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sobre dichos sucesos El Manifiesto de don Gerardo

Barrios, que se llama Capitán General y Presidente de El Salvador

Su patriotismo y enérgica actitud frente 01 gobier– no de Washington, contra las filibusteros, determinó que el comodoro Pauling desbaratara la segunda ex–

pedición capitaneada por Wolker También son inte– resantes sus informes y opiniones sobre la guerra de secesión De 1860 a 1868 mantuvo una gran activi– dad literaria, produciendo muchos escritos polémicos, sus Cuestiones filalágicas, 1861, otra novela, El perín–

clito Epaminandas del Cauca, 1863, su novelita Amar

hasta fracasar en cuya redacción elimrnó cuatro voca– les, y la selección de sus Poesías satíricas y burleScas

1%7 '

Murió con la pluma en lo mono y la ironía en los labios, ellO de Junio de 1868, en la casa número 20

de State Street, Brooklyn, y fue enterrado allá en el cementerio de El Calvario, y osi descansó al fin "uno de los hambres de más entendimiento, de más vasto cultura, de más energía política y de más fuego en lo polémica, que América ha producido", palabras de don Marcelino Menéndez y Peloyo que cumplen con la sín_ tesis del epitafio.

AMERICANISTA PROFUNDO Y SINCERO

Al evocar a Irisarri, lo imaginamos cabalgando las Andes, armado de talento, ilustración y valentia, caba– llero andante de la independencia americana, de las libertades públicas y de la solidaridad continental Su

dimensión espiritual caso con el vasto escenario de sus

andanzas patrióticas, en justedad de contenida y conti–

nente, pues le tocó vivir con eso l/consciencia de des~

tino común hispanoamericana" -de la que habla Picón Salas-, cuando "Miranda llama compatriotas a sus corresponsales y amigos, desde México hasta Bue–

nos Aires", cuando "así como un chileno -Maradia–

ga- va a revolucionar en Caracas, un gl.latemalteco

-Irisarri-'- será uno de los más agudos panfletistas de la independencia en Santiago de Chile Para la idea y la obligación que viene no se conocen entonces

fronteras"

Irisarri coincide con Miranda en tan abarcador sentimiento, que prestó base y dinamismo a la inspira– ción de ambos, consumada en gran parte la liberación de América, y manifiestas ya las pugnas internas y las

rivalldódes entre las nuevas naciones, Irisarrl admoniza

en 1846 "Jamás podré dejar de ver como compatrio– tas mías a todos aquellos americanos de mi tiempo, que naÓérórí en estos países cuando todos ellos era nuestra patria común, antes que la mezquina politica de nuestros legisladores nos hubiese convertido en ex–

tranjeros a los que nacimos nacionales y a los que no podemos menos de ser hermanos Este sentimiento de fraternidad es el que me hace interesar en que todas estas Repúblicas, pobladas de individuos de mi antigua

familia, vean' cesar la revolución sangrienta, que no

puede traer en pos de sí la libertad, y entremos en la revolución pacífica, que es la única que puede traerla Feliz yo si consigo influir con mis escritos en que llegue pronto la nueva revolución filosófica a suceder a la antigua revolución sanguinaria, que sólo nos ha dejado por productos suyos desgracias que lamentar, atrasos que remediar y crímenes que deben cubrirnos de ver–

güenza"

Tenía derecha a lamentarse con acerbas palabras y a erigirse en juez, porque hab&1 batallado siempre por lo que creía el bien más grande de los pueblos "la estricta observancia de las leyes y la entera sumisión a

los principios ll

,

mas tampoco le convencía ni agradaba

la actitud de soñadores y demagogos que esgrimían los principios como un arma dialéctica, pugnando por en– telequias al margen de la acción "Yo no quisiera sino

que en todas las Repúblicas, después de haber dedicado más de 25 años en sólo tratar de los principios que han consumido la vida y la riqueza de los habitantes, se dedicasen ahora otro~ 25 años a mejorar la suerte de los hombres, por aquellos medios que nos han enseñado los americanos del Norte, los ingleses, los franceses y

los belgas, y entonces veríamos que sin hablar más de principios, sin combatir todos los días por ellos y contra ellos, los hallaríamos al fin bien establecidas por el si–

lencio"

A través de su fecunda obra, literaria, clarísimo

espejo de su enérgica e intenso aceron, /fes fácil seguir

-según Donoso-- la trayectoria de sus ideas, con su adhesión apasionada a los principios de la soberanía popular, de la libertad política y de la tolerancia" Cogido entre la beligerancia de los dos bandos de la política militante en Hispanoamérica, cuando todos debíi:m prenderse una escarapela u otro se las pondría, se le clasificó como conservador, o tradicionalista irre– dimible, par sus nexos originales con la llamada noble–

za americana, pero más aun por combatir la anarquía

subsiguiente en varios países a la gesta de la indepen– denCia La verdad es que condenaba cualquier fana–

tismo, político o religioso, así como el frenesí o extravío

de la razón con que algunos oponían conveniencias políticas a convicCiones intelectuales, o querian elevar

ciertos volores de la civilización, por ser institucionales,

sobre los dictados de la naturaleza, por esa negó Iri– sarri el prestigio postizo de algunos héroes del momen– to "Para mí no puede ser buen ciudadano el que no es buen hombre, ni buen hombre el que es mal padre,

mal hijo, mal amigo, mol vecino"

No era sin embargo Irisarri ajeno o la pasión po– lí1ica, toda su vida -que abarca más de medio siglo de historia- se mantuvo "en trance de batalla, en la que nunca pidió ni dio cuartel", y por ello correría mil aventuras, ya con la pluma, ya con la espada en la mano, pues pensaba que "la libertad se ha de comprar a cualquier precio, y los obstáculos se hicieran para

que los venzan los grandes cdrozones"

Tempranamente se formó su convicción indepen·

dentista, como él mismo relata "desde muy chico oí

hablar a mi padre, que, como usted sobe, era español,

y discutí'a con don Alejandro Ramírez, el secretario de la Capitanía General, y con don Jacobo de Yillarrutia, el oídor más afamado de aquella Audiencia, convinien– do todas ellos en que la España misma había precipi-

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