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Al combatir estas característícas no se puede con–

trarrestar la atracción de la segunda con medidas Creo que debemos apoyar enérgicamente la pos!· apropiadas solqmente' paro luchar contra la tercera. ción adoptada por el Gobierno de Venezuela en la OEA Esto es, la amenaza económica no puede combatirse donde ha pedido qUe se apliquen conjuntamente san– ean soluciones militares sino más bien con programas ciones contra Cuba Confío que las medidas qLJe el como los propuestos por la Alianza, o sea, con una caso requiere puedan adoptarse dentro de los tratados eficaz movilizacián de los recursos y la institucián de de dicha organizacián. Pero de no ser posible, esto reformas dentro de los gobiernos locales combínadas no quiere decir que debamos permitir que gobiernos con la ayuda recibida dé los Estados Unidos en présta- amigos como el de Venezuela queden indefensos por

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El problema que enfrentamos es aún más difícil cuando se derroco o un !Jobierno constitucional para conjurar cualquier amenaza comunista reconocida o para eliminar un movimiento de infiltración marxista que ha ganado terreno al amparo de las instituciones democráticas. Esto no debería servir nunca de pre– texto poro prescindir de los procedimientos constitucio– nales o mantener en el poder a juntos militares que violan la constitución. Pero en esas situaciones extra– ordinarias es obvio que debemos mostrarnos poco dis– puestos a recoDOc"r al nuevo gobierno y debemos esperar hasta ver si los cambios violentos, los decretos militares, la censura previa, lo revocación de derechos politicos y las detenciones en maso representan una

desviación transitoria o una característica permanente

del régimen Por esa mismo razón, las promesas de ayuda económica bajo la Alianza paro el Progreso de– ben demorarse, naturalmente, hasta que el nuevo go– bierno llene los requisitos, para conceder la asistencia, especificados en la corta de la Alianza.

Al encontrarnos con situaciones de esta clase debemos recordar siempre los resultados de nuestra política de aceptación de· las dictaduras militares "anti– comunistas" durante una gran parte de la década del

1950, política cuyas consecuencias quedaron dramáti– camente ilustradas cuando un vicepresidente norteame– ricano estuvo o punto de ser víctima del populacho de Carocas en 1958.

Sin embargo, el uso del anticomunismo coma se– ñuelo en el pasado no debe impedirnos ver la amenaza actual tal como verdaderamente existe en este Hemis– ferio Se trato de un peligro real y hoy que conjurarlo si lo que deseamos es lo unidad hemisférico, lo demo– cracia político y el progreso económico y social.

Lo actuación del Presidente de Venezuela, Rómu– lo Betancourt, es digna de estudiarse en este respecto porque reveló una rara perspicacia de su parte en cuan– to a la naturaleza del peligro comunista en el Hemis– ferio Occidental. Cuando Betancourt enfrentó el problema comunista tuvo en cuenta las tres caracterís– ticos sobresaliente de éste en la América Latina primero, el aspecto ideológico que mencionamos ante– riormente; segundo, la atraccián del comunismo como modelo de economía para resolver las necesidades eco– nómicas de las masas empobrecidas; tercero, las ten– tativas de cualquier régimen comunista, el de Cuba, por ejemplo, y de los grupos comunistas dentro de los países latinoamericanos paro subvertir a los gobiernos no comunistas por medio de ataques armados, el te– rror, el sabotaje interno, la propagando o la infiltración secreta y los movimientos de frentes populares.

mas, alimentos para la paz, servicios del Cuerpo de Paz y asistencia técnica. Por otra parte, el problema de la seguridad tampoco puede resolverse únicamente con estos programas económicos, sino que exige medidos principalmente de carácter casi militar, políticas y pro– pagandistas.

Tampoco debe llegarse o la cQnclusión que los aspectos de la amenaza comunista en la América La– tina son siempre los mismos. No lo son. El enfoque y la táctica del partido comunista varía en cada país. Por ejemplo, en Brasil la infiltración comunista en las altas esferas de un gobierno que toleraba a los grupos de orientación marxista creó un problema completa_ mente distinto 01 de Venezuela. La misma diferencia existe en Chile, Pllí's en el cual una coalición de los co– munistas y los sqcialistas aspira a ocupar el poder por medio de unas elecciones legales. Los métodos poro combatir la infiltración comunista tienen que adaptarse a las diversas situaciones.

Los inflL!encias subversivas procedentes del exte– rior siguen siendo un importante aspecto a la amenaza comunista para muchos países latinoamericanos¡ es– pecialmente para los del Caribe, y el principal foco de subversión continúa siendo la Cubo castrista El coso de Venezuela es un ejemplo excelente. Actualmente, para Venezuela y poro muchos otros países vec(nos latinoamericanos, el gobierno de Castro no es un estor– bo al cual ha merece hacerse caso, sino un peligro que tiene que ser eliminado Lo subversión comunista emanada de Cuba no es un "mito" que ha de desen– mascararse sino una realidad continua a la que ha de hacerse frente.

El infarme publicado en Febrero de este año por la Organización de los Estados Americanos muestra cIa– ra e irrebatiblemente que Cubo ha estado suministrando armas clandestinamente a los terroristas de Venezuelo. Es más, existen ahora pruebas fotográficas del plan y

de la conspiración para derrocar al gobierno de Betan– court en la época de las elecciones celebradas el pasado mes de Diciembre.

¿Cuál debe ser la posición de los Estados Unidos en casos cama éste? Nuestra política nacional debe ser de apoyo cloro e inequívoco en lo que toca a la adopción de medidas encaminadas a impedir el envío de armas desde Cuba a Venezuela o a cualquier otra nación latinoamericana. No debe permitirse que Cuba sirva de arsenal al terrorismo, la revolución y el caos. En vez de preocuparnos simplemente de que los gobier– nos de países amigos puedan mantenerse en el poder y resistir los actos de violencia, lo que debemos hacer es suprimir la fuente de,la cual emana esa violencia.

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