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« Previous Page Table of Contents Next Page »sido los países débiles los responsables pri– marios de las grandes conflagraciones que han asolado al género humano.
Pero pongamos a un lado la cuestión de principio, que siendo vital es objeto especial– mente de especulación doctrinaria y dialéc– tica, y entremos al análisis del aspecto me– dular del propio funcionamiento ele la Organización con tal privilegio. La expe– riencia nos demuestra que la forma a rodas luces abusiva con que uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad ha hecho uso del veto es un grave y consrante peligro al manienimiento de la paz y seguri– dad internacionales, que es el objero funda– mental de dicho órgano de las Naciones Unidas. Y no nos referimos únicamente al tema, de suyo importaniisimo, del ingreso de
nuevos miembros a la Organización, de la
admisión de aquellos países que a pesar de llenar a cabalidad los requisitos exigidos pa–
ra pertenecer a ella, es decir ser amantes de
la paz, estar dispuestos a cumplir con las obligaciones de la Carra, y estar en capacidad -en el criterio de la mayoría de los miembros de la entidad- para cumplir con tales obli–
gaciones, no pudieron en largo Ham.pa incor–
porarse a su seno, debido única y exclusiva–
mente al voto negativo de uno solo de los miembros permanentes del Consejo. Es sa– bido que para que pudiesen ser admitidos numerosos Estados realmente amantes de la paz y celosos cumplidores de sus compromi– sos internacionales, se tuvo que llegar a un arreglo extra-jurídico de transacción, cuyos basamentos éticos dejan mucho que desear, pues inclusive permitió el ingreso a la Orga– nización de un país -Hungría- condenado por la propia Asamblea General poco tiernpo antes por violación a los derechos humanos, que es decir, por incumplimiento de obliga–
ciones consignadas en la Caria.
No nos referimos tanto, pues, al proble– ma de la admisión de nuevos miembros, como al todavía más importante del manie– nimiento de la paz en el mundo, pues ya se
ha visto córno ese veto, usado con fines ex–
clusivamente políticos o utilitarios, puede nulificar por completo el complejo engranaje de acción colectiva con que se ha dotado a la
Organización para conjurar las arnenazas a
la paz y los actos de agresión. Qué hubiera ocurrido en el caso de Corea, para citar un solo ejemplo, si la diplomacia soviética no hubiese cometido uno de sus más graves erro– res, al no participar en la sesión del Consejo de Seguridad convocada para discutir tan ingente problema, por estar boicoteando las
reuniones a que asistía el entonces Secretario
General, señor Trygve Lie? Indiscutiblemen– te que de haber estado presente la Unión Soviética en tan memorable sesión, el veto de su delegación se habría sumado a la co– lección de votos negativos que, en muchos
casos, ha hecho inoperante el mecanismo de medidas coercitivas de la Organización.
Pero acaso la crítica más seria que se ha hecho a la estructura actual de las Naciones Unidas es la referente a la rigidez excesiva del
procedimiento para su reforma, es decir, para
lograr una adaptación adecuada al ritmo y a las necesidades variables de la vida interna. cional, pues para modificar la Carta Se re– quiere el voto afirmativo y la ratificación constiiucional de por lo menos las dos terce– ras partes de los miembros de la Asamblea General, "incluyendo a todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad", o sea que de nuevo se presenta el problema del veto y de que al arbitrio de uno solo de esos países privilegiados puede quedar sujeta
cualquier reforrnB conveniente y necesaria de
la Carta, aun cuando se dé el caso teórico de que la totalidad del resto se pronuncie en fa– vor del cambio. Ello indica la gravedad del problema!
Finalmente, la critica ha dirigido sus dardos a la forma en que opera la Organiza– ción, alegando que su formidable tren buro– crático y la complejidad de su sistema admi– nistrativo y orgánico propenden a una falta de unidad de propósito y a que se dé prefe– rencia a las cuestiones de detalle y de proce– dimiento, en vez de a la solución de los problemas medulares. Tal afirmación carece realmente de base y puede perfectamente pa– sarse por alto. Pero en cambio, sí son de
tornarse en cuenta las observaciones pene~
franfes de Jacob Robinson, quien al comentar los cambios sufridos por la entidad en los
últirrtos años, sostiene que "de una cOlUuni–
dad de propósito se ha llegado a su utiliza– ción co:mo mero instrumento de las políticas nacionales". En efecto, el distinguido jurista
español, Luis García Arias, en su interesante
obra "La O N.U., Nuevo Campo de la Lucha
Política Internacional"
r expresa que lila an–
tigua concepción solidarista, que parecía estar emproada hacia una Comunidad supra– nacional, a cuyos objetivos habrían de subor– dinarse los políticos de los Estados miembros, se encuentra hoy sobrepasada por la realidad de que cada uno de éstos se preocupa funda– mentalmente de sus propios intereses nacio– nales más que de la Comunidad mundial" y
que "incluso ésta ya ni casi aparece COlUO ho–
rizonte, ocultada por los troncos frondosos de los grupos regionales".
El mismo comentarista Robinson, citado por García Arias, agrega que las Naciones Unidas, en vez de ser una agencia para hacer cumplir la ley infernacional o para afirmar la seguridad colectiva, se ha convertido ahora
en un órgano de una nueva diplolUacia, de
tipo parlamentario, en donde han quedado marginados el valor de las exposiciones for– males de los delegados, y en general, el de-
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