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« Previous Page Table of Contents Next Page »siempre corno de procedirrLiento, y no exigen,
por lo tanto, el voto afirmaiivo de la totalidad de los miembros permanentes para su apro–
bación.
Acaso la medida más efeC±iva para ob– viar en cierto senfido los problemas derivados del abuso del veto, aun cuando se haya pues– to en duda la validez de sus basamentos Pro-Paz, adoptada en el Quinto Período Or– dinario de Sesiones de la Asamblea General, la cual establece que cuando por faHa de
unanimidad entre sus miembros permanen– tes, el Consejo no pueda actuar en un caGO de
amenaza a la paz, de quebrantamiento de la paz o aC±o de agresión, la Asamblea General
puede celebrar reuniones de urgencia, con un aviso previo de veinticuatro horas, requirién... dose para su convocatoria únicamente el voto de cualesquiera siete miembros del Consejo,
o de una mayoría de los Estados que integran las Naciones Unidas.
La anterior Resolución permite, pues,
que el órgano más democráfico de la Organi– zación, la Asamblea General, en donde reside la voluntad soberana de sus componentes y en donde sí se rl'speta el principio de igual. dad jurídica de los Estados, ya que cada uno de ellos tiene un voto, en paridad de condi–
ciones, asuma los deberes de conjurar la amenaza de una guerra o de neutralizar efi–
cazmente una agresión. A todo esto contri– buye el senfido de responsabilidad de los países miembros, que en su totalidad o in–
mensa mayoría rnaniíenen representaciones
permanentes acreditadas ante la Organiza–
ción.
Medidas como la que se acaba de men–
cionar sin duda vienen a confinnar el aserto
de Verdross de que "la práctica constante de los órganos de la ONU puede introducir modi–
ficaci.ones consti±ucionales" a la Carta, lo mis–
mo que la conclusión de Jiménez de Aréchaga de que del "récord" de la enfidad eS mani– fiesta la habilidad de dicha Carta para adap– tarse a las necesidades cambiantes y a las confingencias imprevisibles, lo cual "es la
prueba suprema de una consti±ución". Todo
ello es absolutamente lógico, agregamos no–
so±ros, si se torna en cuenta que la costum–
bre es la principal fuente generadora de las normas del Derecho de Gentes.
Ahora, entrando al análisis de la crítica primordial de que la Organización se ha transformado en un simple instrumento de las políticas nacionales y en una agencia de una nueva y pérfida diplomacia, el :vicio no
puede adjudicarse únicamente a las Naciones
Unidas, sino a todos los organismos interna– cionales existentes, pues es producto de las realidades del mundo actual, que somefido a una intensa guerra fria y al tern.or de armas altamente destructoras, no permite todavía
la plena vigencia de los principios. En abono de la Organización habría que citar otra de las observacion~s penetrantes de Robinson , que en vez de 1r en desmedro de ella, real– mente la enaltece, y es que "de una coalición de Estados victoriosos se ha pasado a la so– ciedad universal", con el ingreso y aporte de
numerosos países recién nacidos a la vida
independiente, que si todavía en ciertos as– pectos no han alcanzado la madurez necesa_ ria para actuar con absoluta responsabilidad en el concierto mundial, han llevado a la
insl:i±ución rnadre un acervo de aspiraciones
generosas que ha de contribuir en gran rn.e– dida al mejoramiento de la humanidad.
Muchas de las críticas que se hacen a la actual Organización se hicieron otrora a la extinta Liga de las Naciones. Su más clara
refutación la heITIos encontrado en un párra– fo incomparable del internacionalista venezo–
lano Francisco Manuel Mármol, quien dice
tex±ualITIen±e: "Hacer cuenta, sin mayor re..
flexión, del fracaso de la Sociedad de las Naciones, es olvidar lo que hubo en dicha Organización de posifivo. En la hora de su
constitución representó un esfuerzo para res..
taurar el derecho en crisis, a pesar de que la desigualdad de posiciones de vencedores y
vencidos hacía fácil el presagio de que la So– ciedad no podría clausurar definifivamente la puerta a la violencia La prueba de que, hecho un balance desapasionado, no se des– truyeron los principios que le sirvieron de base, es que la segunda guerra mundial ins–
piró también una reconstrucción de los dere–
chos y deberes de las Naciones sobre terreno jurídico: los compromisos directivos de las Naciones Unidas, según su Carta constitu–
tiva".
La mejor defensa de la Organización está en su propia existencia, en el hecho de que habiendo tenido que enfrentar los embates de la guerra fría que sufre el mundo, el irres– peto de algunos de sus principios sacrosantos y el ataque sistemático de sus detractores y
de los pesimistas, se mantiene firme, enhiesta,
alerta, con su bandera azul y blanca desple– gada con orgullo en toda la extensión del orbe, en plena labor de confraternidad inter– nacional. Su mayor gloria estriba en que si tal vez se ha convertido en un campo de ba– talla de los intereses estatales, dicho campo de batalla, en el cual, al decir de Rothwell, "las fuerzas políticas en pugna pueden ser
traídas confinua:rnente cara a cara, de una
rn.anera regulada", no se ha enrojecido con la
sangre de pueblos inocentes, sino que más
bien se ha dignificado con el sacIÍficio de algunos de los más nobles servidores de ella y de la hurn.anidad
Nos toca ahora, con el fardo de la admi– ración a cuestas, abordar someramente la vastisirn.a, gigantesca y rn.ul±iforme obra de
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