gran arboladura. Nos encontra– mos con que Mr. Matsell y sus amigos los Oárdano habían insistido en su idea de ir a El Realejo, habiendo tocado por fortuna en San Juan del Sur esa nave que venía de la bahía de Salinas en su ruta costa arriba.

Tres días en San Juan, sin siquiera el

ac~loramiento ~e~poral del tránsito de pa– saJeros para aIlvlar la sosa monotonía, nos hizo recibir con regocijo el aviso de Mr.

~raigmiles, su sobrecargo de que debíamos

lr a. bordo inmediatamente. Con la ayuda de unos pocos reales no tardamos en acomo– dar n,-+estro equipaje a bordo, y con la ma-

1

, (1) uGracientos U

t

~'término d~pectivo dado por los norteámelIcanos

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Os Iatinoatnericanoe

yot sorpresa vimos que la tripulación levaba anclas, caso de puntualidad y diligencia ines– peradas que alabamo~ como algo nuevo en el lenío desarrollo de nuestro viaje. Una bri~

sa fresca de~de nerra hinchó las velas, y a la hora, la cludad de San Juan, con su rn,Ue– lle a medio construir, sus casas primitivas y sus repulsivos hoteles y cantinas pintados de blanco y rojo, se convirtió en una línea bo– rrosa allá en el horizonte.

El nombre de nuestra goleta era "Tres A;migos" ¡ sólido bajel de poco :más o menos Clen toneladas, cuyos tantos viajes a lo largo de las costas de Centro América lo habían hecho, co:mo el sobrecargo aseguró "su pro– pio piloto" ya que entra.ba por sí sola a: los puertos de la rufa. El Capitán San Antonio, natural de Costa Rica. desdeñaba el uso de la brújula o del sextante; jamás habían tra– zado una ruta de viaje ,sobre el :mapa ni ha– bían tocao.o el inútil compás. El manejaba su nave, me informó, según era la costumbre en este oficio: los promontorios, y las estre– llas, celestes luminarias que durante la ma– yor parte del año ta.chonan los cielos tran– quilos y sin nubes, guían al marinero, en ausencia de la luna, con una exacti:l:ud ja– más igualada. En la~ noches obscuras el ruido de la marejada era el último recurso. Unos cuarenta pasajeros se hallaban a bor– do, dos Pe ellos -los señores Mateo Sáenz y Antonio Marfínez-'- curas jóvenes de León que ahora, después de la muerte de Don Jor– ge Viferi (1 ), Obispo de León, iegresaJ?¡3.n de las ceremonias de su ordenación llevada.s a ca.bo e!l San José, la capital de Costa Rica poi el Obi;;po Anselmo Llore!lte. (2) El res– to ~ran guatemaltecos que vo,lv~an a patria desde Co~~a Rica.

Debido a los escasos vientos y ratos de calma, nues:l:r'a travesía tomó dos días con

S\.\5 noches. La pequeña embarcación, re– :pleta de proa a popa, parecía por la charla lncesanie de los nativos un éxuberante ga– llinero más que un paquebote. Por la no– che, con los pocos camarotes ocupados de

(1) El Dr JOlge Viteri y Ungo, primer ObisllO' de la diócesis de San

Salvador Llevó a noma eredenciaJe~ de 109 Gobiernos d(! Honduras, Guate–

mala, El Salvador y Costa Rica; obtuvo la creación de la di6celJiE' de El Sal. vador y el nomblamicnto para Obispo de CÓmayag1l8 del P Francisco de PnuJa Campoy y Pé:re~. natural de Cartagena del Le"ant~ Por motivos po..

Ifticos se vio obligado a salir de su país tral'lladándose n Nicaragua; falleci6

R~endo Obispo de León: Rescñn Histórica de Centro Amél'ica por Loren"LÓ Montúfar Guatemala, Tipogt'affa HEl Progleso", 1881. t IV, pp 171 R. 176

y 216

(2) Primer ObisPO de la. diócesis de Co!ttp. Riea, preconb.:Rdo por S S

Pío IX en el consi!'ltorio rfe ] 9 de Ahril de 1861: fue consagrado por el Sr Anobi!lpo de Gúatcmnla DI Ft aneisco de PRuln' Garcí.n Peláez y tom6 pose-–

~ión de su e 1.evnAo cat¡!O l\Q&toral el 21 de Dieiembr~ de. ~quel año De'ilJ)uéa !h.· un pontificndo lleno de traha lOO np~tólicos. en los que cosechó abundan... tes (lUtos nlRteti~'e! y espitit\?nle3 (Iara Costa Ri~R. ffllJeci6 el 29 de Sep–

tiemhre ele 1871: Rf!Vista cIp. CO!lta Rica (On el Rigolo XIX San José Tipo-

r,raf;n NneioTIl\l. MCMIL t 1, pp 340. 340. 348 y 349 • El obispado de CmJta Rica, se1l8rndo del de NicarathJa habia Bielo érigido

f!1 28 ele Febrero de 1860 001' bula; del mismo Sümo Póntffice Veinticinco afio!i, nntcs, por Decr~to LX rle 26 de Septiembre de 1826 h\ Asamblea No.eio–

nnJ arigló ~l E~tnd6 li!>re de Costa Rica en Obispado. rlistinto rteJ de Nicarn– trua, y la ir:-le'!ia PB'trOQuinl ne San Jasó en CatedrA.l, _nombrando primer

ObiF;PO nI R P Dr Fr Luis Gnl"cía, que no aceptó Felizmente el Decreto no tuvo ninft1Ín efecto ni }>t"(woc6 el si5ma llue la frustrada mitr~ del Padre José MaUao Delgado on El Salvador lb. pp 310 y 311

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