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« Previous Page Table of Contents Next Page »compañías que deslindaran terrenos y los abrieran a la colonización. Sus disposicio– nes, aplicadas por un gobierno de criterio oligárquico y que utilizaba la corrupción co– mo instrumento o la padecía como regla, condujeron a abusos casi increíbles.
Fue así como, entre 1881 y 1889, com– pañías deslindadoras formadas por 29 perso– nas se adjudicaron gratuitamente o adquirie– ron a vil precio l,m total de 27,500.000 hás., que representaban más del 13% de la su– perficie total de la República mexicana. Las compañías pudieron aciuar hasta 1906 y pa– ra entonces el número de sus socios había aumentado a 50. Uno de ellos adquirió en el Estado de Chihuahua siete millones de heciáreas, superficie mayor que la de Bélgi– ca y Holanda juntas. Otros ocho socios lle– garon a ser dueños de 22,500.000 hás., con lo que sus latifundios eran más extensos que El Salvador, Costa Rica, Panamá y Haití juntos.
Las compañías deslindadoras reclama– ron en total 49,000.000 de hás., la cuaria parte del territorio de México, el tercer país en extensión de América Latina (después de Brasil y la Argentina). Como no había real– mente tantas tierras baldías, la ley sirvió de pretexto para despojar a los indíos que ha– bían logrado conservar sus propiedades des– de la Colonia. Unas 5.000 aldeas fueron des– pojadas de sus ejidos o tierras comunales y muchos pequeños propietarios, que sólo po–
dían invocar su posesión secular, fueron tam–
bién expoliados. En 1895, cuando ese pro– ceso estaba en pleno desarrollo, un jurista escribía que las víctimas de eSe robo colosal eran "los miserables, los ignorantes, los dé– biles. .. los que no pueden llamar compa– dre a un juez de distrito, a un gobernador ni a un ministro de Estado".
El Censo de 1910 dejó testimonio de que el 96,9% de los jefes de familias campesinas no tenían tierras y que, en cambio, unos 830 hacendados controlaban la mayor parie de los mejores campos de México. Ell% de la población disponía del 96% de las tierras.
Esas haciendas enormes dominaban de hecho a pueblos enteros que quedaban den– tro de sus límites. Sus peones, permanen– temente endeudados, eran semi-esclavos. Su baja productividad hacía que a menudo las cosechas no alcanzaran a abastecer el con– sumo nacional. Entre 1903 y 1912 México debió gastar 121 millones de pesos en im– poriar maíz. Las malas cosechas de 1909 aumentaron la pobreza y el malestar de la masa campesina.
Desvirtuación del Ejército
Uno de los instrumentos de que se valió Porfirio Díaz para imponer su voluntad fue el Ejército. La conscripción se usó arbitra– riamente como medio de controlar al pue– blo por un terror mitigado: el de ser llama– do a las filas. Allí el tratamiento era, de
ordinario, peslmo, porque los jefes de regi_ n-Lientos tenían caria blanca para disponer de los fondos asignados al mantenimiento y perirecho de la tropa. Pero si los oficia_ les podían disfrutar de buena vida, estaban sujetos a vigilancia y a conlinuos cambios de guarnición para impedir que consolida_ ran su ascendiente sobre las unidades qUe comandaban. Este sistema le sirvió bastante bien al general Díaz durante 35 años para evitar las clásicas sublevaciones militares pero disminuyó también la disciplina y efi: cacia del Ejército. Este falló cuando el Pre– sidente, ya envejecido, tuvo que hacer frente a una arremetida revolucionaria distinta a las del siglo XIX.
Con todo, es muy dudoso que, aun con un ejército mejor, el porfiriato hubiese lo– grado mantenerse. Había dejado de ser un régimen orgánico, representativo de las fuer– zas reales del país y capaz de hacer frente a 1,;, crisis profunda creada por su misma polí– Ílca retrograda. Lo grave es que la misma desorganización social en que se basaba po–
día conducir a una revolución, corno efecti–
vamente sucedió.
Insurrección caótica
"Nadie parie para la Guerra de Cien Años" ha escrito Ortega y Gasset y ese pen– samiento se aplica perfeciamente a los que, sin quererlo ni soñarlo, desencadenaron la
Inás sangrienta revolución latinoamericana.
Los veinte años de lucha -guerra civil, gue– rrillas, "jacquerie" y bandidaje- que se ini– ciaron con el alzamiento de don José 1. Ma– dero en 1910, dejaron un millón de cadáve– res (según otros 1,200.0001 en un país que, al comenzar esa tragedia tenía poco más de 15 millone!",de hab~tantes. Esto,significa que la revoluClon meXlCana fue mas sangrienta que la Independencia de la América Espa– ñola entera, un siglo antes.
La agiiación agraria había cundido por el vasto territorio mexicano. Comenzaron a surgir, como por concierto previo, agitadores y jefes campesinos que pedían, más o me– nos expresamente, lo que ErrLiliano Zapata, uno de los primeros, había exigido: "Tierra y Libertad". La revolución mexicana fue, inicial y fundamentalmente, una revolución
agraria a cuyo frente se insertó una minoría
de inteleciuales de clase media que le dio una expresión ideológica positiva, anticleri– cal y luego confusamente socialista. (Hay que recordar que la revolución mexicana lle– vaba varios años de caótico desarrollo cuan– do, a fines de 1917, Lenin surgió al primer plano de la política y de la historia mun– diall.
Madero era un burgués liberal bien in– tencionado que cayó, seguramente, bajo las balas de sus asesinos sin haber comprendido la trascendencia real de la subversión que había desencadenado. El primer Presidente de la revolución mexicana fue derribado por
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