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« Previous Page Table of Contents Next Page »la Organización, que bien podríalTIos decir, sin pecar de exagerados, que abarca todas las principales aC±ividades del hombre y se exfiende, verfical y horizonfalmenfe, por los cuatro ámbifos, a todas las lafitudes del orbe, y fal vez ha de prolongarse en el fuiuro cer–
cano, con el arrollador avance científico, a los
afroS planetas del Universo. El problema
aquí, más que de ,análisis, es c:le. síntesis, pues
casi no hay confln de la achvldad humana
_sea político, jurídico, social, económico,
cultural, técnico o espiritual- en el que la presencia de las Naciones Unidas no se haya sentido con una vibración generosa de pro– greso y de jusficia.
Si es en el campo político, y, qué la Or–
ganización no ha sido factor decisivo para
contrarrestar la agresión en Corea y la inva–
sión de Suez, para suavizar la tensión inter–
nacional en CachelTIira y en Berlín, para
evitar o atenuar la guerra civil en Chipre y en el Congo, para vigilar el cese de hostilidades en la anfigua Palesfina y en la frontera grie–
ga, o en fin, en mayor o menor grado, para
impedir que el mundo se haya trocado en una hoguera de destrucción y muerte? Es claro que exislen en la acfualidad numerosos focos localizados de lensión inlernacional y de lucha armada y que muchos de los pro–
blemas siguen pendientes, amenazadores, en
varias zonas del mundo, pero no se debe ol–
vidar que la Organización eS una creación de
hombres, visionarios si se quiere, pero al fin
falibles, sin facultades sobrehumanas. El so– lO'hecho de que el encuenlro, frenle a frente, de los adversarios, ocurra ante la mesa de las deliberaciones, sin degenerar en contienda bélica, es el signo más palenle de que las Na– ciones Unidas han conlribuído de manera suslancial a la consolidación de la paz y se– guridad inlernacionales.
y además, qué acaso no es digna de encomio la labor lenla y pacienle, esencial–
mente paciente, pero eficaz, para logl:ar una
regulación de armamenlos y el conlrol de las
armas nucleares, de lo cual es prueba vale–
dera el Convenio sobre Limilación Parcial de las Explosiones Alómicas, recienlemenle sus– crilo? Y, qué acaso no ha sido, a lravés de la presión moral de las Naciones Unidas, que eSe conjunlo disgregado de las anfiguas y codiciadas islas de las especias pudo consfi– luir una respelable enfidad soberana: Indo–
nesia, que nació más que con el bautismo de
fuego de la rebelión armada, bajo la serena égida de la discusión responsable y abierla en una ciudad holandesa? Y el problema SIue quedó pendienle con la emancipación Indonesia, el de Nueva Guinea o Irián Occi– denlal, qué no se llegó a resolver poslerior– menle con base en los medios de solución pacífica de los confliC±os? Y el de las anli– guas colonias ifalianas, cuyo deslino afeC±aba a millones de seres humanos, qué no se arre-
gló con fundamenlo en el principio de la libre clelerminación de los pueblos, y ahora el con–
cierio de las naciones ha recibido en su seno a una Libia unida, a una Somalia más madu–
ra y a una Erilrea formando parle inlegrante de una federación con Eliopía en la que se respelan los derechos de las minorías? En fin, podríamos cilar y cilar pruebas y más pruebas de que la conlribución de las Nacio– nes Unidas en el ámbilo polí±ico -que es el que más se le ha crificado- ha sido realmen– le admirable, pero qué no basla con apreciar ese enjambre de nuevas y pujanles naciona– lidades africanas, que son ahora pueblos libres gracias a la labor por mil lí±ulos enco– miables del régimen de adminislración fiduciaria y del sislema de lerrilorios no auló– nomos de la Organización, y sobre lodo, qué rnejor demoslración que la de comprobar que la llanlada originalmenle "organización de
países vencedores" cuen±a ahora con el apor–
le de dos de los Eslados vencidos en la úlfima guerra mundial: Japón e lialia, cuyas lrans–
formaciones cívicas e industriales, sobre es– tratos predominantemente dernocráticos, al–
canzan los linderos de milagro?
Finalrnente, por qué no hacer referencia
a la resolución de la Asamblea General, lo– grada en parie gracias a los esfuerzos de uno de los salvadoreños más iluslres, de un hom– bre de principios, el doC±or HéC±or David Cas– .tro, la cual declaró la inlernacionalización de la hislórica Jerusalem, resolución que si para algunos ha sido leira mueria, fue decisiva para evitar la posible deslrucción de una ciu– dad que liene el singular lí±ulo de ser sagrada para lres religiones.
En cuanlo al plano jurídico, la conlribu– ción de las Naciones Unidas al desarrollo y
codificación del Derecho Inlernacional, a la solución pacífica de las diferencias y al rela– jamienlo de la lensión enlre los Eslados, en algunos aspeC±os, lambién ha logrado dimen– siones prodigiosas.
En efedo, en fanlo la Asamblea General ha aporiado la formulación, enlre olros, de
convenios para garantizar la libertad de in–
formación y la igualdad de derechos del hombre y la mujer, y en especial, ha elabo– rado ese documenlo maravilloso que ha sido juslicieramenle llamado "la Caria Magna de los Tiempos Presenles": la Declaración Uni– versal de los Derechos Humanos, que larde o lemprano habrá de converlirse en un inslru– menlo de observancia obligaloria. Por su parle, la Comisión de Derecho Inlernacional, inlegrada por eminenles jurislas, ha lrabaja– do lesoneramenle en pro de la codificación progresiva del mismo, preparando valiosos esludios y proyeC±os de convención sobre una amplia gama de malerias, que oscilan enlre el régimen jurídico del mar, el derecho de los Tralados, la responsabilidad de los Eslados,
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