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« Previous Page Table of Contents Next Page »noria, el 20 de Septiembre de 1849, y luego desapa– reció El Revisor
Al tomar rumbo hacia Nueva York, Irisarri llevó consigo su imprenta y así pudo editar su periódico
"Comienza El Revisor a aparecer en Nueva York Con los mismos tipos, en la misma imprenta y defendiendo los mismos principios que en Curazao, pero en Mayo de 1850 salió el último número de El Revis,!,:- e lrisarri vendió pocos meses después su imprenta
PENSAMIENTO POLITICO DE IRISARRI
Iniciado tempranamente en la vida política, ha– biendo ocupado cargos de responsabilidad desde muy
joven y siguiendo de cerca el desarrollo de las luchas por la independencia y las pugnas intestinas ulterio–
res, en contacto con varios de los más ilustres adali–
des de la libertad de América y con los pensadores y organizadores de las nuevas repúblicas, Irisarrí se for– mó estadista, nutrido de conocimiento y curtido en la brega, por eso diría después, Ct iticando a los políticos bisoños y a los simples ambiciosos de poder, que no
eran propiamente polfrticos
r
algunos ni en la acepción
restringida de quienes tienen urbonidad y cortesía, y muchos por no ser "versados en la ciencia del gobier–
no ll
En muchos de sus escritos, al margen de [a po– lémica, expuso el derecho de Améríca a su indepen– dencia, combatía el absolutismo y la dictadura, como negaciones de "una ley de la naturaleza superior a
cuantas pueden existir Jl
1
que nos manda abandonar al tirano y romper nuestras prisiones, así sea a costa de
sacrificios, pues "la libertad se ha de comprar a cual–
quier precio"
Tenía un sentimíento de unidad hispanoameri– cana y un culto por quienes le habían dado la libertad
a la América¡ "sus mejores hijosll, y le irritaba ver
los sucesores que habían tenído Bolívar, Santander,
Sucre
J
San Martín, observando "que en esta nuestra
América para hacerse un hombre jefe de partido, y para conducir a los pueblos a su ruina por el camino de todos los otentodos, no se necesita de tener otra cualidad que la de la audacia", desesperaba ver a los
hispanoamericanos perder su tiempo
IJ
en cuestiones de política! que no son entre nosotros sino cuestiones de
nombres o de personas fl
,
cuando la ¡l/prosperidad no
es la obra de las teorías que dividen a los hombres en facciones, sino la práctica de aquellos principios que todos reconocen como indisputables"
La borrascosa vida política de los países a cuyo nacimiento había asistido, cuando no contribuido a su independencia, directamente o justificándola o defen– diéndola en brillantes escritos, como en su Carta al Observador de Londres, le dieron al cabo experiencia
suficiente para fiar más en "las normas de orden, de
respeto a la ley, de acatamiento a las instituciones" que en simple enunciación de los principios liberales y no
porque llegase I¡a repudiar" esos principios¡ como su–
pone Donoso, aunque este gran crítico de Irisarri lo elogie a renglón seguido por su Historia Critica del ase–
sinato del gran Mariscal de Ayacucho, en cuya Discur– so Preliminar dice que "campea la misma elevación de ideas, idéntica ecuanimidad de criterio, la misma fría imparcialidad para juzgar los rasgos sobresalientes de la vida política de todas las naciones de Hispano Amé– rica", y agrega "El airado polemista ha trocado allí
su pluma por [a del historiador desapasionado y Con– cienzudo, que discurre en el campo de las ideas y de las convicciones, de la observación de los hechos de la vida SOCial y polÍ'tica, y deriva conclusiones de un
acierto singular ll
La verdades que Irisarri, aunque desempeñó car– gos en regímenes conservadores, y por e[lo y por su abolengo y privilegiada cultura fue considerado con– servador, no repudiaba los principios liberales que pre–
conizaba en sus primeros escritos, sino abominaba a
determinados partidos que llevaron el nombre de li– berales, pero sólo el nombre cuando "la presente es ya una genetación del todo nueva, una generación que debía ser compuesta de nombres eminentemente libe– rales, si no hubiese sido educado por padres eminen–
temente intolerantes Jl
,
dama en sus Belemíticas con
N tra los libera[es que abusaban de su victoria, al por que absuelve a su pueblo "Los desárdenes de Cen– tro América· prueban sá[o Jo falta de ilustracián de las masas, no la corrupción del corazón de aquellas gen– tes desórdenes que pueden cometer los hombres"
Ahora bien¡ errores, demasías y aún crímenes se
cometen en nombre del pueblo o de la libertad, pero ni e[ uno ni [a otra tienen la culpa de que los Brutos
empuñen el puñal, o los ambiciosos, o impacientes o
soberbios, o intolerantes ftagüen complots o desenca– denan revoluciones y pensando en el bienestar gene– ral -que otros remiten a la reforma de las leyes-,
aconseja ¡¡Reformemos nuestra vida¡ nuestras ideas
poco exactas sobre materias políticas¡ nuestras pasio
N
nes exaltadas, nuestro deseo de dominar exclusiva– mente
JI
Para encontrar el origen de nuestros males, se
remonta a la historia de la América española, que des– de la época de la conquista le parece la "historia de las injusticias, de las perfidias, de los odios, de los ren–
cores, de las revueltas, de las venganzas más atroces",
que el régimen colonial estancó durante trescientos
añoslJ' "En todas partes -díce- vemos los parti– dos armarse unos contra otros, proclamando los mis– mos principios¡ invocando la misma justicia¡ queján–
dose de las mismas violencias, asesinándose con los mismos pretextos y escandalizando al mundo con las
mismas calumnias"
HEn todas estos desgraciados regiones ll encuen–
tra que las pugnas politicas y aun la guerra civil na–
cen l/por la misma confusión de ideas¡ por la mismo
falta de principios, por el mismo abuso de la palabra", y de cada secta triunfante nace la hidra de mil cabe– zas que los devora, y la manía de destrucción sigue. "porque la juventud de este tiempo no ha adquirido otras ideas que las de la destruccián", y porque a to– dos folta la máxima virtud cívica que es "aquella to– lerancia de las opiniones ajenas, sin la cual no puede
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