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unista dirigido par la Unión Soviética. Pero actual· mente la posición del Hemisferio Occidental está ":.mbiando en lo tocante a sus relaciones con las poten– c' as mundiales debido a que éstas no están ya agrupa–

d~s alrededor de dos polos porque existen por lo menos uatro centros de influencia, o saber, los Estados Uni– dos la Unián Soviética, la Europa Occidental y la Chino

Co~tinental Las relaciones entre Oriente y Occidente han cambiado, pero en cambio, las futuras normas de los relaciones entre el Norte y el Sur no se han deter– minado todavía

El resurgimiento de la Europa Occidental, que probablemente seguirá una política exterior más inde– pendiente, hace más urgente todavía la cooperación hemisférica para que las naciones del Nuevo Mundo puedan no solamente resolver sus problemas internos inmediatos sino también de representar el papel que les corresponde en el escenario mundial en futuras dé– cadas. Aunque la del 19áO está siendo crucial para los Estados Unidos y para la América Latina, el desa– rrollo de la política de nuestro hemisferio debe fijar la vista para dentro de dos o tres décadas Debemos tener presentes no sólo los problemas políticos, econ6· micos y sociales que enfrenta la América Latina en la presente década del 1960 sino también la posición que ocupará el Hemisferio Occidental en las relaciones in– ternacionales durante la del 1980 y del 1990. Si este hemisferio se mantiene unido, con la poblaci6n de 900 mil iones que tendrá para el año 2000 y el nivel de desarrollo econ6mico que sus recursos econ6micos per– miten esperar, desempeñará un papel de importancia en la direcci6n del mundo del futuro, cualesquiera que sean los acontecimientos que ocurran en Asia, Europa o la Uni6n Soviética Pero no la unidad dentro de la América Latina misma, ni la unidad dentro del Hemisferio son cosa que pueda garantizarse Nues– tra política debe ir encaminada a evitar rivalidades den– tro del hemisferio capaces de convertir a Latinoamérica 'en unos nuevos Balcones y también a prevenir la sub– versión comunista que dividiría al Hemisferio y darla lugar a una lucha interminable entre estados comunis– tas y no comunistas.

Nuestro concepto de unidad hemisférica no <;lebe

enunciarse nunca en términos tan exclusivos que tien–

dan a desviar de hecho un mayor aporte procedente de lo Europa Occidental para el desarrollo social, econ6– mico y cultural de la América Latina En realidad, debemos alentar activamente a Europa para que in– cremente su participación en la América Latina, tanto en 10 tocante a los planes a largo plazo que contribu– yan a su desarrollo como en lo concerniente a la am– pliación de los programas culturales ya existentes. Pe– ro no debemos ver con indiferencia que la América Latino se separe de los Estados Uniods y de Europa poro buscar una asociaci6n o identificación exclusiva

con el "tercer mundo" Las nociones latinoamerica–

nos pueden y deben continuar siendo diferentes de los Estados Unidos y de Europa, pero no tienen por qué buscar sus futuros destinos por los rumbos de la mitad del mundo septentrional y no occidental por el mero hecho de que compartan con los elementos de Asia y Africa la condición de países menos desarrollados.

Aunque el Presidente Kennedy diQ nueva impor– tancia a los problemas latinoamericanos, a sus suce–

~ores les queda la tarea de hacer que esa nueva importancia se refleje prácticamente en el mecanismo del Gobierno norteamericano. En una de sus primeras decisiones oficiales, el Presidente Jahnson dictá medi– das para eliminar la divisi6n de autoridad que había dificultado la cumplimentació" de los nQrmas políticas y para elevar la jerarquía de los altos funcionarios que se ocupan de nuestras relaciones con la América Lati– na Este aumento de rango debe continuar hasta que nos lleve algún día al establecimiento del carga de vice– secretario en la Secretaría de Estado y de cargos de igual importancia en las dependencias de defensa, in– teligencia e informaci6n. Cuando veamos al Secreta– rio de Estado o de Defensa negociando directamente los problemas de las relaciones de los Estados Unidos con Argentina o con Brasil, y enviemos a un subsecre– tario de Estado a ocuparse de los problemas del sur de Asia, podremos decir verdaderamente que el mecanis– mo ordinario de nuestro gobierno refleja el concepto de la importancia que el Presidente Kennedy prestó a la América Latina cuando dijo que era "la regi6n del mun– do con problemas más difíciles".

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Volviendo a las relaciones internas del Hemisfe– rio, sigo creyendo que la base de nuestra polltica respecto a la América Latina debe ser la Alianza paro el Progreso, como la concibió originalmente el Presiden– te Kennedy y la proclamaron las 20 repúblicas ameri– canas en la Carta de Punta del Este. Los prop6sitos de la Alianza se resumen en el Preámbulo a la Carta

en la forma siguiente "Asociarse en un esfuerzo CO~

mún para alcanzar un prógreso económico más acele– rado y una más amplia justicia social para sus pueblos, respetando la dignidad del hombre y la libertad políti– ca" Este objetivó ha de lograrse por '1'ledio de pro– gromas sociales y económicos met6dicamente aplicados y encaminados a abolir la chocante desigLÍdldad social y econ6mica entre los privilegiados y los e",pobrecidos, entre las brillantes capitales y los míseros barrios bajos, entre las florecientes regiones industriales y las primi– tivas zonas rurales La Alianza fue concebida como pacífica alternativa o lo revolución violento, para hacer frente a un orden socio-econ6mico injusto.

Al hablar de la Alianza estoy basándome en cier– tos suposiciones que no pueden explicarse detallClda– mente en un breve artículo como éste. (1) que lo

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América Latina" no es una unidad homogénea, sino

un continente formado por pueblos sumamente distin–

tos, con economías marcadamente diversos y con

regiones muy avanzados en algunos casos 'ir muy sub– desarrolladas en otros; (2) que reconocemos las dife– rencias existentes entre los diversos países y variamos nuestro política de acuerdo' con las circunstancias; y (3) que lo actuación de los paí'ses de la América Latina es mucho más importante que la de los Estados Unidos en lo tocante al logro de los objetivos de la Alianza pa– ra el Progreso.

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