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Rara vez nos presentan las páginas de la historia un personaje político que, por haber encarnado valores trascendentes, merezca ser honrado por lo humanidad entera y no sólo por su país natal. Quizá sea la razón de ello el que los estadistas suelen identificarse tan es– trechamente con los intereses inmediatos de su propio país que su visión de los problemas resulta más nacio– nalista que universal A pesar de todo, existen políti– cos tales como Edmund Burke en el siglo XVIII, Abraham Lincoln en el XIX y Gandhi en el siglo actual, que lograron superar este escollo Mientras Burke en– riqueció la política con ideas brillantes y Gandhi con su pasión ascética, Lincoln aportó una desbordante caridad Aunque los tres pueden alumbrar nuestros prablemas políticos actuales, Lincoln nos parece más oportuno que nadie en la encrucijada en que el mundo se debate.

El dilema de Lincoln

Cien años atrás, con motivo de la dedicación del cementerio de Gettysburg, Lincoln expresó en 272 pa– labras el dilema que pesaba entonces sobre los Estados Unidos y que sigue pesando también sobre nuestra mundo contemporáneo, incluso América Latina ¿Pue-

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~iltc"l".

Forjador de unidad

NEIL HUBLEY, S. J

Escrito! y economista dei

Cenh o Bellarmino

de un sistema político continuar en violación práctica

de la afirmación de que "todos los hombres han nacido iguales?" En otras palabras, ¿depende el volar del hombre primariamente de factores accidentales como

el color, sexo, religión, clase social o posición política?

¿O será digno de respeto e igualdad por contener en sí mismo una chispa de nobleza trascendental? Por de– fender tales principios estalló la guerra civil en los Es– tados Unidos en 1861, por ellos luchó el Presidente Abraham Lincoln tan tenazmente, por esto mismo se encuentra tan agitada actualmente la humanidad Un sinnúmero de polí'ticos, estadistas, diplomáticos

y líderes nacionales manifiestan una constante preocu.

poción por estos ideales de igualdad y justicia Se acrecienta velozmente el coro de los que entonan el himno de los derechos humanos Cabe entonces pre– guntarnos ¿Por qué sobresale la voz y la persona de Lincoln en este coro gigantesco? Porque en una pro– fesión donde pululan soluciones meramente utópicas y

compromisos ventajosos, él se consagró a un cambio

factible e inmediato, sin pasar por alto el bienestar co– mún La seriedad de sus convicciones fue comproba– da por la guerra de la Secesión, una de las más sangrientas jamás soportadas por la humanidad. El motivo precisamente de esta lucha era un principio vi– tal, del que hoy día se preocupan todos' "Si la escla– vitud tiene razón -escribía Lincoln en 1859- todos los pronunciamientos, los actos, las leyes y las consti– tuciones en contra son falsas y, como tales, deberían borrarse y silenciarse Si tiene razón, nadie puede tampoco objetar su extensión y universalidad" No pocos políticos tradicionalistas de entonces propusie– ron, en vista de la férrea voluntad de Lincoln, una ter· cera posicián frente al problema de la esclavitud un cambio gradual y lento Al respecto, él les respondió con estas palabras en su discurso de Cooper Union en 1859 "No nos distraigamos con ninguno de esos sub· terfugios sofísticos con que por todos lados se nos ro– dea tesoneramente, subterfugios tales como andar a tientas en busca de una posicián intermedia entre lo verdadero y lo falso".

El escándalo de la esclavitud

Al asumir el cargo presidencial, Lincoln se opuso cerradamente al escándalo de la esclavitud humana. ¿Cómo arrancar esta cizaña, tan hondamente arraiga"

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