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« Previous Page Table of Contents Next Page »Cuando en 1830 sigue y !:lana un pleito en Bolivia, para reivindicar los derechos de su mujer y su hijo al mayorazgo y los bienes que dejó el señor de Trucíos Ruiz de Alcedo, se ve obligado a la polémica, contra el refutadar de su Memoria y, en seis partes, publica La
Pajarotada, en cuyas pintorescas póginas aun hace recuerdos de sus aventuras político-militares en Guate– mala "Llegué a Centro América a la hora de freir los huevos, y me quemé lindamente en aquella manteca que otros habían derretido".
Defiende a O'Higgins contra quienes lo atacan en El Mercurio de Val paraíso, dando Irisarrí satisfacción a los editores y al público, no al firmante del remitido, a quien dice en una posdata
Echa Carlos tus mentiras por almudes o fanegas, porque así' debe mentir el que miente a lo Lenteja!
En numerosos escritos hubo de defenderse contra
censuras y acusaciones! a propósito de un empréstito
que contrató en Inglaterra para el gobierno de Chile,
1822, aunque hasta en 1867 aprobó el contador las cuentas que lrisarri había rendido, y murió pobre y cargado de deudas sin que el Gobierno chileno le pa– gase dicho trabajo. Responde orgullosamente "Yo jamás he echado a otros la culpa de mis errores. y si los he cometido he tenido la franqueza de confesar– los", mas no pierde la serenidad en la discusión ni la altura del pensamiento "Para que este examen tenga el efecto que deseo, me valgo de la imprenta como de aquel canal de comunicación, que es el único que pue– de servir para la difusión de las luces entre todas las clases del Estado, y como el campo de batalla más pro– pio para combatir los errores y proporcionar a la verdad la victoria conveniente Si yo fuese el engañado mi mi engaño aparecerá de la discusión, y si mis ideas y mis principios son los que yo pienso, el desengaño de muchos redundará en provecho de la causa pública Yo salgo a la defensa de mi obra y de mi conducta, presentándome en una arena en que pueden entrar a combatirme los gigantes y los pigmeos, y cuantos crean que tienen armas contra mí, y si en esta lucha alguno piensa que no doy pruebas de ser el menos atrevido, no me negará a lo menos que soy ahora lo que he sido siempre, amigo de la buena guerra y enemigo de traido– ras artes Yo quiero a mis contrarios de frente para recibir sus heridas en la cara, y no me gusta aquella hipócrita moderación que asesina por la espalda" Irisarri era sincero en las anteriores declaraciones en su Defensa de las Tratados de Paz de Paucarpata,
sin dar la razón a sus contendientes, pone el pecho a sus dardos, advirtiendo "Si el haber celebrodo estos Tratados es un crimen, yo espero que se me eche a mí toda la culpa, y que se descargue al general Blanco de la parte que le toca, confesando yo, como la hago en este escrito, que aquel general estaba siempre más dis– puesto a dar una batalla al Ejército del Protector, que a terminar la guerra por medio de las estipulaciones de Paucarpata Yo le convencí de la necesidad de hacer lo que hizo para salvar el ejército, y no comprometer en la suerte de éste, amenazado de una segura derro-
ta, los intereses de Chile", por lo demás, expone rozo nes ~e pes?,. c?n pleno conocimiento ?e los he.cho s e~
que el partiCipo, y de paso deja traslUCir su famdiaridod con textos de derecho internacional y prácticas diplo.
máticas
También sobre la Campaña del Ejército Restou.
radar en Arequipa sostiene una polémica, refutando críticas insertas en El Mercurio de Valparaiso, aun so. biendo que para ciertos hombres serán siempre dichos sucesos objeto de desaprobación; pero se burla de los
estrategas, que sugieren a posteriori lo mejor, l/profetas
de acontecimientos pasados"¡ aunque no estén tampo~
ca seguros de los resultados de su ya inútil consejo y concluye "Yo digo, después de haberme hecho ca;90 de sus razones, que si se hubiera hecho lo que ellos dicen que debió hacerse, probablemente hubieran sido los resultados de la campaña más funestos de lo que
fueron"
Sobre tales sucesos, en fin, su admonición miro más allá de las circunstancias, con una preocupación hispanoamericana "Sean cuales fuesen los resultados de la guerra, jamás sacará Chile mayor gloria verda_ dera, ni más reales ventajas, que las que aseguraba el tratado de paz de Paucarpata, cualesquiera otras, que la suerte de las armas le pueda proporcionar, o serón
quiméricas, o la causa de nuevas disensiones ll
Chile prosiguió su lucha contra la Confederación peruano-boliviana y tras la acción de Yungay, 20 de Enero de 1839, Santa Cruz y sus partidarios marcharan hacia Ecuador, y también Irisarri, quien defendió al ex– Protector Crítica hecha por D Antonio José de Irisarri de la Revista Política de Bolivia, publicada en El Mer– curio de Valparaíso Santa Cruz fracasó en su inten– tona de volver a Bolivia y fue capturado en Taena, confinado a Chile y relegado a la ciudad de Chillán; na le perdonarían a lrisarri su amistad con el Protector, hasta el punto de no reconocerle el mérito de serie fiel después de su caítla, cuando otros le habían abando· nado, algunos supusieron que había sacado ventajas
económicas .Donoso, por ejemplo, cree que a influen–
cia de Santa Cruz se debió que los magistrados de Chi· quisaca fallaran a favor de la esposa e hijo de lrisarri el mayorazgo de Bolivia, a pesar de que alguien habia llegado a sobornarlos por cuenta de la contraparte; por eso escribirá lrisarri a Santa Cruz, previendo tales ataques, para recordarle que lo considera arruinado por el embargo de sus propiedades y si escribió en su de–
fensa fue sin esperanza de otro premio /lque cumplir
con lo que me dictaba mi conciencia, aunque para ha· cerio me expusiese a sufrir los efectos de la enemistad de poderosos contrarios", y también "de aquellos que antes adulaban a Santa Cruz, y que hoy le calumnian
atrozmente ll
•
De nuevo entra a la palestra, a refutar la Memoria Histórica de Chile (Olvido Histórico le llama IrisarrO
durante los años 1824 a 1828, que fue presentada a la Universidad chilena por el doctor Melchor Concha y Toro, cuya obra denuncia aquel haber sido dictada "por su mala voluntad, por su falta de entendimiento y por su total carencia de memoria"; de modo que alu– diendo Concha a la Historia como un sacerdocio, Iri– sarri le dice
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