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« Previous Page Table of Contents Next Page »Confiando en que la discreción es la me– jor parfe del valor, al menos en estos casos, nos dirigimos hacia el bosque, y al avanzar como ¡;nedia milla fuera del camino, manda– mm, a nuestro guía por un camino furtuoso a que observara los movimientos de los con– trarios. A los diez minutos regresó. Resul– tó que se trataba de un grupo como de se– tenta a ochenta soldados, casi todos borra– chos, el oficial que los mandaba inquiría con interés sobre el paso de un grupo de norfe– americanos con despaohos para Castellón. Toda la verdad resplandeció ante mí: se ha– bía dado noticia a Granada, desde Rivas, de nuestro viaje a León, y de aquí la ansiedad por atraparnos! Avenfurar una lucha con nuestros pocos nativos contra tal superoridad era una locura, y encarar la sifuación abier– tamente hubiera conducido cuando menos a nuestro arresto y detención en Granada, en donde una bala accidental hubiera puesto
fin a nuestras penas, come había ocurrido
antes con un extranjero que fué llevado allá en una forma similar, y qué decir de las car– tas de las C\utoridades de California dirigi– das a Cas!ellón, como Presidente, recono– ciendo así su causa, y por úlfinto mi faja de doblones, cuya pérdida hubiera puesto pun– to final a mi proyecto.
Tuvimos una corfa deliberación, y al ver que nuestros amigos americanos residentes decidieron no poner sus ya amenazadas vi– das a ml"rced del enemigo, optamos por re– gresar a Rivas, maldiciendo a viva voz a los cha,-norristas, y aguar,dar allá el arribo de un barco a San Juan del Sur, que pudiera cop.– ducirnos a El !"tealejo, aunque ello nos <:;os– tara un mes de espera.
Antonio quedó a retaguardia para obser~
var los J;lovirnientos de la tropa, y continuan– do nuestra lenfa marcha a causa del lodo, cerca de las once llegamos a la hacienda de San Fral'lcisco donde encontramos a nuestro guía, que había regresado por el camino del Oesie. En este lugar esfaban varias muje–
res. que no nos nlostraron especial buena vo–
lunlad, aunque sí nos ofrecieron albergue
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para pasar allí la noche. Todas estaban ocu– padas en echar fortillas en un alegre fogón cuyo calor era lo más conforfable en contras~
te con la lluvia despiadada que ahora caía a cántaros desde un cielo de pizarra. La ha– cienda -propiedad de un hombre principal de Chamorro- era conocida corno base del pelofón que estaba en el camino. El Doctor notó, con gran sospecha, que la echada de forfillas era prueba de que se esperaba la llegada de numerosos visilantes. Quienes pudieran serlo, las tropas que dejamos atrás parecían indicarlo. así que, después de una apresurada cena con tortillas, reanudamos la marcha pasando la misma noche por Pueblo Nuevo y El Obraje para llegar a Rivas, en medio de una lluvia perfinaz que nos calaba hasta los huesos, una hora antes del amane– cer. Habíamos despachado previamente a Antonio a la ciudad para que previniera a
la pequeña guarnición, y cuando de nuevo
entrarnos a Rivas, podían verse, a través de
la obscuridad y la neblina, los pelofones de tropas que llegaban apresuradamente desde San Jorge, Bahia de la Virgen, El Obraje y
Potosi. El Doctor Cole tenia listas sus mulas para huír, y a juzgar por las bestias que es– taban ensilladas alrededor de la Plaza, pen– sé en una desbandada general.
Habiamos andado a caballo cerca de veinticuatro horas sin descanso, no al cómo– do, galope, que con movimiento de cuna, una silla conforfable y en caminos parejos es esencia de placer y euforia. sino penosamen– te apurados a través de un trayeclo lodoso, sin conter, empapados por la lluvia y con las piernas adoloridas por el movimiento monó– tono del trole de una mula, que es lo más cansado que pueda imaSiparse.
No fue con poca safisfacción que nos echarnos en el píso de la casa del Doctor y
cairnos en profundo sueño, del que ni los re– gimientos de pulgas ni el vigoroso canto de
los gallos, que comenzaron sus hiznnos ma–
tinales justamente cuando entrábamos a la ciudad, pudieron despertarnos.
de
Una visita al comandante militar.-Adiós a Rivas.-San Juan del Sur.-EI "Tres Amigos".-Navegando por la costa de Ni– caragua.-Compañeros de viaje.-La mañana.-Puerto de El Realejo.-La ciudad.-Convento de San Francisco.-Tesoros ocultos.-Viaje a Chinandega.-Recepción en la (asa del se– ñor Montealegre.-Un nuevo método de tributación.-Tor– manta.-Baño matinal.-Prejuicios.-Un elíseo nicaragüense.
El sol entraba de lleno por la ventana con el estruendo de un- pistolefazo. Los su' fuerte rejas. cuando c. . nos desperfó cesos de la noohe anterior, la antorfiguada
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