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« Previous Page Table of Contents Next Page »llamar el militarismo psicológico-social latinoamericano Por su origen mismo y el papel de sus jefes en la Inde– pendencia, los ejércitos de este continente se identifican más radicalmepte que otros con la comunidad histárica que es la Nación En las naciones latinoamericanas, tan desintegradas, con una conciencia colectiva tan te– nue que sus miembros no se hallan en comunión con un vivo pasado común, las glorias militares operan co– mo un enérgica fundente emocional El sentimiento de estas glorias está unido en no pocos casos a una reac– ción negativa frente a la nación vecina, recuerdo de las luchas que dividieron a las repúblicas latinoamericanas a poco de su nacimiento Este hecho lo resumió bien Francisco Garcia Calderón "Las guerras de los pue– blos son entonces luchas civiles, querellas de generales ambiciosos de hegemonía, La conciencia nacional se forma duramente en los campos de batalla" (Fran– cisco Garcia Calderón Les Démocraties Latines de l'Amérique).
Fue osi como muchos caudillos militares pudieron reclamar la adhesión --o la sumisión- de sus conciu– dadanos y las fuerzas armadas constituirse en la encar– nación misma de la Patria Los ejércitos, pues, no sólo tenían la fuerza material, sino prestigio y, por tanto, se convirtieron en indispensable factor de poder El ban– do de la clase dirigente que lograse el apoyo de lo fuer– za armada o de los regimientos más eficientes o del
jefe de más ascendiente personal, podía aspirar al go– bietno. Llegado el caso, la ciudadanía era consultada en forma de que no se pudiese producir un desacuerdo. En Bolivia, por ejemplo, hasta 1951, nunca el gobierno halj>ía perdido una elección (y tampoco ha vuelta a per– derla desde entonces)
Era indiferente en el fondo que fuese un civil o un hombre de uniforme el que estuviese directamente en el poder, porque uno u otro sólo podra mantenerse mientras tuviese el respaldo o el control de las fuerzas armadas. La situación de los gobiernos asr basados se hizo más estable después de un siglo de "independen– cia", cuando el perfeccionamiento de las armas impidiá la organización, por lo general en el extranjero, de una fuerza rival. Se produjo el fenómeno llamado por Karl Mannheim "concentración de los instrumentos de poder militar".
Rámulo Betancourt, que ha conocido directamente este problema anota (Rómulo Betancourt: Venezuela' Polftica y Petróleo) que "el avance tecnológico de [as armas modernas ha dado a los ejércitos organizados un gran poder represivo Un pelotón de choque, con ca– rros blindados, granadas de mano y ametralladoras, equivale hoya poco menas de lo que en el pasado fue un batallón De ahí, como observa Mannheim, que "la concentración de los instrumentos militares dismi– nuyen las posibilidodes de todo tipo de insurreCción y revolución, lo mismo que la ejecución de la voluntad de la masa democrática". El secreta de la democrati– zación que tuvo lugar en los siglos XVIII y XIX --agrega- estriba en el simple hecho de que un hom– bre significaba un fusil y la resistencia de mil individuos, mil fusiles. Hoy, el poder relativo de las fuerzas opuestas no ha de medirse contando por individuos, sino con el número de personas que pueden ser muer– tas o aterrorizadas por una sola bomba"
Estos perfeccionamientos técnicos, así como una organización más "cientf'fica" de las policías polrticas contribuyen a explicar la duración de los regímenes mi: litares en América Latina en el ("timo tiempo Sin contar a Cipriano Castro, a quien depuso su "compo_ dre" Vicente Gómez, Venezuela ha tenido casi cincuen_ ta años de gobierno militar continuado desde 1908 Trujillo tuvo que ser asesinado para que se pusiera tér– mino a más de treinta años de tiranfa. Los Somoza se mantienen ya un cuarto de siglo Los apristas pe– ruanos nada pudieron contra Sánchez Cerro y Benavi– des entre 1930 y 39 y después Odrfa gobernó ocho años, hasta que dejó legalmente el poder en 1956. Stroessner manda en Paraguay desde 1954
En las últimas décadas sólo dos gobiernos militares latinoamericanos han caído sin el pronunciamiento de por lo menos una parte de las fuerzas armadas en su contra el de Ballivián, en Bolivia, 1952, y el de Batis– ta en Cuba, 1959, y en ambos casos se trataba de movimientos verdaderamente revolucionarios. Incluso en el caso boliviano, los revolucionarios contaron co~
una fracción de la fuerza armada
Por lo dem,s, los gobiernos militares no reposan en las solas fuerzas armadas sino en la alianza de ellas con los grupos oligárquicos tradicionalmente gobernan– tes que, herodianizodos, Se apoyan también en podero– sos intereses extranjeros Es sintomático que en países como Perú o Venezuela no se hayan formado partidos conservadores que dieran expresión polrtica o las fuerzas gobernontes El ejército ho osumido de hecho ese papel Un hombre de la oligarqura peruaria ha escrito: ". El pafs tiene que ver siempre en el Ejército una garantfa de perdurabilidad de las institu– ciones y de la poz social, cuando vientos de fronda so– plan sobre la político convulsionada de la nación Su fuerza estriba en su necesidad, su operancia en los garantfas que el pars necesita en sus momentos más diffciles El super-partido (el ejército) está sobre los partidos que no se aglutinan, los que no toman el puesto que en la vida nacionol deben tener"
Desintegración internacional
Lo desintegración en el plano nacionol, preexistén– te en la Colonio y agravoda por la República, fue empeorada por ésta en el plano internocional. La for– mo en que de hecho se produjo lo guerra de Indepen: dencia, los trastornos polrticos subsiguientes y la' instauración de los coudillos consagraron la ruptura del vrnculo común can España que agrupaba a lo~
IIreinos" de América Péro¡ además, éstos siguieron
frogmentándose en Países cuya existencia autónomo resultó múy penosa, desgajados de su contexto naturol . Así, en Centroomérica, la Capitanía General de Guatemalo, que limitaba con México por el norte y con el Virreinato de Nueva Granada por el sur, sé decloró. independiente en 1823, prácticamente sin lucha con España, y se mantuvo más o menos unido hasta 1838 Ese año se inició un desbande que quedó consumodo nueve años después, con guerras locales muchísimo más sangrientas y ruinosas que el acto mismo de la Sé-, paración con Espoña Esos conflictos se prolongaron en cadena hasta entrado el siglo XX, agravando los
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