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Con tanta excitación como la que se podía obtene.
por un centavo, la circulación de los periódicos aumen–
tó y las entradas por anuncios se multiplicó Por todo el país florecieron los diarios y los jóvenes educados,
en grandes números, se inclinaron hacia el periodismo¡ al encontrar en la prensa un camino corto a la influen–
cia, a la fama yola riqueza Había en la nación
más de 2500 diarios, semanarios y periódicos¡ en com–
paración con 1500 en 1840, y esto para una población de 23 millones En New York, sólo el HERALD tenía una circulación de 17,000 ejemplares diarios, y el TRIBUNE un poco Nunca la prensa había ejercido antes tanto poder Columnas de noticias telegráficas, por primera vez hacían pasible el formar rápidamente,
en una escala nacional¡ la opinión pública americana
De todos los nuevos periódicos del año, ninguno tuvo mejores comienzos que el CRESCENT New Orleans era la metrópolis del Sur, el corazón del im– portantísimo comercio del algodón, el principal puerto de embarque, el foco de las noticias de México El CRESCENT salió a ofrecer a sus lectores algo más de lo que podían encontrar en el- bien establecida PICAYUNE o el DELTA una amplia, y menos especí– ficamente sureña, vista del mundo En su pi imer editorial, Hayes y McClure, expresaron su intención
de establecer
J.l un periódico general y exacto con am–
plios puntos de vista liberales sobre temas relacionadas
con la empresas comerciales y la industria agrícola"
He allí, para aquellos que sabían leer entle líneas, una atrevida advertencia de algo menos que entusiasmo por la institución de la esclavitud El CRESCENT, añadían, "discutiría las grandes cuestiones del Estado y de la política Nacional con libre imparcialiadad", o en otras palabras, que ellos necesariamente no apoya– rian el prevalente punto de vista sureño sobre el dere– cho de los estados, entre los que el supuesto derecho de secesión prevalecía en la mente de los ,hombres Que tan atrevida posición pudiera llegar a ser un mal negocio, las personas que manejaban el CRESCENT lo
reconocían, pero su aventura, decían, era "perseverar en efla mientras hubiera esperanzas de éxito l1
El generalmente lúcido eslilo de los editoriales del CRESCENT estuvieron en contraste con la retórica es– pesa y adjetivada que era entonces corriente entre los periodistas del Sur Las colaboraciones de Walker se distinguieron especialmente por una cierta intensidad
de sentimiento, indignación o entusiasmo Reconocía
los hechos -rasgos impreso en él por su entrenamien– to médico-Jegal- pero la principal cualidad de sus
escritos era su calor Al mismo tiempo, de acuerdo con reporteros que trabajaron con él, era un redactor
efectivo y digno de confianza Uno de ellos le descri– bió más tarde como "muy callado y bondadoso, con aspecto de persona dedicada a profundos estudios y
siempre con un libro en la mano"
Casi desde el principio, el periódico prosperó
sorprendentemente, pues sus opiniones eran estimulan– tes, sus noticieros profesionales, su formato encomia–
ble y su redacción superior Un periodista de New York que visitó New Orleans en 1848 declará que "el CRESCENT está creciendo como Anak", Después de
un mes, el periódico rendía las gracias a sus lectores y
anunciantes " por su opoyo mayor que lo anticipado
ll
Unos meses más tarde uno de los más prominentes
abogados y políticos de la ciudad, "el Juez" J C Larue compró una parte del periódico, y un editorial afirmab~
con orgullo' "Con una creciente lista de subscripción diaria y un negocio de publicidad que se extiende con
cada número, el establecimiento de nuestro periódico ya no es un experimento, síno un hecho consumado lr
•
Una de las más exitosas novedades del CRESCENT
era una sección de la primera página llamada "Bos_
quejos de las Aceras y Diques, con Trazos de las Cantinas de New Orleans" El autor era un joven im– presor, llamado Walt Whitman, que se había aventu– rado a llegar a New Orleans desde el Norte y se había encantado de la ciudad Aunque se ganaba la vida en las prensas del CRESCENT, su abundancia interior influia constantemente en los reportajes Vio el colo– rido de la vida a su alrededor con el ojo fresco y amo–
roso del poeta /0 agitación sensual de las calles, los alegles gritos de los vendedores callejeros, las robustas negras en sus vestidos azules y abigarrados turbantes, las preciosas mulatas paseándose bajo el ojo vigilante de sus madres, las grisetas medio hambrientas de los
talleres de costura, los elegantes restaurantes franceses
con sus listas de nobles vinos, la hedionda suciedad de las cantinas ribereñas, los mercados de algodón, de esclavos y de caballos dentro y en los alrededores del Gran Hotel St Louis, el amor por las glorias Napoleó– nicas, las calles con los nombres de las victO! ias de Bonaparte Todo le describía con una pluma satírica y ágil
Quizás una de las mejores piezas de Whitman pa– ra el CRESCENT fue Daggerdrow Bowieknife, una violenta sátira del duelista profesional y matasiete, cu– yo tipo era corriente en la ciudad, y quien, Whitman
~ecía, "antes bien tiraría a un hombre que pagarle lo
que le debía" Mientras Walker estaba preocupado con grandes temas politicos, Whitman exploraba el al– ma atormentada de la ciudad, percibiendo que su ele– gante sociedad de unos cuantos miles de personas de medios y educación, era simplemente la pátina sobre la ancha, obscena y orgiástica vida que bullía por de– bajo En ninguna otra ciudad de América .-.era en– lances la tercera en rango después de New York y
Philadelphia, con una población, blanca y negra, de 125,000 habitantes- podía un ciudadano pasar torito tiempo en la búsqueda de los placeres, ya fuese en la forma de mujeres, el juego, las bebidas, las luchas, las peleas de gallos y la bueha cocina A través de su
historia, bajo el régimen Español, Francés y Americano,
New Orleans había sido siempre una ciudad abierta Quizás su extrema indulgencia sensual nacía en parte de su agudo sentido de lo aleatorio de la vida Más que en ninguna otra metrápolis, vivir en New Orleans era vivir en peligro peligro de las inundaciones del Mississippi, peligro de las anuales epidemias del cólera, la plaga, y la más temida de todas, la fiebre amarilla, peligro de maleantes y ladrones que infestaban las calles oscuras por las noches, peligro de pendencieros
y bulliciosos cortadores de madera y marineros en sus interminables borracheras, peligro de enfermedades venéreas que propagaban los prósperos burdeles, peli- -10-
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