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BALANCE CRITICO DE LA OBRA DE LAS NACIONES UNIDAS EN DOS DECADAS DE SU EXISTENCIA

ALFREDO

MARTINEZ MORENO

JUlisconsulto SalvadOleño Ex-Ministro de RR EE.

Los organicistas son aquellos pensado–

res, sociólogos en su mayoría, que encuen–

tran semejanza entre los entes morales o ju–

rídicos -sean Estados, instituciones interna–

cionales, compañías mercantiles- y los orga–

nismos biológicos, corno el ser humano, que nacen, viven, se desarrollan y luchan por so–

brevivir, dependiendo la supervivencia del grado de su fortaleza física y mental, de sus

mayores o menores recursos para romper los

obstáculos que a menudo se ponen en su ca– nlÍno. Siguiendo a tales pensadores, bien podríamos decir que la mayoría de edad es una época propicia para hacer un balance del camino recorrido por los entes, pues es ése el momento en que ellos, dejados atrás los años de la infancia y de la adolescencia, con su cúmulo de ilusiones perdidas y su tesoro de experiencias adquiridas, deben de–

finirse de una vez por todas: si continuar por

la ruta del progreso, en beneficio de la hu– manidad o del conglomerado social, o per– derse sin ningún aporte provechoso en el maremágnum de los acontecimientos huma– nos y en la nebulosa de la historia universal

Las Naciones Unidas -cuyo décimo-nono

aniversario de existencia conmemoramos aho–

ra están penetrando en el umbral de la ma– yoría de edad, y es ahora, al llegar la Orga–

nización a la época crucial de su vida -cuan–

do han quedado tirados en la empresa mu– chos ideales y no pocos principios, pero en que la lozanía juvenil se ha enriquecido con

la experiencia adrnirable de numerosos es– fuerzos "para preservar a las generaciones

venideras del flagelo de la guerra"- en que debe hacerse un balance imparcial de la tra–

yectoria recorrida, para poder comprender si

las esperanzas de la humanidad no tienen

razón de ser, o si, por el contrario, gracias a

su benemérita labor se vislumbra una era de mayor confraternidad internacional -bajo el numen tutelar de Vitoria y de Grocio- de respeto a la palabra empeñada, de vigencia de los principios, de elevación en el nivel de vida de los pueblos y de consolidación de los derechos humanos y de las libertades funda– mentales.

Es ésta, pues, una hora oportuna para hacer el balance de la obra realizada por la

Organización mundial en casi dos décadas de

existencia, aun cuando tal análisis tenga ló~

gicamen±e que ser provisional, incompleto, y

hasta podríamos decir superficial, ya que adolece de los defectos básicos de la pobreza intelectual del analista, de los límites redu– cidos de un corto estudio, y sobre todo de la faHa de tiempo para poder valorar ob:

je±ivaITlente, con suficientes y probados me–

dios, dicha obra, ya que ello no es privilegio del presente, sino de la serena posteridad, la que por lo menos a un siglo de distancia, sí está en capacidad de auscultar con mayor certeza lo que por ahora es sólo arcano, y

de desentrañar, con imparcialidad axiológica,

los rasgos sobresalientes y los resultados prácticos de la labor desarrollada.

Las Naciones Unidas, cuyo juzganliento definitivo corresponde sólo a la historia, han

estado sujetas ya a un escrutinio crítico como

no lo ha estado jamás entidad internacional alguna, sin duda por los alcances ecuménicos de su organización y de sus objetivos, y es en tres aspectos en los que primordialmente Se ha centrado dicha crítica, serena y mordaz

a la vez: en su origen, en su estructura y en su operación.

Así se ha dicho, en primer término, que si

bien con la civilización surgió el anhelo gene–

roso de encontrar un medio efectivo de afianzar la paz y de lograr el progreso a tra–

vés de la cooperación internacional, como 10 demuestran, en diversas épocas, la creación

de las ligas anfictiónicas de las polis griegas, los movimientos para convertir al Pontífice Romano en árbitro supremo e imparcial de las disputas, las utopías de asociación inter– nacional de Crucé y de Sully, la concepción de una monarquía supranacional de Vitoria y del Dante, las ideas nobilísimas de Pierre Dubois y de Emanuel Kant, los sueños impe– recederos del Abate Saint Pierre y de nuestro José Cecilia del Valle, y los esfuerzos loables de Woodrow Wilson y del General Smuts, la verdad es que en la práctica, tan elevadas concepciones y esfuerzos, han sido constante– mente desnaturalizados, y en vez de haber cristalizado en ideales de solidaridad entre los pueblos, han degenerado en medios de prepotencia del fuerte sobre el débil y de ra– pacidad del vencedor sobre el derrotado, se

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