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« Previous Page Table of Contents Next Page »de cualquiera o:lra clase, nos señalaron una espesura cercana, en la que dijeron podría– mos matarfÉlcilmente un venado.
Dejarnos al Dodor dirigiendo el aviva– miento de un fuego cuyos rescoldos humea– ban aún en la choza, y un chico vivaz ape– llidado Ceballos se ofreció para acompañar– me cuartdo decidí ir a la cañada vecina para conségui r un sorbo de agua pura y con la
esperanza de encontrar caza. Escasamente
habíamos penetrado veinte varas, cuando el siseo peculiar que se usa en Centro América
para atraer la atención, rne hizo ver hacia
atrás y observé a uno de los na:livos, que nos había seguido en silencio, quien señalaba hacia abajo de la quebrada. Seguí la di– rección indicada y mi corazón di6 un vuelco cuando ví un hermoso venado parado deba– jo del saliente de una roca, con las patas de– lanteras me:lidas en el agua, la cabeza y ore– jas erguidas, las narices dilatadas y sus gran– des y negros ojos siguiendo nuestros movi– mientos, más allá estaba la hembra, igual–
mente interesada en observarnos; no nos se–
paraban más de cincuenta yardas. Apunté,
pero la inocencia con que esias criaturas me–
drosas esperaban la descarga casi me hizo desis:lir de mi asesino designio. Pero el es– crúpulo fue momentáneo. Mis dos acompa– ñantes na:livos fruncieron el entrecejo con expedación y un momento después, mien– tras en el bosque retumbaba el estallido del
q.isparb, mi valiosa pieza, de un solo brinco
alcanzó el peñón. y se paró, trató de mante– nerse en pie, pero luego cayó pesadamente en el lecho del arroyo. Ceballos lanzó un grito de alegría y corrió hacia la vídima. mientras la hembra desaparecía corno un re– lámpago en el.bosque. E~ muchacho Sacó su cuchillo, cortó la garganta del artimal y
un frozo de carne para consu:rno inmediato,
y echándoselo a la espalda lo llevó al cam–
péÍ.~ento,. ofreciéndonos después un delicioso filete, cuyo corte tuve el cuidado de dirigir, pues la gente del país, más allá de la inme– diata vecindad de la Ruta de Tránsito, don– de su contado con ex:lranjeros los ha civili– zado algo, :liene escasa idea de cómo desta– zar, y cortan grandes y gruesos pedazos que echan a las brasas y comen a medio asar y achicharrados por fuera.
Obsequié a los ocupan:les de la choza to– da la carne que no necesitaba nuestra comi– tiva y a las tres de la tarde con:linuamos el viaje hacia Nandaime, despidiéndonos con el adiós caluroso de los na:livos cuyo concepto de los norteamericanos había sido grande– mente mejorado con los tragos de aguar– diente que les brindó el Dador.
El calor se había vuel:lo sofocante. El bosque parecido a los robledales del Oeste de nuestro país, al:lernaba con verdes man– chas de césped en los cuales crece la man– zanita o manzano silvestre. Pasarnos tam-
bién las ruinas de una finca de añil, los tan– ques y la tosca maquinaria ocul:lados por lflS lianas y malezas que, en este clirria por mu– cho que se arranquen, se reproducen como por arte de magia y pronto cubren de nuevo las plan:laciones descuidadas. Desde una pequeña eminencia en nuestra ruta logra– rnos una vista amplia del valle de Nandai– me, resplandeciente a la luz del sol y ro– deado por ondulantes colinas que rodean el volcán de Masaya.
A las seis de la tarde llegarnos al río Ochomogo, seco en el verano pero ahora des– pués de las úl:limas lluvias torrepciales, con más de tres pies de agua. Nuestro camino nos llevó diredamente de la selva a una vía ancha, y al cruzar el río vimos que un hom– bre a caballo salió ver:liginosamente hacia Nandaime. Cabalgamos hasta la haciertd.., que consistía en una casa grande de adobe recientemepte construída y usada corno resi– dencia por los vaqueros, pues esta es una de las principales regiones ganaderas del Sur de Nicaragua. Diez hombres jóvenes nos clavaban sus miradas a través de una ventana medio cerrada y luego, saliendo de la casa. corrieron apresuradamente hacia el Dodor a quien le secretearon estas ominosas palabras:
11Cuidado, el enemigo!!
"aDónde", preguntó el Dodor.
"Aquí no más' ' ', fue la respuesta cuchi" cheada, y luego el Dodor, reconociendo en quien le hablaba a un an:liguo paciente cu– ya vida había salvado al pradicarle una ope–
ración, averiguó que los charnorristas, en nú–
mero corno de ochenta hombres, habían abandonado Nandaime el día anterior y se dirigían a Rivas. El jinete que tan sin cere– monia partió a escape al divisarnos era uno de los chamorristas a quien habían ordena– do 'observar nuestros movimientos. No pre– viendo que tomaríamos el atajo de arriba, lo habíamos sorprendido. El hermano de nuestro informante yacía dentro de la casa gravemente herido de un bayonetazo que recibiera el día anterior en Nandaime.
"Vuélvanse!", "Vuélvanse!" nos apremiaba
nuestro amigo mientras observaba a la co–
mitiva. "Mataron a todos los americanos!"
Henos aquí en urt buen bre:le. Mas, ha– bíamos corrido el riesgo y regresar por el camino principal con el lodo hasta la panza de nuestras bes:lias, era terrible de solo pen– sarlo. No había :liempo que perder: un chi– co de ojos brillantes hizo su aparición, ate– rrorizado, en el camino de arriba y gritó a sus compañeros de la casa:
"Vienen!, Vienen!, C.1,lidadol" y Se es– condió ep un matorral.
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